La libertad de conciencia

Por: Mario E. Fumero

Uno de los derechos proclamados en la Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica y en muchos países, es el derecho del Estado a respetar la libertad de conciencia de las personas. En la época conflictiva de la guerra de Vietnam, yo tuve que alistarme en servicio militar obligatorio, pero como era cristiano, opté por ser un objeto la conciencia, lo que representaba que no me podían obligar a tomar las armas, aunque sí, prestar el servicio en otras áreas.

Cuando me fui de misionero para España en el año 1983, y aunque ya había terminado el régimen de Franco, en las escuelas públicas era obligatorio la enseñanza religiosa de la Iglesia Católica Apostólica y Romana, sin embargo, los padres que no estaban de acuerdo con esa enseñanza, podían mandar una nota exigiendo que sus hijos fueran exonerados de esa clase, por lo que entraban a una segunda opción llamada ética.

A la hora de programar una enseñanza de sexualidad o religiosa, los estados tienen el deber de respetar la conciencia de los alumnos, de acuerdo a los principios transmitidos por sus padres. Este respecto al criterio de conciencia es un derecho de libertad, y no puede ser sojuzgado a la imposición de una ideología educativa, sea de la índole que sea, ya sea política, filosófica o de cualquier otra ideología. Sin embargo, en los países en que se está aprobando la ideología del género, se está tratando de imponer una enseñanza sexual en los centros educativos que atenta contra los valores tradicionales y los principios cristianos, además de violentar la misma ley natural y biológica.

Tristemente los países llamados “cristianos” son muy tolerantes, a los extremos que los antivalores se imponen con el silencio de los creyentes, mientras en los países islámicos son demasiado radicales en cuanto a los mismos, llegando al extremo de marginar y perseguir a todos aquellos que no estén dispuestos a sujetarse a las normas del Corán. Estos países matan a los homosexuales, cristianos, y violadores de las normas del Islam, a tal grado que establecen una dictadura religiosa.

No acepto el radicalismo islámico, como tampoco acepto el liberalismo occidental, ni tampoco el cristianismo impositivo. Cada cual tiene el derecho de tener la ideología que quiera, siempre y cuando no trates de imponérselas a otras personas. El respeto al derecho de los demás y a la libre elección, es el principio de la convivencia pacífica. Dios nos dio libre albedrío, y por lo tanto, la moral y los valores cristianos no se pueden imponer desde una perspectiva represiva. Nadie se regenera de su vana manera de vivir de forma impositiva. No podemos permitir que se les obligue a las personas a actuar contra su conciencia, ni sus deseos, siempre y cuando estos no perjudiquen a los demás. Debemos respetar, aunque no lo aceptemos, aquellos comportamientos sexuales anormales, siempre y cuando los mismos no se hagan impositivos para otros. Es ahí donde debemos frenar las aspiraciones de los movimientos LGTB, que tratan de implantar por la fuerza su ideología, sin respetar la conciencia de los demás.

Cada cual tiene derecho hacer con su vida lo que quiera, pero su derecho no debe imponerse como cultura, principalmente cuando entramos en temas biológicos o religiosos. La intolerancia en cuanto a creencias, ideologías costumbres puede traer graves consecuencias a la convivencia.

Tolerar no es aceptar, sino respetar. Debemos respetar al hombre que quiere ser mujer, y aunque se opere, se inyecte hormonas, se cambie el nombre femenino, y se vuelva travesti, si se le hace la pruebas del ADN, aunque se registre como mujer, y parezca mujer, el mapa biológico siempre lo identificará como un hombre. Tú puedes ser, o creerte ser lo que quieras, y mi deber es respetarte, pero ¿debo dejar que me impongas a mí, y a mis hijos tus creencias? ¡No!, respeto tu libertad, pero de igual forma, tú tienes que respetar la mía, y no debe el Estado imponer una ideología o religión, sino proclamar la libertad y la igualdad de derechos entre rodos los seres humanos, porque nadie puede anular mi libertad de conciencia.

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