Por Juan Ramón Martínez
Anticipamos que cualquiera fuese el resultado del proceso de Nueva York, la oposición lo utilizaría como excusa para acosar al gobierno, buscando la salida de JOH. Lo que no hicimos fueron predicciones. Vistas las publicaciones que se hicieron en los periódicos, parecía que la Fiscalía no tenía pruebas. La petición que hiciera el jurado al juez, hace pensar que manejaron pruebas adicionales que no conocimos, mismas que permitieron que el jurado tomara una decisión unánime. Lo que supe es que, contrario a lo que piensa la oposición formal –los Zelaya, Nasralla y algunos resentidos del PN–, es que la decisión del jurado, no determinaría el curso de Honduras. Una cosa fue lo que le ocurrió a López Arellano en 1975 y otra, el cuadro en el que se mueve JOH que, no solo ha fortalecido sus fuerzas internas, sino que ha visto debilitarse a la oposición que, cada día que pasa, ha ido perdiendo fuerza y capacidad de convocatoria para unificar los disgustos que privan entre los hondureños, encaminando a la población hacia la conciencia que, la solución de los problemas, radica en la salida de JOH y en la “coronación” de Nasralla, el llamado con alguna sorna por Manuel Zelaya, como “presidente electo”.
En los análisis de los adversarios, no hay tiempo para ver las propias debilidades. Y, menos, esperar hacer una autocrítica, rígida y objetiva. Y aquí la oposición, luce atrapada, sin descubrir que los mismos métodos y procedimientos que no les han producido éxito, repitiéndolos, les darán iguales resultados. Y problemas. Esta falta de reflexión, a la que debían dedicar a sus mejores cuadros, –que los tienen aunque, algunos petrificados por los manuales de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética– les ha impedido evaluar la composición de las fuerzas de su adversario, las fisuras inevitables entre ellas y el papel del pueblo, movilizado, ejerciendo la violencia revolucionaria en el esquema crítico de Sorel o en las reflexiones puntuales sobre el tema, escritas por Walter Benjamín. Y si no han podido estudiar suficiente al adversario, tampoco han podido revisar sus métodos.
Hace un tiempo creí que, después de las negociaciones por la modificación de las estructuras electorales, escogerían el camino de la legalidad, para lograr el poder. Posiblemente nunca han leído lo que escribió Engels: “Nosotros los revolucionarios, los alborotadores, prosperamos mucho más por los medios legales que por los medios ilegales. Los partidos de orden, como ellos mismos se llaman, perecen por el estado de legalidad que ellos mismos crearon… mientras que nosotros, con esta legalidad, nos formamos músculos firmes y mejillas rosadas y respiramos la juventud eterna”. (Prólogo de Engels a “Las luchas de clases en Francia” de Marx, 1895).
En cambio, han vuelto a las mismas, sin tomar en cuenta asuntos básicos: que el pueblo está cansado de los políticos; que no apuesta por los perdedores. Y que además, estos, en vez de crear confianza, han provocado miedo entre la población, al afectarla en sus derechos. Y sin dar garantías que los “alborotadores” en el poder, harían las cosas en mejor forma que el actual gobierno. Es obvio que el liderazgo del PN, se ha debilitado en el gobierno; pero también ha perdido fuerza, frescura y aliados, la oposición que, –por su falta de auto crítica–, no ha podido salir del “foquismo guevarista” y jugar en las canchas del “populismo”, con promesas y esperanzas futuras que vayan más allá del quítate tú, para ponerme yo, porque soy más popular, honrado y digno.
El viernes estuve en SPS. Percibí en algunos de mis amigos más antiguos, miedo a la oposición. Me dijeron que irían abastecerse a los supermercados, porque la inestabilidad se impondría. Les expliqué las debilidades de la oposición; el limitado peligro que ofrece; pero están tan amedrentados que solo esperan lo peor.
La fuerza real del gobierno está en las Fuerzas Armadas, en la Policía y en este miedo que provocan los Zelaya y el farandulero, e incompetente Salvador Nasralla. Para “derribar” a JOH, por el camino que siguen, necesitarán una huelga general que no tienen capacidad de organizar. O atrayendo a grupos militares, con mando, que crean que la institucionalidad castrense, se verá garantizada con hombres “sospechosos” como Manuel Zelaya o Nasralla. No lo lograrán. Porque no despiertan confianza.