COMO un “replay” (repetición instantánea) de la filmina proyectada en la pared. Similitudes de la crisis postelectoral vivida en el país nada más que con distintivos de credos diferentes entre el oficialismo y la oposición. Allá es la reelección de Evo –socio del club de la izquierda latinoamericana– quien, sumando este otro período de 5 años, a los 14 que lleva gobernando, bate récord como el jerarca vitalicio más longevo de la región. Nadie, ni el finado venezolano a quien la omnipotencia divina le interrumpió su cruzada bolivariana, ni el comandante sandinista, prócer de una revolución que tumbó una dinastía, solo para recetarle al país una poción revisada y mejorada de lo mismo, logran superar esa interminable estadía, con reelecciones sucesivas, del primer mandatario boliviano de origen indígena. Esta postulación presidencial para repetir, logró imponerla en el sistema político-jurídico-institucional, pese a que perdió un referéndum, cuando sometió a consulta reformar la Constitución que solo permite dos reelecciones continuas. Pero afortunadamente la Corte Constitucional lo amparó, fallando que el impedimento constitucional era una “violación a los derechos humanos”.
La oposición cifraba su esperanza en la segunda vuelta electoral, tanteando la unidad del voto en contra, de los partidos disgregados, contrarios al oficialismo, una vez la contienda tuviera que dirimirse entre dos. El conteo rápido con tendencia reflejada de unas dos terceras partes de las urnas escrutadas, daban por seguro la segunda vuelta. El oficialismo no obtenía la mayoría absoluta del 50% ni los 10 puntos de diferencia sobre su más cercano contendor. De pronto se interrumpe la transmisión de resultados. Una vez la autoridad electoral reinicia el conteo –ya con datos oficiales de casi todas las urnas contadas– gracias a la bendición de los “votos rurales”, Evo había logrado el milagro, superando por apenas 6 mil votos el margen requerido para escabullir el balotaje. Se enciende la calle con manifestaciones gubernamentales celebrando la victoria del jefe y, en la otra avenida, protestas de la oposición denunciando “fraude electoral”. (¿Van –los curiosos y los que no pierden el buen hábito de la lectura, que se informan adecuadamente leyendo y no por la desinformación ya distorsionada de los “chats” y de las redes sociales– pescando las coincidencias?). Otra casualidad. La Misión de Observadores de la OEA elabora un informe leído en una sesión extraordinaria del organismo hemisférico. Sugiere –no sabríamos si apegados a la norma de derecho de la ley boliviana– que, aunque Evo consiga los 10 puntos de diferencia “es razonable concluir que será por un porcentaje ínfimo y toda elección debe regirse por los principios de certeza, legalidad, transparencia, equidad, independencia e imparcialidad”.
Y como “varios de esos puntos han sido vulnerados, y los resultados de la elección deben ser creíbles y aceptables a toda la población”, lo mejor es –ya no repetición de las elecciones instadas por el SG en el caso hondureño– sino, allá es más fácil porque la figura ya existe, que vayan a la segunda vuelta. (¿Van siguiendo el hilo de las concomitancias? Quizás con el único factor discordante que muchos que salieron molestos reclamando “fraude electoral” acá, vean con buenos ojos lo “transparente” del proceso y del escrutinio allá). Evo, ha declarado la “emergencia nacional”, para enfrentar el “golpe de Estado” en gestación, de la derecha que quiere desconocer su triunfo. (En la OEA, no está moto, cuenta con sus compañeros de viaje, con la neutralidad del mexicano y con la expectativa que la izquierda peronista reconquiste el poder en Argentina). Para homologar los casos siameses, lo único que haría falta –sin perder el buen sentido del humor– es que acudan a la ONU. Que manden a traer al Igor de la santa paciencia –esta vez con facultades vinculantes– para que las partes en conflicto, de actores que manden a sus emisarios a platicar porque no pueden verse la cara, dialoguen durante todo un año para apaciguar las aguas agitadas. Sin que lleguen a nada que no sea, después de largo conversar, tragando gordo y a regañadientes, digerir la fatalidad de hechos consumados. A propósito. Evo no da marcha atrás. Denuncia que la MOE “ya está con el golpe de Estado”. Invita a los bolivianos a celebrar: “Hemos cumplido con la proclama de Túpac Katari: hemos vuelto hechos millones de votos”.