El Oscar de la diversidad

Por: José María Leiva Leiva

A diferencia de algunas personas que se pusieron los moños, se rasgaron las vestiduras, se subieron por las paredes de sus casas y por poco experimentan con la inmolación a lo bonzo o con el seppuku (léase, el ritual de suicidio japonés por desentrañamiento), me muestro más que complacido con el resultado de la entrega de los Oscar concedidos el domingo pasado en el teatro Dolby de Los Ángeles. Fue el triunfo de la diversidad, la inclusión y la tolerancia. De hecho, se rompieron marcas inéditas: Recogieron un premio 15 mujeres (uno de ellos, el premio cantado para Regina King, como mejor actriz secundaria por la soporífera “El blues de Beale Street”); hubo siete ganadores afroamericanos (por ejemplo, Spike Lee, que lo recibió por Mejor guión adaptado, por “Infiltrado en el KKKlan”); y por quinta vez en seis años un mexicano (Alfonso Cuarón) recoge el Oscar a la mejor dirección.

Por cierto, este dato posiciona a México (después de Estados Unidos y Gran Bretaña) como el tercer país con más directores premiados por la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas. Como antecedente recordar que el mismo Cuaron ya lo había obtenido antes por “Gravity” (2013), seguido por los dos de Alejandro González Iñarritu: “Birdman” (2014); y “El renacido” (2015), y uno de Guillermo del Toro: “La Forma del agua”, 2018. Incluso, agreguemos que Cuarón se llevó también un Oscar inédito: el de la Mejor Fotografía (encomiable trabajo en blanco y negro), además del premio a la Mejor película extranjera. Al fin y al cabo, “Roma”, es suya y de nadie más. Es un filme personal, autobiográfico que narra aspectos de su vida infantil y de la nana que ayudó a criarlo en el barrio Roma de la ciudad de México.

Ahora bien, entendamos una cosa, con todos y cada uno de los méritos que “Roma” tiene, no es una película de Hollywood. A mi juicio, la Academia planchó al incluirla en el apartado de Mejor Película, bastaba hacerlo como Mejor Película En Lengua no inglesa y punto. Al ponerla en esta vitrina provocó que se desatara una lucha mediática que llevó a sus fans a considerarla triunfadora en ambos apartados y no iban a tolerar que en su camino se interpusiera ninguna otra. Es más, por incluir aquí a “Roma” y a ese paquetón llamado “Pantera Negra”, la Academia hizo a un lado cintas como “First Man”, Dirigido por Damien Chazelle, el responsable de “Whiplash” y “La ciudad de las estrellas: La La Land”, y “First Reformed”, dirigida por Paul Schrader (“Affliction”), que bien merecían la nominación a Mejor Película.

Después de ver las ocho películas en lisa, mis favoritas fueron, por su orden: “Green Book” de Peter Farrelly y “La Favorita” de Yórgos Lanthimos. De esta última, me quedaba claro que Olivia Colman en el rol de la Reina Ana, era la primera opción para quedarse con el Oscar a la Mejor Actriz, aún por encima de Glenn Close, tan intensa en su papel de “La esposa”. Igual, nada que objetar con el Oscar más que merecido otorgado a Rami Malek por “Bohemian Rhapsody”.

Respecto a “Green Book”, colmó mi atención y satisfizo mi interés, partiendo que se trata de un cine de denuncia social y política, ambientado en los cruciales años 60’ del racismo en el Sur de los Estados Unidos. Lo segundo, porque me instruye, me enseña y me entretiene con una historia biográfica, desconocida para mí, de un culto pianista afroamericano que a pesar de su fama y exquisito talento musical, sufre sin distinción, la violación de sus derechos civiles. ¡Es negro! Lo tercero, Mahershala Ali (triunfador indiscutible como Mejor actor secundario), como Don Shirley, y Viggo Mortensen, como su motorista Tony Lip, nos entregan un duelo interpretativo digno de aplaudir.

Son dos polos opuestos, y no solo por el color de la piel, que ya es decir, sino más bien por la personalidad y la cultura de cada uno. Don Shirley, refinado, orgulloso, solitario, un artista consagrado de la música clásica estadounidense, y Lip, un bravucón italoamericano dispuesto a romperse la madre con cualquiera, que le conduce a través de un territorio racista en el que los negros sufren todo tipo de discriminación, empezando por el uso del llamado “Libro Verde”, una guía que indicaba los pocos establecimientos donde se aceptaba a los afroamericanos.

Con estas características una posible amistad y un vínculo de trabajo entre ambos se antoja más que improbable. No obstante, juntos tendrán que hacer frente al racismo y a los prejuicios, propios y ajenos que les acechan, obligándoles a dejar de lado las diferencias y así cumplir con éxito el contrato que les ha llevado de gira musical. Por lo demás, es una historia bien contada, basada en un excelente y entretenido guión que le hizo merecedora al Oscar al Mejor Guión Original.

“Green Book”, es una producción netamente americana, por ende no se necesita ser genio, ni mucho menos para descartarla del palmarés, solo porque el tsunami publicitario marcaba la pauta de otra obra fuera del circuito hollywoodense, y encima proveniente de una lengua no inglesa. Por otro lado, nadie habla del trabajo excelente que hace Peter Farrelly con esta película, incluso, da la impresión que muchos lo consideren como un aparecido. Nada puede estar más alejado de la verdad que ambas apreciaciones olvidadizas, ignoradas o calladas. Basta simplemente recordar que junto a su hermano Bobby, unos quince años atrás estaban considerados los Reyes de la Comedia.

Con un estilo marcado, como lo señala el crítico colombiano Oswaldo Osorio, con un “humor que apela a unos chistes, tanto visuales como verbales, muy básicos pero ingeniosos, con muchos componentes escatológicos y con explícitas connotaciones sexuales; y un esquema que siempre combina el respectivo “vicio” o debilidad del protagonista con una improbable historia de amor”, según lo visto en “Tonto más tonto”; “Amor ciego”; “Irene, yo y mi otro yo” y “Loco por Mary”, por solo citar sus obras más notables.