Por: Nery Alexis Gaitán
Es bueno recordar que el juramento hipocrático conlleva transmitir salud y bien en todo momento. La misión de todo médico debe ser aliviar el dolor y salvar vidas hasta donde la ciencia lo permita. La medicina es una de las carreras más loables porque perpetúa la vida que es el bien más valioso que poseemos.
Los médicos por naturaleza deben ser cordiales, con un alto grado de amabilidad que transmita confianza al enfermo que en busca de salud, llega a sus manos. Ser un humanista altamente generoso es la cualidad imprescindible en todo aquel que se dedica a curar las enfermedades de su prójimo.
Este preámbulo es para que no olvidemos que los médicos deben ser personas de bien, genuinamente interesadas en detener el dolor humano. Y que luchan por devolver la salud a sus pacientes; esa es siempre su prioridad.
El movimiento que se cobija bajo el lema de “una salud y educación gratuita para todos y no a la privatización”, ha sido producto del lamentable estado en que se encuentran la salud y la educación públicas; justo es decir que ambos sistemas han colapsado desde hace mucho tiempo y eso no es ninguna novedad para nadie.
El pueblo, beligerante, tiene derecho a reclamar salud y educación de calidad y gratuitas; en eso estamos completamente de acuerdo. Salir a protestar es necesario. En lo que no estamos de acuerdo es que este movimiento, que empezó por reclamos legítimos por una mejoría en ambos sistemas, rápidamente se fue tornando un movimiento con marcados tintes opositores que siguen una agenda política que tiene como finalidad sacar del poder al Presidente Hernández.
De ese modo los reclamos por una mejoría en los sistemas de salud y educación han pasado a un segundo plano; se han convertido en pretextos para crear inestabilidad y violencia. Este hecho ha quedado evidenciado al negarse a dialogar con el gobierno. Y de paso a exigir más condiciones que no tienen que ver con la finalidad primera de mejorar los sistemas. Y la terquedad a dialogar deja en evidencia que los fines que se persiguen no son para mejorar la calidad de vida de los pobres de Honduras, que son la mayoría.
Es obvio que el gobierno ya cedió a las demandas planteadas por la Plataforma e inclusive los ha llamado al gran diálogo nacional, pero los dirigentes rechazan ir a dialogar. Inclusive han llegado al absurdo de plantear un diálogo alterno. ¿Con quiénes van a dialogar que tengan poder de decisión? Ya sabemos que solo el gobierno tiene la potestad de efectuar los cambios requeridos para que se mejoren la salud y la educación.
Si los dirigentes de este movimiento, en realidad aman a los hondureños, deben integrarse inmediatamente al diálogo. Si hacemos un recuento de lo que ha pasado en estas semanas, sobresale el caos y la violencia; incendio de furgones, quema de carros del gobierno y particulares, saqueos, etc. etc., hasta el momento las pérdidas para el país son millonarias y desafortunadamente continúan. Y hay que recordar que los pobres son quienes siempre pagan por todo.
El obstinamiento de las dirigentes de los médicos, que creemos que desean el bien para Honduras, no tiene justificación ni razón de ser. El diálogo es el camino. A menos que su finalidad sea figurar con otros objetivos, sobre todo políticos. Porque en honor a la verdad, estas dos damas eran soberanamente desconocidas para el pueblo hondureño hasta hace unas semanas.
Fervientemente creo que deben aprovechar su momento de figuración para actuar a favor de las grandes mayorías e integrarse al proceso de cambio en ambos sistemas que dicen querer transformar para bien. Pero deben deponer su intolerancia y cualquier otra finalidad que no sea la mejoría en la salud y educación.
Jamás se les debe olvidar que el bienestar del país está por sobre todas las cosas. Así se convertirán en heroínas.