La vida privada de un funcionario ¿hasta dónde es pública?

Por: Boris Zelaya Rubí
“…Sin embargo, no hay nadie en la Tierra tan perfecto que haga siempre el bien y nunca peque…”.
“La conciencia negra y la ambición desmedida por dinero, o por el simple hecho de ser admirados hasta creerse poseedores de un elevado ego por encima de los simples mortales, nos obliga a preguntarnos: ¿tienen derecho los ciudadanos a conocer a qué dedican su tiempo libre los políticos?”.
Cualquier funcionario está expuesto a caer en trampas perversas de los opositores políticos, la simple negación o imposibilidad de darle un empleo a cualquier ciudadano, puede ser objeto de resentimiento por el rechazo, ya sea por falta de requisitos o por no contar con las cualidades que el cargo requiere, sirviéndole a un “lameorejas” de la oposición (previo pago) a desfigurar la historia para chantajear a cualquier funcionario inventándoles que les pidieron parte de sus primeros sueldos o una relación íntima fugaz: ¡Sacarle punta al lápiz! como le inventaron a un reconocido personaje. Este tipo de escándalos llevados al ámbito público a través de los medios, aparte de dañar honras, erosiona las relaciones familiares.
Defenderse no basta, queda sembrada la duda entre los ciudadanos y desprestigian la honorabilidad de una persona hasta su segunda o tercera generaciones. En nuestro país ha sido costumbre inventar acciones deshonestas a cualquier buen hombre, tanto así que en política nadie tiene vida privada. El que se enoja pierde o como dicen: “irritarse por la crítica es reconocer que estaban en lo cierto”.
A los vituperados por los adversarios y por algunos del mismo partido político, víctimas de la envidia; les inventan historias contra la dignidad, las cuales podrían triunfar al convertirlas en novelas de horror; son especialistas en transformar sus amarguras en cuentos y leyendas (pidiéndole disculpas por el ejemplo a mi querido amigo que ya mora en el oriente eterno, don Jorge Montenegro). La frustración es producto de no tener lo que otros alcanzaron, son reconocidos como “café amargo” o chismosos que rondan a niveles más altos, son expertos “lameorejas”. El chisme y la intriga política han sido una práctica a través de los siglos.
Algunos con esa actividad lograron ocupar altas posiciones en las estructuras de poder.
Los receptores de las intrigas malsanas (presidentes y primeras damas) no dejan de ser iguales a los informantes, pues jamás ponen en duda los chismes de su personal de confianza. Han llegado al colmo que cuando no encuentran algo creíble que divulgar para dañar a un político, terminan por lanzar rumores sobre sus preferencias sexuales. Sería una descripción de miles de hojas escritas con ejemplos que podríamos citar, sobre los ataques que por años se han perpetrado a personas honestas.
Como bien lo dicen: “Vale más la buena fama que el buen perfume”. Hemos terminado un curso intensivo de tolerancia y cada vez que oímos y observamos a través de los medios a los “chuchos de turno” desenvolverse en cargos de elección popular, transmitiendo al mundo nuestra incultura para que cualquier analista a nivel mundial se percate de nuestro atraso. La incapacidad, su escasa cultura y el hambre los hace buscar simpatizantes haciendo el papel de “guerreros de tapas” gritando y amenazando.
“Una persona ostentando un cargo público, no tiene la obligación de llevar una vida de santidad”.
La escasa preparación para los cargos ambicionados, obliga a que algunos ciudadanos se basen en oscuros procedimientos, pero tenemos la fe en el Gran Arquitecto del Universo que no llegarán a los magnicidios por sobresalir a cualquier costo. Para combatir los medios que se prestan al juego de la intriga y la destrucción de honras, se deben financiar (sin interés político alguno) programas de educación que instruyan cómo seleccionar a un candidato para no cometer errores y después terminar con personas de dudosa reputación dirigiendo la nación.
De rodillas solo para orar a Dios.