EN su reciente cumbre los ministros de Exteriores del G7 urgieron restablecer el respeto “total” del orden democrático y constitucional en Venezuela y reclamaron la organización, cuanto antes, de una nueva elección presidencial “libre, transparente y creíble”. Otra manifestación que se suma a muchas otras emitidas por la comunidad internacional en el pasado. Dudamos que a Nicolás lo vayan a botar con comunicados públicos. Unas manifestaciones más, igual a las otras, no le hacen ni cosquillas. Mientras los fieles generales –bien incentivados con el negocio de la comercialización de los recursos estratégicos que les dieron para mantenerlos leales a la causa– no se muevan para ningún lado, a lo interno de Venezuela quien gobierna es Nicolás. Por muchos reconocimientos de otros gobiernos que haya recibido Guaidó, a Nicolás le basta y le sobra con el respaldo de Rusia y de China. Acumula además, como respaldo simbólico varios de otros gobiernos en el mundo que le llevan la contraria al imperio occidental. Los ministros de Estados Unidos, Alemania, Francia, el Reino Unido, Italia, Japón y Canadá, los siete países que integran el G7, hicieron un llamamiento en favor de una “transición democrática pacífica conforme a los artículos de la Constitución venezolana”. Bueno, hay que hacer notar que si se atienen a lo que diga la nueva Constitución venezolana van a tener que esperar bastante rato para que se le venza el período a Nicolás. Hay que recordar que Nicolás montó una Asamblea Constituyente con el fin de redactar otra Constitución hecha a su medida. Esta convocó a elecciones cuando la oposición estaba más dividida que nunca para catapultar la reelección de su jefe y mantenerlo atornillado a la silla imperial que le dejó el extinto. De todas formas los opositores decidieron no concurrir a esas elecciones. Para no legitimarla, dijeron. Así que Nicolás las ganó en forma holgada, con votos de chascada, según el conteo a su gusto que hizo la doña servicial del Tribunal Supremo Electoral. La Asamblea Constituyente asumió todos los poderes, menos los verdaderos que son lo que ejerce Nicolás. Así que si ya la Asamblea Nacional –controlada por los partidos opositores– era inútil, cuando todas sus resoluciones son anuladas por los magistrados obedientes del Poder Judicial, con la paralela que le montaron sus funciones al interior del país son meramente ornamentales. Por supuesto que aparte de manifestaciones los norteamericanos han impuesto sanciones. Sin embargo, por mucho estorbo que sean para el régimen, ese se mantiene porque la fuerza, para reprimir, encarcelar, coartar toda libertad, incluso asesinar, la ejerce sin escrúpulos. Una comunidad internacional que procura un cambio por la vía democrática y una oposición pacífica –según criterio de un analista experto en riesgos– no es amenaza para un régimen que actúa sin escrúpulos. El pronunciamiento del G7 alienta a la oposición pero, para efectos de un cambio de mando a corto plazo que permita sacudirse la peligrosa dictadura que tienen encima, los venezolanos siguen en un punto muerto. “Condenamos –prosigue el G7– el no respeto de los principios democráticos fundamentales en Venezuela y el carácter ilegítimo del proceso electoral presidencial del 2018 y sus resultados”. A Nicolás solo la calle le hace cosquillas. Y la furia de algún otro vendaval que supere la fuerza bestial que ejerce sobre el pueblo venezolano. El pichingo más quemado como el Judas en Semana Santa, fue la efigie de Nicolás.]]>