México, la otra historia

Por José María Leiva Leiva

Armando Fuentes Aguirre “Catón”, es un escritor, abogado y periodista mexicano, famoso por su sabio humor que ha plasmado en libros, revistas y en la prensa escrita. Dos relatos suyos de amplia difusión en la web cuentan, el primero, que “corría el año 1870 cuando un rebelde de nombre Manuel Negrete decidió levantarse en armas para tratar de derrocar al presidente Benito Juárez. Con un débil y poquitero ejército, era anunciada y evidente su derrota. El ejército oficial juarista estaba comandado por un incondicional amigo de don Benito: Sóstenes Rocha. Como es lógico pensar, el ejército oficialista venció en menos de un día al mal afamado señor Negrete”.

“El anecdotario cuenta que Sóstenes Rocha -general del ejército juarista- y Manuel Negrete -el rebelde- eran compadres. Cuando Sóstenes venció a su compadre Negrete, don Manuel salió corriendo y logró escapar del combate. Casi al amanecer llegó a pedir refugio al lugar a donde nadie podría ir a buscarlo: la casa de su compadre, el general Rocha. Al día siguiente, cuando don Sóstenes se percató que el derrotado había dormido en su casa pidiendo socorro, solo pudo reírse y confirmarle la lealtad a su amistad: no lo entregaría ni lo fusilaría, algo que Juárez ordenaba con frecuencia para quienes se le sublevaban”.
“Esa mañana, el presidente Juárez caminaba por el patio central de Palacio Nacional. Cuando el general Sóstenes Rocha llegó a darle el resultado de su combate contra Manuel Negrete, lo primero que Juárez preguntó fue: ¿Y el rebelde de Negrete dónde quedó? Sóstenes Rocha respondió: Manuel Negrete se ha salvado, señor presidente. Juárez un tanto enojado y casi a grito abierto, preguntó: ¿Cómo? ¿Acaso huyó? No, señor presidente. Manuel se salvó y fue a pedir refugio a mi casa. ¿Es muy su amigo, verdad? Con ceño fruncido cuestionó otra vez Juárez. Sí, señor. Usted sabe bien que Manuel no solo es mi amigo, sino también es mi compadre”.

“Juárez continuó su paseo enojado. Minutos después, se detuvo y con voz ya tranquila ordenó a Rocha: Cumpla usted su labor, general. ¿Cómo? -Asustado preguntó Rocha- ¿Quiere usted que lo entregue para que lo fusilen? No, general -afirmó tajante el presidente Juárez. -Lo que le pido es que cumpla usted su deber de amigo. Lo felicito. Puede retirarse”. Y la segunda anécdota de Armando “Catón”, relata que “a la caída de la ciudad de Querétaro, quedó prisionero de los “Juaristas”, el general don Severo del Castillo, jefe del Estado Mayor del emperador Fernando Maximiliano. Fue condenado a muerte, y su custodia se encomendó al coronel Carlos Fuero. La víspera de la ejecución del general don Severo del Castillo, dormía el coronel Fuero, cuando su asistente lo despertó. El general del Castillo, le dijo, deseaba hablar con él. Fuero, se vistió de prisa y acudió de inmediato a la celda del condenado a muerte. No olvidaba que el general don Severo del castillo, había sido amigo de su padre”.

“Carlos -le dijo el general, -perdona que te haya hecho despertar. Como tú sabes me quedan unas cuantas horas de vida, y necesito que me hagas un favor. Quiero confesarme y hacer mi testamento. Por favor manda llamar al padre Montes y al licenciado José María Vázquez. Mi general -respondió el coronel Fuero, -No creo que sea necesario que vengan esos señores. ¿Cómo? -se irritó el general del Castillo. -Deseo arreglar las cosas de mi alma y de mi familia, ¿y me dices que no es necesario que vengan el sacerdote y el notario? En efecto, mi general -repitió el coronel republicano. -No hay necesidad de mandarlos llamar. Usted irá personalmente a arreglar sus asuntos y yo me quedaré en su lugar hasta que usted regrese”.

“El general don Severo se quedó estupefacto. La muestra de confianza que le daba el joven coronel Fuero, era extraordinaria.

Pero, Carlos, ¿Qué garantía tienes que regresaré para enfrentarme al pelotón de fusilamiento? Su palabra de honor, mi general -contestó Fuero. Ya la tienes -dijo don Severo abrazando al joven coronel. A la mañana siguiente, cuando llegó al cuartel el superior de Fuero, general Sóstenes Rocha, el encargado de la guardia le informó de todo lo sucedido. Corriendo fue Rocha a la celda en donde estaba Fuero y lo encontró durmiendo tranquilamente. Lo despertó moviéndolo. ¿Qué hiciste Carlos?, ¿Por qué dejaste ir al general del Castillo? Ya volverá -le contestó Fuero. -Y si no lo hace, entonces me fusilas a mí. En ese preciso momento se escucharon pasos en la acera. ¿Quién vive? -gritó el centinela. ¡México! -respondió la vibrante voz del general del Castillo. -Y un prisionero de guerra. Cumpliendo su palabra de honor volvía don Severo para ser fusilado”.

“El general Severo del Castillo, no fue pasado por las armas. Rocha le contó a don Mariano Escobedo lo que había pasado, y este le informó a don Benito Juárez. El benemérito, conmovido por la magnanimidad de los dos militares, indultó al general y ordenó la suspensión de cualquier procedimiento contra el coronel Fuero. Ambos eran hijos del colegio militar; ambos hicieron honor a la gloriosa institución. Ambos hicieron honor a su palabra”. Las conclusiones son harto reveladoras de la conducta humana de antes con la caricatura desteñida de hoy.