Por: Edgardo Molina
La vajilla más fina la usábamos los días con menos comida. Mi madre siempre se las ingeniaba, mi padre siempre fue muy trabajador. Pero un día se desesperó -trabajar tanto la tierra para nada. Los vecinos tenían cosas novedosas, en cambio nosotros, solo maíz.
En las buenas temporadas nos afectaba la bajada del precio de los granos básicos y el café. Papá se fue buscando el sueño americano. Los primeros días nos mandaba dólares, teníamos buenos vestidos y teléfonos celulares. Después, de a poco, papá formó otra familia en Estados Unidos. Mamá no tuvo más remedio que empezar a trabajar para los vecinos, lavando ropa o cocinando. Su forma de tratarnos cambió mucho, nos empezó a gritar y, a veces, a golpear sin ninguna razón. No la culpo, ella tuvo que sufrir mucho sin ayuda de nadie.
Mis hermanos fueron creciendo rápidamente y, siendo la mayor de cinco hermanos, tuve que venirme a buscar a mi papá, él siempre fue bueno.
Entre lágrimas me despedí de mis amigas del colegio. También tuve el valor para decirle al chico que siempre me gustó, lo que sentía por él, le robé un beso y salí corriendo.
La noche antes de salir de casa me corté el pelo, me puse una gorra, tomé anticonceptivos y me puse ropa de varón. En mi mochila puse agua y tortillas, sabía de los riesgos del camino.
Vine dando a México después de un mes de camino, en Honduras y Guatemala uno puede transitar sin problemas, claro; se camina mucho, se aguanta hambre, los pies se llagan, la piel se tuesta del sol y hay que pedir jalón, o echar dedo como dicen por aquí.
Antes de entrar a ciudad de México, DF, lo conocí, era un niño muy bueno. Nos subimos a un camión lleno de gallinas, viajar sola es difícil. Uno va haciendo amigos en el camino. Me regaló unos tacos, me dijo que venía de Guatemala y que tenía unos primos aquí en el DF.
Yo nunca imaginé que me traería aquí, vivo en una cantina junto a otras doce niñas. Esta gente nos vende. Tienen ubicado a mi papá en Estados Unidos y dicen que si me intento escapar lo matarán. A veces me dan mi dinerito, y puedo hablar con mamá. Siempre le digo que no se preocupe, que estoy bien, que estoy trabajando y que siempre le mandaré para mis hermanitos. Quizá algún día uno de ellos se haga licenciado o abogado.
En la vida uno sufre, pero hay cosas peores. Yo tengo fe que un día me dejarán ir. Hoy cumplo dos años de estar aquí, y mis dieciocho años. Hoy celebraremos con las demás chicas.