Por Juan Ramón Martínez
Cada día, me interesan más las palabras. Las que uso; las que escucho y también, las que recuerdo. Por ejemplo, hace unos días traje al recuerdo, la orden de una de mis tías –Donatela u Olimpia– diciéndome: tenés que ir a la barbería, ya estás “bristol”. El adjetivo, aludía a la carátula de una de las publicaciones más populares e importantes del siglo pasado: El Almanaque de Bristol. Equivalía a “peludo”.
Publicado por primera vez en 1850 en Nueva Jersey, Estados Unidos, por la fábrica de perfumes Lanman & Kemp-Barclay e “inventado 18 años antes por el farmacéutico Cyrenius Chapin Bristol, el personaje que aparece en la tapa”, se transformó en la primera fuente de información, para anticipar las lluvias, las fases de la luna, la altura y fecha de las mareas. Y el santo de cada día. Los nombres estadounidenses todavía no eran tan populares. Por ello la mayoría de los nombres de nuestros compatriotas, salieron de allí. Ninguna otra publicación se ha articulado más con el conocimiento popular. La entregaban gratis, con los calendarios, en las farmacias y tiendas de pueblos y ciudades. Cada casa tenía un ejemplar. Ahora es menos popular que en el siglo pasado. Pero una publicación que tengo a la vista, entre los países de América Latina que todavía lo usan, está Honduras.
Probablemente, por esa razón, es que los agricultores no cayeron en la trampa que por ignorancia y falta de compromiso con el conocimiento, les pretendió crear la Secretaría de Agricultura y Ganadería. Esta unidad del gobierno, les recomendó a los agricultores que empezaran a sembrar maíz el 8 de abril, fecha en que según sus cálculos, empezaría el período de lluvias. Afortunadamente, los agricultores no le creen a los burócratas gubernamentales, especialmente a los técnicos agrícolas que muy poco les da el sol. Solo se sonrieron. Uno de ellos me dijo, “están equivocados. Esta es la tormenta de los “chiquirines”. No es el invierno”. Y acertaron. Los agricultores acertaron. Tienen muchos conocimientos fruto de la experiencia y el ajuste de sus vidas a los cambios climáticos que, no vienen de ahora. Se transmiten de generación en generación. Si les hubiesen hecho caso a los técnicos agrícolas, las pérdidas habrían sido cuantiosas. Y aumentado –mucho más que lo que acaba de ocurrir– la fosa que separa a la población de las autoridades, obligadas a servirle. Pero como no aprenden las lecciones diarias –ni se asombran de nada como me dijo un soberbio profesor de lenguas de una universidad estatal– ahora una guapa funcionaria ha salido con el cuento, que los agricultores no deben sembrar maíz –pasando por alto los valores culturales que representa este cultivo– sino que solo frijoles y maicillo, porque la temporada de lluvias, será corta y la canícula larga.
Lo ocurrido entre los agricultores y los subordinados de Guevara, ministro de Agricultura y Ganadería está ocurriendo en el resto de las relaciones del pueblo y sus teóricos servidores. Se ha ido perdiendo –ignoro desde cuándo–, la confianza mutua. Cosa que al final, afecta todo el tejido social, porque también ha desaparecido la misma entre la clase política y el electorado. Y así como los técnicos agrícolas no leen siquiera el Almanaque de Bristol; ni siguen la información internacional especializada en temas climáticos, los políticos engañados por el falso placer de los electores por votar en las elecciones, tampoco estudian el comportamiento de la sociedad, no leen los clásicos de la política; ni toman conciencia, de lo que ocurre más allá de alrededor de nuestras fronteras.
Y por ello, son incapaces de predecir las crisis. Errores, como los de las fechas en que se iniciarán las lluvias, tienen pocos efectos por la superioridad de los agricultores sobre los tecnólogos que contamos. Pero otros, en cambio, tienen efectos incalculables. Por ejemplo la confrontación que se ha iniciado entre maestros, médicos y burócratas de educación y salud, que sin la “ayuda” del Almanaque Bristol, empezaron a “sembrar el maíz”, sin estar seguros de las lluvias y, lo peor, sin preparar el terreno. Haciendo las cosas al revés. En vez de pactar antes con los actores, quisieron enmendar los errores que los políticos y los incapaces, han producido en dos sistemas fundamentales, como la salud y la educación. ¡Bárbaros!