Por: Jorge Valladares Valladares
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Ya la Conferencia Episcopal en sendos comunicados resonó en la conciencia nacional, primero impactando con el “¡Basta ya!”, advirtiendo que la corrupción es el mayor de los males y la falta de liderazgo nuestra cicuta como sociedad, y más recientemente con la frase central: “La lacra del narcotráfico” nos corroe. Amén de estos posicionamientos, no existen documentos que podamos citar como referentes por otro sector, del difícil momento que vivimos como sociedad. La oposición política se vacía a sí misma por diferencias internas y falta de seso en el sendero a seguir como nación en crisis.
Este año seguramente superaremos la cifra de compatriotas huyendo de las condiciones sociales, políticas, de inseguridad, pobreza, violencia y falta de oportunidades que nos asechan. Esto es más de cien mil hondureños migrando hacia el norte en las peores condiciones que podamos imaginar. Como nuestra memoria es corta, ya olvidamos las imágenes de los niños en los mal denominados centros de refugio, asemejándose más a prisiones en frías salas comunes, centros de concentración llanamente donde solo su llanto interrumpe el silencio de esos fríos corredores; así como el calvario que se vive en la ruta llena de amenazas, extorsiones, violencia, desprecio y riesgos inimaginables. ¿Qué tiene que vivir un ser humano para tomar esa difícil decisión?
La crisis de liderazgo y rumbo de país subió de escala con la sentencia condenatoria, no de un exdiputado, sino del hermano del Presidente de la República, poniendo en evidencia internacional el uso de esa influencia y de acceso a información y facilitadores en el “tráfico de drogas en dimensiones épicas” tal como lo calificó el fiscal acusador en New York.
Con ese panorama, al cual no se le puede dar la espalda o vuelta de hoja como pareciera, ni por sociedad civil, ni el empresariado, la clase política, las iglesias, la academia, en fin toda la hondureñidad, al contrario, se debería estar trabajando urgentemente en una ruta con salidas viables a esta encrucijada social, política, económica y de crisis humanitaria que vivimos. Pero prima en el ambiente, el desarrollo de una agenda que desconfigura escenarios pacíficos y consensuados. Tenemos a un Presidente convocando a las bases de su partido político, olvidando que debería, al contrario, convocar al mayor número de actores; por otro lado la oposición en sus riñas internas quedando en franco ridículo y sumamos un Poder Judicial, Legislativo y el Ministerio Público paralizados, sin actuar en uno u otro sentido.
Hay preguntas inevitables en este escenario: ¿Se podrán realizar elecciones bajo la presidencia de Juan Orlando Hernández, luego de los serios señalamientos en cortes de Estados Unidos? ¿Las reformas electorales son suficientes para concluir con éxito las próximas elecciones? ¿Hay confianza en la construcción de una posible ruta de gobernabilidad?, tantas otras preguntas más seguramente están en su mente, amable lector.
Por el momento me pregunto, ¿nuestros compatriotas que dejan todo atrás tienen esperanzas en un retorno al suelo que los vio nacer? O simplemente ellos son el ejemplo vivo de una diáspora que refleja esa desesperanza de un país diferente al que tenemos hoy y que todos arrastramos en nuestro inconsciente, sin importar la clase social.
Cada mañana circulo por un centro cultural que tiene un título de una obra artística y me resuena en mi conciencia una y otra vez hace semanas, dice: “Un éxodo sin Moisés”. Si somos sinceros, justamente así se siente la Patria en este momento tristemente histórico.
¹ Abogado especialista en Derecho de la Niñez y Familia.