“¡Venciste mujer! con no dejarte vencer”. Pedro Calderón de la Barca, poeta español.
Elsa de Ramírez
El calendario cívico hondureño registra nuestros nombres como un homenaje de admiración, de respeto y de amor por parte de la hondureñidad al celebrar el 25 de enero el Día de la Mujer, creado a través del Decreto No. 29 que le dio vida a esta efeméride, en 1955, en conmemoración de la jornada histórica que significó la primera conquista política de las mujeres hondureñas, en la que fueron reconocidos sus derechos políticos mismo que fue firmado por el entonces jefe de Estado don Julio Lozano Díaz.
Después de una lucha que venían librando años atrás, mujeres de gran temple como Visitación Padilla, Adela Estreber de Callejas, Dolores Reina de Watson, Carlota Bernard de Valladares, Olimpia Varela y Varela, Antonia Velásquez de Flores, Alejandrina Bermúdez de Villeda Morales, Adriana Hernández de Valerio, Carlota de Falck, Elisa Alvarado de Vásquez Cao y otras figuras sobresalientes del feminismo hondureño de aquella época, se logró que el jefe de Estado, a instancias de su ilustre consorte, la recordada dama filántropa por excelencia, doña Laura Vijil de Lozano, consiguió que su esposo, con poderes omnímodos, firmara el Decreto por medio del cual, cada 25 de enero se celebraría en Honduras el Día de la Mujer.
Este acontecimiento, enmarcado dentro de los grandes sucesos democráticos de la historia de nuestro país, tomó mayores características de importancia, porque el año anterior, Honduras había vivido también momentos difíciles, pero que inmortalizaron su presencia en el nuevo mundo, con la célebre huelga de los campos bananeros de 1954, que estremeció a todo el continente por la perfección que se alcanzó desde el comienzo, hasta el final, de este brillante capítulo de nuestra clase trabajadora, establecida en las ubérrimas tierras de la costa norte de nuestro país, región desde la cual casi siempre se ha impulsado el mayor desarrollo de nuestra patria.
La mujer hibuerense, desde el año anterior a su “liberación”, demostró, precisamente durante la célebre huelga señalada, su elevado espíritu patriótico y la enorme calidad heroica que posee.
Desde entonces, las de nuestro género comenzamos a mejorar nuestra condición humana, preparándonos profesionalmente en las diferentes carreras universitarias y de educación media, además que con la promulgación del Código de Trabajo cuatro años después (1959), las obreras y campesinas alcanzaron mejores niveles de vida, porque lograron sindicalizarse, y de esa manera incorporarse a las federaciones y confederaciones del mundo entero, con las consiguientes ventajas de que realizaron y siguen realizando estudios superiores en países de alto nivel democrático y desarrollo tecnológico, como por ejemplo en Taiwán, Japón, Suiza, Israel, España, Estados Unidos, México, etc., hacia donde constantemente asisten en busca de los ansiados niveles de igualdad que deben caracterizar no solo a los del sexo opuesto sino a nuestras propias congéneres. Y así, en Honduras hoy día, nos podemos vanagloriar de contar con sendas organizaciones e instituciones femeninas de carácter laboral que son orgullo de la región centroamericana.
Esta oportunidad es propicia no solo para congratularnos mutuamente, sino para que sigamos luchando con tenacidad y valentía, adquiriendo nuevas conquistas, encaminadas a mejorar nuestro status quo.
Recordemos que somos paradigmas de esta aspiración suprema todas las mujeres que nacimos cobijadas bajo el cielo catracho. Vale decir, campesinas, obreras, profesionales, empresarias, intelectuales, políticas, maestras, en fin, nuestro género debe siempre imponerse con razón y con fuerza en nuestro país, frente a los retos que otras naciones nos deparan en cuanto a éxitos y triunfos de las de nuestro sexo.
