PASADA la controvertida contienda de Evo –una Bolivia agitada con protestas en las calles denunciando el “fraude electoral” y el oficialismo “un golpe de Estado” de las derechas en gestación– toca el turno a Argentina y a Uruguay. Así inicia su crónica el influyente Washington Post anticipándose al resultado electoral esperado. “El peso está cayendo y parece que el cielo también. Los índices de inflación y pobreza crecen. Las reservas se encogen rápidamente. En resumen, Argentina, en un terrible déjà vu de crisis pasadas, está lanzándose una vez más hacia el abismo económico”. Se refiere al regreso del peronismo al poder. Nada más que ahora, con la Cristina detrás del telón, un licuado de las mismas políticas que, la vez pasada, dieron a Macri, la oportunidad de llegar al poder. Comprometiéndose a restaurar lo dañado. Fracasó intentándolo y ahora, en su puja por la reelección, la falta de resultados halagüeños le cobran la factura. El ganancioso de la inconformidad popular ha sido el izquierdista Alberto Fernández, jefe de Gabinete durante el kirchnerismo. Por algo lleva a la Cristina de segunda a bordo.
“En Argentina –continúa el artículo del WP– esta es la temporada del renacimiento peronista, construido sobre una coalición de una clase media desilusionada, los jóvenes de izquierda y los pobres, que están cada vez más enojados”. “A medida que se acercan las elecciones del domingo, las líneas de batalla que se trazan son sobre populismo, desigualdad y corrupción, la misma mezcla tóxica que ahora genera disturbios en América del Sur”. La esperanza de Macri de una segunda vuelta es la improbabilidad que el candidato peronista no le saque los 10 puntos de ventaja estipulados por la ley. Ahora vámonos a Uruguay. A las elecciones más reñidas en la última década y media. El Frente Unido, la coalición de izquierda que ha gobernado por tres períodos consecutivos, esta vez la tiene cuesta arriba. El candidato presidencial ocupa la mitad más uno para ganar en primera vuelta. Hasta donde alcanza la memoria, solo una vez ello ha ocurrido. Esto revelan las encuestas difundidas en intención de voto: El Frente Amplio oscila entre el 33 y el 41%, el Partido Nacional entre el 22 al 27%, el Partido Colorado del 10 al 16% y Cabildo Abierto del 10 al 16%. Con esos datos, nadie gana en primera vuelta y el repechaje sería entre el oficialista Daniel Martínez y el opositor Luis Lacalle Pou del Partido Nacional. Sin embargo, queda un 10% de indecisos que podría meter en la contienda a cualquiera de los otros dos candidatos opositores. El lema de campaña del oficialismo es “no perder lo bueno” y “hacerlo mejor”. Su candidato no es ni un caudillo carismático ni líder popular como lo fueron Mujica y Tabaré Vázquez.
El candidato del Partido Nacional que mayor probabilidad tiene que competir con el oficialismo en la segunda vuelta, perdió en la última elección contra el actual presidente. Su lema de campaña para el recambio democrático es “lo que nos une”, desde ahora, apelando a los demás partidos de oposición. El candidato del Partido Colorado –el más viejo de los partidos– es una cara nueva. Más técnico y académico que político. El Partido Colorado ha sido más afín al Partido Nacional lo que no descartaría una coalición de ambos, de cara al balotaje, para echarle la vaca al oficialismo. En un país con tradición de tres partidos, irrumpe una nueva formación. La revelación ha sido el candidato del partido derechista Cabildo Abierto. Su candidato un general retirado, excomandante en jefe del ejército nacional, de ideas nacionalistas y bastante conservadoras. Pero que no dejan de ser atractivas en esta época de antisistemas y de crisis políticas, a juzgar por el caso del triunfo de Bolsonaro en Brasil. Presumen que en un balotaje los conservadores, las derechas y los nacionalistas se harían un nudo para enfrentar la izquierda oficialista. No se anticipa agitación como sucede ahora en Bolivia y en Chile, donde la calle está que hierve.