A diferencia de muchos curas que solo les gusta las sotanas, el crucifijo, la pederastia o los medios, Patricio Larrosa es un auténtico apóstol de los pobres y de la Niñez campesina, fue seminarista de Granada y licenciado en Teología, de Salamanca, este misionero de la fe ha cambiado la vida a miles de jóvenes de los barrios pobres de Tegucigalpa especialmente a personas videntes del “hoyo” en la zona del Pedregal donde tambien existe “El infiernito”. Verbo, no sustantivo, como diría Arjona. “Nosotros no pertenecemos a ninguna orden, somos curas de pueblo, nuestra vida es acompañar a las personas y vivir la fe con ellos”, recalca Larrosa, quien quiso ser veterinario, pero se le olvidó todo porque se enamoró del proyecto de Jesús.
¿Cómo fue su niñez?
Mi niñez la pasé en el pueblo donde nací. Mis padres campesinos me enseñaron a trabajar en la tierra. Llevaba la vida de un niño del pueblo. En la calle donde nací había muchos niños de mi edad y jugábamos mucho. En las noches de verano, cuando los vecinos se juntaban en las puertas para tomar un poco el fresco, eran horas y horas de jugar.
¿Cómo era su pueblo?
No había edificio de escuela en el pueblo. Recibíamos clase en distintos lugares, donde había una habitación grande. Recuerdo que mis primeros años de escuela fueron en la casa de la maestra, doña Paquita; después en un garaje de la casa cural del pueblo. Hicieron más tarde el centro escolar y ya me tocó estrenarlo.
¿Qué anécdotas recuerda?
Como no había agua potable en las casas, todos íbamos a un caño que había en la plaza del pueblo. Llevábamos agua a las casas en cántaros y a las mulas, caballos y burras los llevábamos al trote al pilar de la fuente para que bebieran allí. Recuerdo cuando llegó la televisión al pueblo y los niños nos metíamos en las casas de los vecinos a “ver la tele”, eran otras historias. ¡Es que nací en otro tiempo! Soy bien antiguo.
¿Tuvo novias?
Claro que en los años del instituto tuve mis amigas especiales… por supuesto.
¿Cómo llegó el llamado de Dios?
Cuando tenía ocho o nueve años pasó un misionero por la clase y nos dijo que en el mundo había muchas personas que pasaban hambre y eran muy pobres. Aquel misionero nos dijo que también nosotros podíamos ayudar para que el mundo mejorara y me impresionó tanto aquella noticia que yo desconocía totalmente que pensé hacerla meta de mi vida.
¿En algún momento pensó estudiar otra cosa?
En los años de estudios en el instituto me llamó la atención poder hacer veterinaria, pero se me olvidó muy pronto. Me atrajo bastante más el proyecto de Jesús, su Evangelio.
¿Tuvo algún guía espiritual?
Mis guías espirituales han sido curas sencillos de pueblo. Me han ayudado muchas personas, no solo sacerdotes. Testimonios de laicos muy entregados al servicio de Dios y de los demás me han motivado e indirectamente indicado el camino del Evangelio.
¿Recuerda alguno en particular?
San Francisco Serrano, un misionero dominico, paisano, mi catequista Emérita, maestros de la escuela, profesores de la universidad, sacerdotes del seminario, religiosas, laicos en los años de pastoral y de vida de sacerdote han sido de gran ayuda para mí y motivación en el seguimiento de Jesús.
¿Cómo fue su vida seminarista?
Entré al Seminario Menor a los once años. Estudiaba quinto de primaria. Allí terminé también el bachillerato, en el instituto público de Guadix. A los dieciocho pasé al Seminario de Granada para hacer los cinco años de Teología ya en el Seminario Mayor. Fue una experiencia de familia: limpiábamos la casa y hacíamos la compra y la comida, arreglábamos el jardín y el rector nos acompañaba en todo. Éramos solamente siete seminaristas. Abrimos el seminario con mi curso, pues con la crisis vocacional estaba cerrado y tuvimos que recrearlo.
