Tomás Monge
Consultor educativo y catedrático UPNFM
“Si los malos supieran el buen negocio que es ser bueno, serían buenos, aunque sea por negocio”. Facundo Cabral
He decidido comenzar citando a uno de los más grandes maestros latinoamericanos, no porque a título personal yo crea que el presidente, los ministros y las demás autoridades del gobierno de un país sean necesariamente malos como seres humanos, sino más bien porque creo que son muchos los momentos en los que, a la hora de tomar una decisión importante y debido a su posición de autoridad, ellos descuidan su enfoque, sus motivaciones o sus intereses y ceden ante el sesgo de su investidura, por lo que ven solamente un lado de la historia, no contemplan la imagen completa y por ende terminan tomando decisiones apresuradas, en muchos casos erróneas y que van en detrimento de la calidad de vida de un sector particular de la sociedad; lo cual les trae como consecuencia el ser llamados “malos”, “traidores” y muchos otros adjetivos nada halagadores.
Un claro ejemplo de este tipo de decisiones fue la de reformar varios artículos de la Ley del INPREMA mediante el Decreto No. 267-2013 lo cual fue justificado al “destaparse la olla” de la enorme y grotesca piñata de despilfarro, politización gremial y abuso de autoridad en la que esta enorme y millonaria institución se había convertido, luego de ser dirigida por tantos años por personas altamente incompetentes, mediocres, corruptas y en su mayoría hasta ignorantes en materia económica y financiera. Lo curioso es que al aprobarse de la manera en que se aprobó, hubo un primer grupo de docentes que al estar bastante pasados de edad, porque querían engordar el monto de su jubilación (muchas veces trabajando hasta los setenta años), al escuchar de esta nueva ley, corrieron a tramitar su jubilación y fácilmente lograron “irse” con todos los beneficios de la ley vieja, por lo que ellos no sufrieron ningún perjuicio.
El segundo grupo de docentes lo conformamos todos aquellos que no tenemos ni veinte años de antigüedad en el sistema y que ya no tenemos de otra más que “tragar gordo” y resignarnos a que ahora el gobierno nos cambió las reglas a la mitad del partido y nos va a tocar jubilarnos viejitos, tratando de no morirnos en el aula de clase, con grupos de cuarenta y pico de “cipotes” (imagínese un grupo de niños de segundo grado recibiendo clases con un viejito de 65 años, cansado, amargado, impaciente, ya perdiendo su voz, con artritis, reumas o quién sabe cuántas afecciones físicas y mentales a esa edad, dado el tipo de labor y su alta demanda física y mental).
No obstante, no es ni el primer grupo de docentes jubilados, ni los “resignados” los mayormente afectados. El verdadero capítulo a cerrar en esta historia magisterial, es un tercer grupo de docentes, quienes al momento de la aprobación de estas reformas, no pudieron jubilarse con la ley vieja, ya sea porque en ese momento tenían más de treinta años de servicio, pero su edad no era la requerida o su edad si era la requerida, pero les faltaban un par de años de servicio. Lo cierto es que a estos docentes se les cerró la puerta en la cara y ahora ellos están flotando en un limbo desconocido e incómodo, donde viven lamentándose porque ya deberían estar jubilados con los beneficios de una ley que nuestra patria les ofreció al iniciarse como docentes allá por los ochentas, pero que les fue vilmente arrebatada al final de su camino docente y ahora deben esperar hasta diez años más para jubilarse y encima les tocará un porcentaje de su salario mucho menor al esperado.
Yo creo firmemente que el señor Presidente, el ministro de Educación y todas las demás autoridades a quienes les concierne este tema –de carácter más humanitario que financiero–, tienen una enorme oportunidad entre manos, para reivindicarse con este grupo de docentes. Por favor escuchen el clamor de estos hondureños que tienen más de treinta años educando a la niñez hondureña y escriban sus nombres en la historia de Honduras como gobernantes valiosos y diferentes, al cerrar con la mano en el corazón este capítulo en el magisterio. Que no les tiemble la mano para conceder a estos docentes una jubilación digna y con todas las condiciones de la ley vieja, que al final es la que ellos reconocen como suya. ¡Hagan patria señores y ciertamente la posteridad a ustedes les hará justicia!