Un testarazo de Álvaro Morata en el minuto 77, siete después de haber entrado al terreno de juego, surgió al rescate del Atlético de Madrid, inofensivo, irreconocible, deprimido y al filo de la decepción del empate contra el Bayer Leverkusen, pero ganador a la espera de una reacción aún pendiente en el juego.
