EL HULE Y EL NEUMÁTICO

LA suerte del comandante sandinista es que el imperio está enfocado primordialmente en la crisis venezolana, así que solo presta atención a Nicaragua en forma intermitente. Además la fortuna consiste en que Nicolás se las ingenia para mantener a los norteamericanos y la comunidad internacional bastante entretenidos. Washington no puede apuntar hacia varios blancos al mismo tiempo en el continente, cuando tutela tantos otros conflictos graves en el mundo. Así que cuando estalló el relajo en Nicaragua, Nicolás y su reelección ilegítima acaparaban todo el interés. Los molotes multitudinarios en el vecino país, los enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y los manifestantes que dejaron centenares de muertos, duraron semanas. La paralización nacional le cuesta al país pérdidas incalculables, imposibles de reponer a corto plazo. Sin embargo, una tregua. La tensión se sofoca cuando la iglesia decide ser mediadora de un diálogo entre el gobierno y los opositores.

Las pláticas no prosperaron. La Alianza Cívica que aglutina estudiantes, empresarios, sociedad civil y políticos de la oposición, propuso la salida de Ortega, un gobierno de transición y elecciones adelantadas. Hasta allí duró la paciencia del comandante y de la Chayo que decidieron mandar a los obispos a oficiar misa a otro lado acusándolos de haberse parcializado. Se agudizó la represión y la persecución de adversarios barrio por barrio, casa por casa, amontonando las cárceles de presos políticos. Dirigentes y activistas que habían participado en los bochinches. Sin levantar polvo o hacer mucho ruido, el comandante se acercó a la Secretaría General de la OEA solicitando asistencia para trabajar en reformas electorales. Ya con eso en su haber, vuelve a montar un diálogo. Sabe que la forma de distraer la atención de la crisis que se atraviesa es mantener un proceso de pláticas. Para tener a la afición local e internacional entretenida en reformas políticas electorales que algún día conduzcan a un cambio de gobierno. O por lo menos que ofrezcan esa esperanza. El diálogo de momento se ha suspendido por la exigencia de los opositores que suelten a todos los presos políticos, como gesto de buena voluntad. Sin embargo, la OEA le tira otro neumático. Un plazo de 90 días para revisar y cotejar listas de detenidos y proceder a la liberación. Un respiro. Grupos de derechos humanos interpretan el plazo como maniobra gubernamental para neutralizar las sanciones anunciadas por la comunidad internacional.

Sin embargo se trata del estira y encoge de un hule que, con esta segunda ronda de pláticas, las partes no pueden apostar a que vuelva a romperse. Ni el régimen ni los inconformes ya que cada día que pasa caminan más hacia el despeñadero. “El exguerrillero tupamaro y exministro de Defensa de Uruguay que venía participando como observador en la mesa, es ahora testigo y acompañante internacional de la negociación, en representación del secretario general de la OEA”. El Diario La Prensa de Nicaragua –crítico del régimen– inició su entrega de esta semana con una portada: “Se nos agota la tinta, pero no las noticias”. Reclama la falta de papel periódico para imprimir, retenido por más de ocho meses, en las bodegas de las aduanas. “La prensa independiente ha sufrido más de 700 agresiones en el marco de la crisis, mientras que más de 60 periodistas emigraron por amenazas de muerte o encarcelamiento”. Es bueno insistir. En lo rápido que se puede deteriorar la estabilidad política en estos pintorescos paisajes acabados. Para que los pirómanos insensatos –que no ven más que el provecho que pueden sacarle a una situación compleja en aras de su interés mezquino– reparen en lo peligroso de jugar con fuego.