Sorpresa

Por Edmundo Orellana
Catedrático universitario

Los acontecimientos políticos en el mundo moderno han sucedido y nadie ha sido capaz de detectar las señales de su inminente acaecer.

Pasó con la caída del muro de Berlín. El Presidente de los Estados Unidos se enteró por la tv, no por la CIA, a pesar de que era el signo más oprobioso del sistema contra el cual todo el aparato industrial- militar estadounidense trabajaba las 24 horas. Fueron incapaces de advertir un síntoma siquiera de lo que fue el inicio de la desaparición de la guerra fría.

Más de veinte años han pasado desde la ocurrencia de ese hecho que fue el hito por excelencia en la política mundial y parece que los sistemas de alerta en el mundo siguen igual. Lo acontecido en Medio Oriente lo confirma.

Ni Estados Unidos ni la Unión Europea advirtieron lo que vendría. A todos los sorprendió el papel de los jóvenes y el uso de la Internet para promover movimientos sociales.

Los sorprendió porque apostaron al mantenimiento de dictaduras que garantizaban el orden en una región identificada más por su religiosidad, su radicalismo, su caduca estructura social, su milenaria forma de ejercer el poder político, sus inagotables recursos petroleros y por su delicada posición en el sistema de relaciones internacionales. Por eso no sorprende que Nicolás Sarkozy haya recibido, en el 2007, con una pompa sin igual al dictador libio, esperanzado en su chequera (10.000 millones de euros en contratos, muchos de éstos en armamento que hoy sirve para masacrar al pueblo libio)

Poco o nada importaron esos pueblos condenados a soportar esas infames dictaduras, apoyadas por occidente. A ningún mandatario se le ocurrió que también esos pueblos tenían sed de libertad. Libertad para pensar, para expresarse, para participar en política, etc. Y es que para los occidentales la libertad no es un valor cultural entre los árabes.

En ese pueblo que sufre por la falta de libertad, hay una gran masa que ha estudiado, esta informada sobre el mundo y mira hacia el futuro como quien pretende ver hacia el exterior desde una habitación sin ventanas. Esa gran masa que representa más del 60% de la población, está constituida por jóvenes desempleados y, en su mayoría, sin posibilidad de emplearse.

Ante la explosión de la ira árabe fue evidente la torpeza de occidente. El gobierno francés, cegado por la “real politik”, propuso al parlamento asesoría militar para sofocar la rebelión en Túnez, en defensa del tirano Ben Alí.

La única excepción ha sido Barack Obama, quien, tanto en su discurso a la salida de Mubarak como en el pronunciado recientemente en la universidad de El Cairo, planteó hacia esa región una política muy diferente a la de sus predecesores, al imprimirle una nueva orientación.

Cuando se puso del lado de los manifestantes egipcios y contra su aliado, el sátrapa Mubarak, Obama dejó atrás la política exterior estadounidense caracterizada por defender dictaduras garantes del orden ahí donde tienen inversiones. Defendió los intereses económicos estadounidenses sin colocarlos por sobre los justos reclamos de ese pueblo; los defendió condenando la dictadura y exigiendo que se respetasen los derechos de los egipcios. Y en su reciente discurso de El Cairo mantuvo esta línea de pensamiento hacia el mundo árabe.

Ojala que lo ocurrido en Medio Oriente obligue a las potencias occidentales a replantear sus políticas hacia los países en donde tienen intereses. Es en su beneficio atender más a los indicadores de libertad que a los del supuesto orden que imponen las dictaduras.

Siguiendo este sistema de alerta temprana se evitarán amargas sorpresas.