LA sentencia –“del procés”– del alto tribunal español, condenando por sedición y malversación a líderes separatistas que instigaron la violencia desatada en Cataluña durante el otoño del 2017 –cuando organizaron una consulta popular independentista, desafiando medidas restrictivas de las cortes para celebrarla– ha desencadenado en tres días consecutivos de multitudinarias protestas y sangrientos choques entre manifestantes y uniformados. En Barcelona, jóvenes con la cara cubierta y motociclistas, levantaron barricadas con contenedores de basura y les prendieron candela. Hicieron hoguera con vehículos estacionados en los alrededores donde se produjeron los disturbios. La policía catalana, Mossos d’Esquadra –enfrentando una especie de guerrilla urbana– reportan que les lanzaron cocteles molotov y “objetos con ácido”. Por primera vez el presidente regional, Quim Torra, si bien tibiamente, condenó la violencia. Tema que sobre el que hasta ahora había eludido pronunciarse. Todo esto sucede en medio de una campaña política. Los españoles nuevamente van a elecciones.
El presidente en funciones –candidato del PSOE en las elecciones que se aproximan– desde la Moncloa, aprovecha toda oportunidad para hacer que la coyuntura cuente a su favor. En horario de máxima audiencia, nuevamente comparece ante los medios de comunicación, para anunciar que su gobierno responderá a la ola de violencia “en función de cuál sea la actitud y las decisiones que tomen los líderes independentistas”. Reitera que “considera todos los escenarios”, sin descartar, pero tampoco comprometerse, medidas excepcionales.
Aludiendo al presidente de la Generalitat –antes de la sentencia los trataba con guantes de seda para no espantar los votos de los partidos separatistas que podrían facilitarle la investidura– dijo que “ningún gobernante puede camuflar su fracaso tras cortinas de humo y fuego”. Apela a la unidad que el país requiere para enfrentar la crisis, arropado en la causa española, para diluir diferencias con los partidos opositores. “Nos deben encontrar como exige la gravedad del momento: firmes, serenos y unidos”. Convoca a los líderes del PP, Ciudadanos y Unidos Podemos, a la Moncloa. Sin resultados concretos, solo fotos de ocasión que le abonan, para proyectar imagen de “unidad”. Los convocados intentan diferenciarse del oficialismo. El candidato del PP se muestra “preocupado” por un presidente “superado por la imprevisión” quien “forzó nuevas elecciones” sabiendo que esto iba a pasar. Lo conmina que active el mecanismo previo al 155 y la Ley de Seguridad Nacional, y a que envíe un requerimiento a Quim Torra porque, a su juicio, la “Generalitat se ha declarado en rebeldía”. “No se puede renunciar a ningún mecanismo constitucional”.
El líder de Ciudadanos, igual, sale del palacio de gobierno exigiendo la aplicación del 155. “Nos permite acabar con el principal escollo, con el tapón” –se refiere a Torra– “con un suicida solo podemos ir al suicidio”. El líder de Unidos Podemos –que nunca ha dejado de coquetear con los separatistas– se opone a medidas excepcionales. Aprovecha, más bien, para exigir a Sánchez que se defina si está con el PP y Ciudadanos (la derecha) o “quiere otro camino”; casi implorando reconsiderar la coalición de izquierdas con su partido.
Cataluña arde, pero los políticos –¿en qué se parecerán a los de acá?– no pueden disimular su interés, cada cual, por su lado, de llevar agua a su molino. “Se ha iniciado un camino de no retorno” lee el comunicado de los Comités de Defensa de la República (CDR), grupos auto organizados con expeditivos métodos de protesta. Los que convocaron a las movilizaciones apoyadas por el presidente de la Generalitat. Aunque ahora por su reciente condena a la violencia ya apareció en las calles de Barcelona, un letrero gigante de “Torra traidor”. Un distanciamiento entre los activistas más radicales y el gobierno catalán. Ahora bien –para que nadie se equivoque– lo que preocupa a la afición es el partido de fútbol. O sea que las tensiones vayan a interferir con el clásico entre el Real Madrid y el Barcelona del 26 de octubre. “La Liga de fútbol pidió el traslado del encuentro de Barcelona a Madrid ante las “circunstancias excepcionales” en la región”.