San Juancito como destino turístico

Por: Óscar Lanza Rosales
[email protected]
LA TRIBUNA incluyó en su edición del pasado 9 de abril, un pequeño reportaje titulado: “San Juancito, una historia minera para conocer en Semana Santa” a 40 kilómetros al noreste de Tegucigalpa, que podría ser una buena opción para visitar y disfrutar durante esta semana, al pie del Parque Nacional La Tigra.
El reportaje nos recuerda que en este poblado operó la explotación minera más grande que ha tenido Honduras, de oro y plata, por parte de “The New York and Honduras Rosario Mining Company”, comúnmente llamada “La Rosario”, de 1879 a 1954, y que en sus primeros años sus minerales se acarreaban a lomo de mula, o carretas haladas por yunta de bueyes, a los principales puertos de aquellos tiempos. En sus últimos años el transporte era por camiones, en una carretera tan angosta y peligrosa, particularmente de Rancho Quemado, en la cresta de La Tigra a El Rosario, donde solo cabía un carro, y los motoristas que iban bajando la empinada cuesta, tenían que ir muy despacio, avisando y gritando a todo pulmón a los camioneros que venían subiendo, a buscar un lugar espacioso donde cruzarse. Era toda una odisea llegar o salir de El Rosario, el sitio donde estaba la mina. En invierno había que ponerle cadenas a las llantas de los automotores, para que no se deslizaran en aquellos profundos abismos. Como dos de mis tíos eran motoristas de esos camiones, hice con apenas ocho años, ese peligroso recorrido sobre los toneles de cianuro que llevaban esos camiones, que por el miedo, se le iba a uno ¡el alma al corazón!
Como ese mineral era un enclave económico, circulaba mucho dinero y tenía todas las comodidades -de cualquier poblado de Estado Unidos- principalmente en El Rosario donde vivían los ejecutivos estadounidenses de la compañía, siendo San Juancito, el poblado para los empleados. Por eso el reportaje nos recuerda que ahí funcionó la primera planta hidroeléctrica y el primer cine en Centroamérica. La primera empresa de refrescos de Honduras fundada por don Federico Yu-Shan. Lo mismo que una fábrica de hielo. Ahí funcionó por primera vez en Honduras la Embajada Americana, de cuyo edificio, todavía hay vestigios.
Como su economía y comercio tenía mucha pujanza, ahí estaban los mejores negocios del país: de Daniel Fortín, Pedro Díaz, Quinchon León, Antonio Di Wais, Casa Streber, Alfred P. Wuerling, Santos Soto, Joaquín Jiménez, Casa Quan, Joaquín Pon, Casa Siercke y Juan Stradtmann.
Eran tan buenos los negocios, que el autor D. Julio O´Connor Matute, que vivió este apogeo, dice en su librito “Sanjuancito, ayer y hoy”, sobre su vida social, que Alfred P. Wuerling, que llegó como gerente de La Rosario, al enterarse de la cantidad de monedas de plata circulante, abandonó su puesto de gerente para convertirse en comerciante, y le fue tan bien, que recogía dos carretillas de monedas semanales, que la misma compañía le permitía depositarlas en sus cajas fuertes, por supuesto a nombre del mismo Wuerling.
El doctor Carlos Elvir Aceituno, autor de “Laberinto dorado”, un libro de mucha investigación, da un testimonio de la riqueza explotada de esa mina: en sus 74 años de vida, generó una producción superior a 100 millones de dólares, y más de 23 millones en dividendos. Uno de sus accionistas, Kenneth H. Matheson, dijo en 1961: “La vieja mina, ahora convertida en fantasma, es recordada por los accionistas de La Rosario, como una de las minas más grandes de plata del mundo en su categoría. Esta fue un verdadero paraíso minero, con muchas ventajas naturales, una montaña rica en vetas, energía barata, sin problemas de agua, con un clima inmejorable y gobiernos amigables con los cuales se pudo trabajar”.
Aunque San Juancito ahora luce abandonado y en ruinas, detrás de su fachada existe toda una gran historia, leyendas, mitos, que los hondureños no hemos aprovechado para hacer de este centro minero del pasado, un pueblo mágico para el turismo, como lo han hecho otros países como México, que en vez de imaginarse un paisaje de lamentaciones, de los tesoros perdidos, ha convertido esos lugares para vacacionar, para el entretenimiento y para sacar lecciones de país.
Los que se decidan ir a San Juancito en estos días, se pueden hospedar en las cabañas de Amitigra, o en las que alquila una pareja de alemanes, y a disfrutar de sus historias, paisajes, y las bellas casas viejas de madera de los ejecutivos de La Rosario; y por supuesto del turismo ecológico que brinda Amitigra, con sus senderos y la catarata.