¿Fue difícil adaptarse?
Los años de seminario fueron los años típicos de estudiantes con exámenes incluidos, convivencias, excursiones, fin de curso y al final las ordenaciones de diácono y sacerdote.
¿A qué orden pertenece y qué diferencia tiene con respecto a las otras?
Me ordenaron para ser sacerdote de pueblo en la Diócesis de Guadix. Tenía veinticinco años. Soy sacerdote diocesano. Nosotros no pertenecemos a ninguna congregación religiosa. Somos “curas de pueblo”. Nuestra vida es acompañar a las personas de los pueblos y vivir la fe con ellos. Compartir sus historias y transmitir el mensaje de Jesús para que tengan su vida. Ayudamos al obispo en su misión de cuidar y formamos con él la familia presbiteral de la diócesis.
¿Recuerda su primera misa?
Me ordenaron de sacerdote un sábado por la tarde y la primera misa que presidí fue al día siguiente, domingo, en el pueblo donde me destinaron de diácono, Alamedilla. Fue muy emocionante.
¿Cuándo emigró de España?
En julio del año 1992 llegué a Honduras. No había trabajado de sacerdote en otro país anteriormente. Vine para tres o cuatro años, pero aquí me quedé.
¿Dónde se instaló?
Cuando llegué a Honduras estuve dos meses en la parroquia del Sagrado Corazón, de Miraflores, en Tegucigalpa. Después pasé a San José Obrero en la colonia de El Pedregal, de Tegucigalpa.
¿Cómo fueron los primeros días en la parroquia?
La acogida, desde el primer momento, fue muy afectuosa. Me encontré como en mi casa, desde el primer momento y desde mi llegada estoy muy agradecido con tantas buenas personas que me han ayudado a encontrarme como en familia. He recibido grandes testimonios de fe.
¿En qué proyectos trabajó directamente?
Estuve como cinco años de administrador parroquial en San José Obrero. Fueron años muy felices. Era una gran parroquia llena de templos y feligreses muy colaboradores. Gran cantidad de jóvenes y niños deseosos de participar de formarse y de vivir la fe con todas sus consecuencias. En estos años pude colaborar con la comunidad de las Religiosas de Santa Teresa de Calcuta que vivían y viven en la colonia Sinaí y con las religiosas Scalabrinianas que estaban en la colonia de El Pedregal. El padre Ramón Martínez Pérez estaba en el equipo y siempre muy interesado en la pastoral de la salud.
¿Recibía apoyo externo?
Un grupo de acólitos de once o doce años comenzaron a buscar la manera de ayudar a los demás y algunas personas que venían de España, también estaban interesadas en apoyar. Así comenzamos becando a unos cuantos estudiantes. Otras personas de Honduras y de España, Canadá, y Estados Unidos.
¿A cuántos estudiantes patrocina?
Se han ido organizando y hay un grupo de apoyo a estudiantes de bajos recursos que llega a unos once mil. Gracias al trabajo conjunto de muchas buenas personas de Honduras y de otros países se ha ido abriendo un espacio para que pueda crecer la esperanza de un mundo mejor para todos.
¿Usted gestiona los fondos?
Actualmente, acompaño a las personas que gestionan todos los proyectos. Los apoyos en lo que puedo en la vida espiritual, que ha de ser la impulsadora de todas las actividades. Muchos jóvenes, muy preparados y grandes profesionales, son los que coordinan y gestionan todo. Más de setecientos voluntarios hondureños hacen posible el proyecto con ayuda también del gobierno de Honduras y de muchas personas de generoso corazón de Honduras y de otros países del mundo.
¿Cómo es el hondureño en general?
