El sacerdote Alejandro Solalinde apoya las políticas migratorias del presidente Andrés Manuel López Obrador: frenar a los indocumentados con la Guardia Nacional, esto es con la fuerza pública armada, una estrategia que criticó con furia en sexenios pasados y hoy le cuesta el reproche de muchos de sus colegas defensores de los derechos de los sin papeles.
“No se equivoque, padre”, le soltó recientemente la monja scalabriniana Leticia Gutiérrez, quien durante poco más de una década peleó de la mano de Solalinde contra los abusos de inmigrantes en México: los secuestros, los robos, extorsiones y violaciones sexuales de civiles y uniformados.
“La política migratoria que está llevando Andres Manuel y su gobierno, es una política agresiva, violenta, abusiva, militar”, reprochó. “Nuestra responsabilidad como personas de fe, más allá de tener amistad con cualquier político, es la responsabilidad con el evangelio por encima de cualquier 4 o 5T, de izquierdas, derechas, republicanos, conservadores, demócratas o lo que sea”.
En entrevista con este diario, el cura fundador del albergue Nuestros Hermanos en el Camino en Ixtepec, Oaxaca, uno de los puntos clave del paso de centroamericanos, lamentó que sus compañeros de lucha se sientan decepcionados por su apoyo al presidente, de quien se dice cercano y en quien cree todavía, a pesar de todo.
“Es mentira que me interese ser el presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos o influir en la institución”, ataja para explicar que su apoyo al mandatario no es un asunto de poder, sino mero pragmatismo: Donald Trump condicionó el Tratado de Libre Comercio con América del Norte a cambio de frenar los flujos migratorios y acorraló a México, reconoce.
“Ahora el gobierno sólo está sacrificando el libre flujo al norte, pero los migrantes puede quedarse aquí: se les ofrece, trabajo, educación, atención médica y comida y para eso me voy a dedicar los próximos meses”.
Por ello, a sus 75 años piensa apoyar a la Cuarta Transformación ––como también se conoce al gobierno de López Obrador–– a buscar un pueblos y ciudades del sureste donde puedan vivir los miles de africanos que decidieron pedir refugio.
Hasta ahora lleva seis familias colocadas en Playa del Carmen, pero dice que lo lograrán con todas, poco a poco: en Campeche, Oaxaca, Veracruz…“Tenemos un equipo itinerante de Nuestros Hermanos en el Camino que les está buscando lugar: México puede recibir eso y más: tiene mucho que dar”, precisa.
Para algunos de sus críticos la estrategia es incoherente: no hay presupuesto para la atención de esos migrantes que son cientos de miles ––no hay cifras oficiales pero se calcula que podrían ser hasta 30,000–– además de que no hablan español y ellos quieren ganar en dólares tras huir de las guerras internas de sus países, de Camerún, El Congo y Angola…
Uno de los activistas más visibles cuyo nombre se reserva por “los viejos buenos tiempos” con Solalinde, éste cambió una buena obra por política dura: se metió a apoyar al canciller Marcelo Ebrard quien hizo a un lado las políticas más humanistas del subsecretario de Gobernación, Alejandro Encinas, para mantener influencia en el tema.
“El padre incluso dio una lista de 30 líderes defensores a los que había que mantener controlados”, puntualizó.
A sus detractores, Solalinde sugiere que se cambien su manera de ver la migración en México: no se trata de que lleguen al Norte, dice: incluso los albergues ya no funcionarán como hasta ahora, advierte.
“Tienen que ser creativos y buscar ahora la forma de ayudar a integrar a los migrantes a que se integren a la cultura mexicana. Yo nunca, en 15 años que llevo defendiendo a los migrantes, apoye que los desplazamientos masivos hasta el note, sino que los defendí de los peligros del sur y los acompañé a la Ciudad de México para denunciarlos.
“Quienes ahora me critican es porque se les acabó el negocio de llevar a EEUU su mercancía”. (eldiariony)
