Volver en sí

José Víctor Agüero Aguilar

Siempre que sucede una catástrofe aérea, un devastador terremoto, el paso de un huracán, un tsunami, o la muerte repentina de un reconocido líder político, empresarial, deportivo, religioso, actor de cine o cantante famoso, la sociedad se conmueve por tan inesperados acontecimientos.

Con los ejemplos anteriores se evidencia la fragilidad y vulnerabilidad del ser humano, son situaciones que pueden acontecer en un abrir y cerrar de ojos. A pesar de esta realidad el género humano no termina de comprender que el paso por esta vida es transitorio. La ligereza con que muchas personas viven las lleva a cometer exabruptos dañando con sus actitudes a las personas más cercanas que les rodean.

El poder de la naturaleza

A pesar de los avances de la ciencia ningún terremoto se puede predecir con exactitud, es un fenómeno natural que puede ocurrir en cualquier momento con resultados catastróficos en pérdidas de vidas humanas y cuantiosos daños materiales. La realidad nos muestra que los movimientos telúricos en el planeta tierra son cada vez más frecuentes y con un poder destructivo mayor.

Resulta impresionante saber cómo un sismo de apenas tres segundos de duración tiene el poder de arrasar con ciudades enteras dejando saldos trágicos de 50 mil, 100 mil o 200 mil personas muertas. Frente a este apocalíptico escenario se enfrenta la humanidad, con la incógnita de saber en qué parte del globo terráqueo tendrá lugar el próximo terremoto nadie lo sabe es cuestión de tiempo.

Recapacitar

Todas las personas libran en su interior grandes luchas algunas son visibles y otras ocultas, por ejemplo, la falta de perdón carcome a infinidad de individuos en su corazón se almacenan sentimientos de odio, rechazo y repudio por episodios ocurridos en el pasado y que no se han podido superar.

Muchas veces los seres humanos necesitan ser confrontados y como lo describe la parábola del hijo prodigo, las personas necesitan volver en sí, a fin de reorientar su existencia por un sendero de paz, armonía, humildad y concordia, valores que están ausentes en un mundo frívolo agobiado por la desesperanza y el fatalismo.

Sin duda alguna el panorama en el mundo es preocupante la maldad se ha intensificado de una manera abismal, es perturbador saber que al interior de los hogares impera un desorden descomunal, la autoridad de los padres se ha perdido, los hijos han crecido a la deriva sin ese acercamiento afectivo y emocional que precisan con sus retoños como consecuencia tenemos familias desintegradas y disfuncionales.

Mientras no exista un cambio genuino al interior de cada persona, va resultar cuesta arriba pretender transformaciones a lo externo, es preciso poner orden en los hogares, formar el carácter en los hijos, cimentar los valores del respeto, la honestidad e integridad, si lo hacemos estaremos dando pasos sólidos para construir familias fuertes, donde su fundamento sea la presencia de Jesucristo, apueste por esta crucial para que este mundo no se siga hundiendo en el pecado.