Como dije, vine para tres o cuatro años y ya llevo veintisiete. Se me han pasado volando. Me he encontrado muy feliz estos años y en deuda con la Iglesia y el pueblo de Honduras, donde he encontrado una familia. La entrega y capacidad de servir de tantos hondureños que he encontrado, motivados por la fe, me animan a seguir en la tarea de evangelizar. Ellos también me evangelizan y así compartimos la fe y la vida.
A su juicio, ¿cuáles son los principales retos de Honduras para salir de la pobreza, en lo político, económico, social, cultural?
Creo que solamente hay un camino que es obligatorio recorrer para vivir con dignidad como personas y como sociedad: Una educación cristiana. Por eso quisiéramos que nuestra tarea sea eso: ayudar en la formación integral de las personas. Pensamos que una cosa es titularse y otra es estar formado. El gran Maestro es Jesús y su proyecto del Reino. Quisiéramos permanecer matriculados en su escuela siempre. Saldríamos de todos los problemas, seguro.
¿Ha pensado salir de Honduras por algún motivo?
No, nunca. Las personas con las que vivo están llenas de esperanza y la transmiten. También la fe nos llena de esperanza siempre y nos quita el miedo, la decepción y el temor a los fracasos, aunque andemos llenos de dificultades y problemas.
¿Cómo se llaman sus proyectos?
Todos tienen nombres de santos porque son los mejores aliados en el trabajo del reino. Quisiéramos hacer algunos más pues los santos son muy poderosos y ayudan bastante. Escuela de Santa Clara, Santa Teresa, Virgen de Suyapa, Santa María, San José, Santa Mónica, Santa Rosa de Lima, Santa Teresa de Calcuta, San Francisco de Asís, Divina Providencia, grandes protectores. Para tener un respaldo legal en nuestras actividades constituimos una asociación llamada Colaboración y Esfuerzo. Un nombre con un título: Aprendiendo a compartir. Es el marco que quisiéramos contuviera la vida de una extensa y fabulosa familia inspirada en los planes de Dios y su Evangelio. www.acoes.org
¿Piensa regresar a España?
Ahora mis padres están mayores y creo que es obligatorio atenderlos en España. Estaré con ellos mientras me necesiten y cuando pueda volveré a “darme una cruzadita” como se dice. Cuando no me necesiten, si Dios lo permite, me alegraría volver a Honduras, antes de que se termine la misión de mi vida. Pero seguro que Dios lo va a programar mejor que yo. A cada día le basta su afán.
¿En qué consiste la distinción que le confirió el rey de España?
Es el premio de “Los Derechos Humanos Rey Felipe VI” para todos los que colaboran a favor de un mundo mejor para los más necesitados. Son muchos miles de personas los que lo van a recibir y he tenido la suerte de compartirlo con ellas. Es un premio para todos los que han participado en el proyecto.
¿Qué opinión tiene sobre las bodas gais, inclusión de la comunidad LGTB, el aborto y que los sacerdotes se casen?
¡Qué barbaridad de pregunta! Vivimos en un mundo muy plural y hemos de trabajar por la dignidad, respeto y vida para todos. Aliviar el sufrimiento creo que nos puede unir a todos los que vivimos en la tierra en un frente común y saber llevarnos como hermanos.
¿Y sobre la corrupción en Honduras?
Es propia de gente sin preparación, muy atrasada, sea del país que sea. En todos los países se encuentra.
¿Usted cree en la rehabilitación de los pandilleros o mejor la mano dura como sugieren otros?
Las maras y las pandillas son la consecuencia de una realidad social muy fuerte de falta de oportunidades. De una gran desigualdad social. El único camino es una educación de calidad. En poco tiempo estarían terminadas si se ofreciera. Ningún pandillero o marero quiere que su hijo lo sea. Muchas veces creo que no encuentran otra salida.
¿Alguna vez fue asaltado en Tegucigalpa?
Sí. Pero ya está pasado y resuelto.
Gracias a Dios.