Por Boris Zelaya Rubí
En el nombre de madre se encierra, la más alta expresión del amor, porque no puede haber en la tierra, una imagen más clara de Dios…
Los que conocemos del amor incondicional de una madre, nos hemos sentido indignados y llenos de los peores deseos hacia quienes recientemente ofendieron a la del Presidente de la República. Los ignorantes manipulados y convertidos en cajas de resonancia, repitieron las consignas de un personaje enviado exclusivamente para comentar con saña, induciendo al odio a los entrevistados, sobre el desarrollo del juicio que se le ha seguido al señor Antonio Hernández. Suerte para varios que el gobernante tiene una tolerancia, que no es compatible con el mote de dictador que le imponen los contrarios, porque si fuera como Ortega, Maduro y otros a quienes les rezan los enfermos del alma, ya estarían dándole cuentas al Señor, aunque no crean en él.
Decía una pariente nuestra que ya mora en el oriente eterno: no hay que abrir los armarios porque en las familias siempre hay uno que otro pecado encerrado. Cualquier descendiente de los autores de una masacre, de aquellos sacrificados por tener diferente ideología; se hubieran abstenido de ostentar cargos importantes en el gobierno, por la pena moral que el desarrollo de esos hechos debería haberlos afectado. Otros, con familiones (hasta catorce hijos, la mayoría naturales) hubieran meditado y pensar que no son un buen ejemplo para dirigir la nación, y no digamos aquellos de antañonas familias donde ha existido entre sus miembros ¡pecados de todo tipo! Bueno, sería la de nunca finalizar.
Los errores en familias grandes son motivo de mucho pesar, pero aquí entre los malsanos de corazón creen que el pecado de uno contamina a los otros o es una enfermedad contagiosa. Ahora cuando los agitadores de oficio se dedican a protestar, dañando la propiedad pública y privada, surge aquel del epitafio, queriendo ser presidente de la república, aunque sea solo dos años, anunciando que ya tiene su gabinete, no hay duda que el “arlequín empolvado”, como lo calificó un analista internacional, siempre nos divierte.
El gabinete del salvador de Honduras (que no es Dios), excandidato presidenciable de la alianza contra la dictadura, llamó a todos los partidos de oposición para conformar un “gobierno de transición”. Nos imaginamos que su gabinete de gobierno sería integrado así: presidente, por supuesto que él; ja, ja, ja, (nos disculpan, pero es difícil no reírse con un chiste de esta naturaleza). Designados, Xiomara de Zelaya y Luis Zelaya; ministro de la Presidencia, el tal “Mel”; ministra de Salud, S. Figueroa, (ojos bellos según Banegas ¿?); ministro de Educación, Juan Barahona; presidente del Banco Central, Rafael Alegría; presidente de la Corte Suprema de Justicia, el “gordito de la gorra”, Gilberto Ríos; jefe de las Fuerzas Armadas y de todos los que usen uniformes, incluidos los bomberos, M. L. Borjas; ministro del SAR, Jorge Yescas, quien fuera hace muchísimos años director de Aduanas; ministro de Comunicaciones, César Silva; ministro de Economía, el ahora político, Pedro Barquero; ministro de Relaciones Exteriores, el humilde que cuando lo presentan dice: ¿no sabe quién soy?, J. C. Barrientos; director del INA, licenciado y otras hierbas N. Ávila; ministro de Finanzas, E. Facussé; con la exclusiva misión de repartir entre los pobres todo el dinero de la empresa privada y por último como asesor presidencial, (cargo que ocupa actualmente el señor Marvin Ponce), el súper analista O. Valladares. Si se nos quedó alguien sin mencionar y se molesta por no reconocerle sus méritos, ¡lo sentimos mucho!
Para la reflexión de los agitadores de oficio, reproducimos un párrafo del comunicado de la Secretaría General de la OEA. “Las actuales corrientes de desestabilización de los sistemas políticos del continente, tienen su origen en la estrategia de las dictaduras bolivariana y cubana, que buscan nuevamente reposicionarse promoviendo conflictos políticos y sociales”.
Somos un pueblo que ama la democracia. ¡No sacrifiquen a los jóvenes!
De rodillas solo para orar a Dios.