Miserables

Por Orlando Henríquez

orlando-henriquez1La Secretaría de Seguridad continúa, con todo vigor, la campaña policial en contra de los delincuentes, quienes realmente se han posesionado del territorio nacional utilizando en la mayor parte de las veces su fuerza y en otras la astucia para coaligarse con algunas autoridades de uniforme, ansiosas de aumentar su caudal monetario. Fue su promesa pre electoral y la está cumpliendo en todo el territorio, aún cuando las naves aéreas continúan aterrizando para dejar la droga que en su mayor parte va hacia los Estados Unidos de América. Por manera que su actividad ha sido constante pero, en infortunio, los secuestros, los asaltos y los asesinatos, aunados con el tráfico de drogas, continúan en auge, tal vez porque todavía no se ha desintegrado la hermandad que se ha ligado para tornarse hermética ante los que deseen romperla para imponer la ley.

Pero el primer capítulo ha sido iniciado y el mandamás de Seguridad, ante los topes que de seguro ha tenido, está elaborando planes diferentes para destrozar esa maquinaria que parece indestructible puesto que tras los pasos de las capturas viene la de la presentación ante la ley, que por largo tiempo ha andado renga y complaciente, así que por una puerta entran los delincuentes y poco tardan en salir por otra, más amplia todavía. Es de entender que dentro de poco habrá reuniones entre las autoridades judiciales y Seguridad para tejer una malla por la que sea imposible continúen escapando los detenidos y vueltos al camino del crimen casi protegido.

En el entretanto, ha sido tan gigantesco el asalto de los maleantes, que la acción de seguridad parece un grano de sal disuelta en un vaso de agua. Y rogamos al cielo todo sea al contrario, para que volvamos a ser un país de paz y seguridad…

Hace muy poco en el Congreso presentaron un proyecto de carretera que partiendo de Amapala, Mar Pacífico, llegase a finalizar en Trujillo, con vista al Atlántico. Ese ha sido un sueño de todo hondureño que sabe lo que significa un medio terrestre, directo de un puerto en un mar hacia otro para la prosperidad y adelanto de un pueblo.

No significa un plan de gobierno ya que es demasiado ambicioso y no puede llevarse a cabo en un período tan corto como el de cuatro años de desempeño gubernamental. Es, en realidad, un Plan de Nación en el cual debe intervenir el gobierno generador de la idea, comprometiendo su período de mando e invitando a los partidos de oposición, legalmente inscritos, para que, de común acuerdo, elaboren los planos y planes para abrir la nueva ruta y fortalecer el crecimiento y desarrollo de los poblados que habrán de nacer a sus lados para abrir prolongadas comunicaciones, más rápidas y seguras, hacia los diversos continentes, para hacer de la nueva ruta centros de producción enriquecidos por el buen transporte, puesto que ningún producto tiene gratificante futuro si no hay vía de comunicación segura y de fácil transporte.

Veríamos, entonces, qué tanto cacareo que hacen los gobiernos cuando toman el poder, prometiendo la eliminación del sectarismo político vendría a ser no sólo verdad si no una necesidad nacional pues la obra habría de necesitar del concurso general e incluso a la inversa. Y la gesta pertenecería no sólo a un partido político sino a la nación entera, con presencia innegable del sector político representado por las entidades respectivas tanto en la elaboración y desempeño de técnicos y obreros como de beneficiados a todo lo largo y ancho de la ruta, que bien podría entrar en competencia con el canal de Panamá.

El Presidente de la República que pudiese llevar a cabo una obra como la anterior, escribiría su nombre en las páginas más orgullosas de nuestra historia, pues rebelaría que además de ser un político, también en su cerebro se llegaron a formar las ideas que vendrían a ser, en un futuro, las armas con las cuales podría iniciarse una guerra de capacidades en producir, más producir y exportar, para tener más brazos ocupados en el quehacer beneficioso agrícola sino en el de los pensantes, para dar más juego en una economía obligadamente progresista merced a la claridad futurista de un predestinado.

Con ese proyecto carretero de Amapala-Trujillo, al igual que otros de igual proyección futurista que sólo pueden llevarse a la realidad con un mandatario de ideas extraordinarias, se daría un paso gigantesco hacia la liberación que nos ata cual pueblo miserable, mendigo, al cual se le imponen condiciones para poder ser admitido entre las demás naciones del mundo, como si fuésemos nación despreciable y poco digna de ser tomada en cuenta, por socio pernicioso.

Estamos en bancarrota. Como antes, tenemos que pedir, que rogar, que implorar, que estirar las manos esperando la limosna. ¿Por qué no ocuparla para liberarnos? Pues que si no, siempre viviremos soltando la baba del mendigo, como hoy, como mañana…