Perfiles

Por Orlando Henríquez

orlando-henriquez1En este mundo, las cosas más se complican a medida que pasa el tiempo; o se hacen más fáciles por la desidia de las autoridades por su complicidad. Allí tienen ustedes el asunto de los taxis que prestan servicio en la ciudad capital, que son varios miles con derecho a estacionarse en donde les produzca mejor ganancia, transitan arrebatando vía y se encrespan cuando se les llama la atención por abusivos; se montan sobre las aceras y parquean en los extremos de las calles, o a su comienzo, sin importarles en cuánto detienen el tránsito con esa su maniobra y, además, lo ponen proclives a que otro vehículo al querer doblar lo lesione, con el consiguiente pleito que a fuerza debe ganar el taxista. No hay, en toda la ciudad, un agente policial que sancione la falta por mal estacionamiento de esos servidores públicos y tampoco porque los taxis pasan la luz roja con muy poca preocupación de hacer el daño a los que le siguen.

Existen taxis de toda clase. Uno de ellos, se dedica a transportar pasajeros un poco distraídos y al menor descuido detiene el vehículo, sube a uno o dos pasajeros más y al llegar a un sitio tenebroso por falta de luz o de circulación humana, entre los tres ponen al inocente manos arriba, lo bolsean y al descuido lo dejan como Dios lo echó al mundo y llorando su tragedia, debiendo considerarse dichoso de no haber quedado untada su sangre, como mantequilla, entre el filo de un puñal. En otras, resulta que el taxi, con sus hermosos números pintados de identificación en las puertas del vehículo es lo que se llama “clonado” y se está siempre a las puertas de cualquier abuso, por la indiferencia policial en el control. Al respecto, pueden ustedes creer que el propio director del Transporte, Blas Ramos, ha denunciado que en el proceso de recibir la documentación de los taxistas para la entrega del bono que les proporciona el gobierno han descubierto que en la capital circulan más de novecientos taxis ilegales (clonados). O sea que con número idéntico a otros se dedican al negocio del alquiler de vehículos sin tener autorización legal para ello y menos para recibir el bono, que en algunos casos fue recibido por los falsos poseedores de permisos y en detrimento de los poseedores reales, quienes quedaron con la boca abierta y sin dinero. Para colmo de males, hay rumor de que las pandillas citadinas se sienten fortalecidas en su menester y los secuestros, robos y asesinatos están produciendo ganancias tan jugosas que no se pueden depositar en bancos pues las autoridades investigan los capitales de rápido crecimiento inexplicable y entonces es más práctico comprar vehículos, ponerlos a trabajar como taxis y de esa manera dar salida al capital y hacerlo más rendidor, al par que proporciona una cara honesta que sirve de tapadera a la otra, mantenida vigente por lo hermoso de las ganancias.

La situación anteriormente descrita nos crea una imagen de terror solapado nunca antes vista pero que tiene que explotar. Si bien es cierto que los capitales mal habidos buscan siempre una salida decorosa del dinero, para perfilarla en validez limpia y sana, estas nuevas maniobras deben tener muy preocupadas a las autoridades policiales, incluso por sus conexiones con una parte del bajo mundo tratando de volverse dómine. Tránsito debería poner todo su empeño en clarificar lo de la propiedad vehicular, como primer paso, para evitar una serie de falsificaciones que bien pudieran suceder en su propio sobaco y devolver lo honesto a la operación de taxis, mientras se castiga de manera legal a los infractores descubiertos, que, vale decirlo, es una vergüenza el que esa oficina gubernamental no haya podido, hasta la fecha, meter presos a por lo menos doscientos piratas, posibles corsarios, que circulan sin recato por la ciudad, con aire de impunidad.

Si bien es cierto que muy pocos gobernantes se preocupan por los asuntos fronterizos, por lo espinosos que al final resultan pues impiden hacer buenas migas con el vecino y prefieren evitar enardecer la voluntad de sus conciudadanos y llegar hasta extremos peligrosos, es de hacer notar que nosotros todavía tenemos casos graves de nacionalidad al respecto, pues la Bocana, que es la salida y entrada nuestra al mar Pacífico, carga un fardo de peligros si insistimos en que es de nuestro derecho su uso conforme lo prescrito y no de acuerdo con la voluntad del vecino, resistente a salir del  problema actuando en justicia ya definida, como de seguir demarcando la frontera en las tierras del sur, que ya no están en litigio alguno. Además de sumar su buena voluntad para restituir los mojones destruidos por la naturaleza o por cualquier otra causa en la zona mencionada.

Nosotros tenemos problemas de demarcación con Nicaragua que buenamente debemos zanjar. Si bien es cierto que la situación política actual entre ambos países no favorece la acción, bien podemos poner los diferendos en el tapete de las discusiones como un acto amigable entre dos países hermanos dispuestos a continuar viviendo en la hermandad que el istmo exige. Y porque, país sin fronteras definidas, algunas veces ni siquiera es país.