Por Marcio Enrique Sierra Mejía
Existen actores políticos en la sociedad política hondureña que actúan con revanchismo político, asumiendo actitudes de políticos patriotas sin serlo objetivamente, por el contrario, denotan una inteligencia emocional corroída por la frustración, la envidia y el odio enfermizo.
Estos políticos, generalmente han tenido la oportunidad de dirigir instancias de poder que, les permitían demostrar con actitudes politicas ejemplares, su capacidad para ocupar esas posiciones privilegiadas y, sin embargo, lo que demostraron fue una incapacidad y una mediocridad desafortunada, en la ejecución de su responsabilidad real medible desde cualquier ángulo que se le vea. Son actores políticos que, no obstante, tuvieron la responsabilidad de defender a la sociedad y los intereses patrimoniales del Estado, se hicieron de la “vista gorda” y permitieron que sus subalternos realizasen una corrupción vergonzosa de magnitudes similares a los volúmenes de dinero que lavan los narcotraficantes.
Los actores políticos que promueven el revanchismo político, se caracterizaron o se caracterizan por introducir y utilizar la discrecionalidad como prerrogativa exclusiva que tuvieron o tienen cuando detentan el poder, un elemento nefasto que priva en el sistema político y de justicia nacional.
Actualmente, el revanchismo político ha adquirido altos grados de presencia porque con esa actitud se pretende desestimar las positivas y efectivas acciones que se toman en la actualidad para luchar en serio contra la corrupción y la criminalidad narcotraficante.
Se perciben políticos con mucha sed de venganza y no de justicia. Son políticos que persiguen objetivos injuriosos y no reparadores. Sin percatarse que el pueblo ve el revanchismo con desconfianza y que puede llegar a repercutir como “búmeran” contra ellos mismos.
No es revanchismo político lo que necesitamos sino actitudes ecuánimes, sobre todo con una gran dosis de sabiduría, que propendan al cuidado de los intereses generales de la sociedad. Es imperativo poner en curso un ejercicio de comunicación política que le haga ver al pueblo un cambio en las actuaciones politicas y de justicia. Pretender esconder el revanchismo político tras una mascarada de oposición política basada en una crítica destructiva y de desprestigio moralista en contra del gobierno y su Presidente, me parece que causa más daño que beneficios a los intereses generales de la sociedad.
Resulta bastante dudoso que personajes políticos con antecedentes políticos cuestionables objetivamente porque durante sus periodos de autoridad y poder que tuvieron, no hiciesen o tomasen decisiones contundentes, para atacar los males que afectan a nuestra ciudadanía; ahora emergen, como “apóstoles justicieros” santos de devoción a los que la ciudadanía debe rendir admiración. Es cuidar los intereses patrimoniales del Estado la tarea mayor; sobre todo, porque tenemos un Estado en el cual tenemos una mayoría de la población que subsisten en calamidad económica.
El revanchismo político, no da la bienvenida al cambio más bien busca retorcer el rumbo del curso para acomodarlo a los intereses personalistas de los actores políticos que, por una u otra razón, han sufrido o sufren un golpe a su poder político personal, y que, por ello apelan a esa actitud insana y destructiva. ¿Qué ejemplo constructivo pueden darnos los actores políticos revanchistas que pululan venganza en contra de otros políticos, cuando ellos, han metido descaradamente la mano en las arcas públicas y actuaron indiferentemente ante el narcotráfico y sus secuelas en tiempos que ostentaban el poder real del Estado?
Está claro que en estos días nos cuesta diferenciar a los buenos políticos de los políticos vengativos porque tal parece que el trabajo contra la corrupción en estricto sentido de justicia se ha diluido en el curso de una campaña de acoso político al gobernante de turno. Hoy por hoy, los políticos vengativos se han convertido en “arquitectos del poder” y buscan crear una fuerza que sea sentida a la vista de toda la ciudadanía.
El mapa político del revanchismo político se reconfiguró a partir de la caída de Manuel Zelaya (Mel) en el 2009.
Luego continuó con mayor intensidad con Salvador Nasralla (Salva) en el 2017 al perder las elecciones, y actualmente, se intensifica con la condena a la exprimera dama en tiempos de Porfirio Lobo, y la aparición en el ruedo político, de capos narcotraficantes que actúan desde la sombra, a raíz de las declaraciones públicas que hiciesen en una corte de justicia de los Estados Unidos.
Es a partir de esos eventos políticos que se intensifica una conspiracion de venganza en contra del actual Presidente de la Republica. A la que lamentablemente se adhieren involuntaria o voluntariamente actores políticos anidados en sistemas de comunicación televisiva y radial.
Desde la óptica del observador ciudadano se percibe un revanchismo político maligno que contribuye a la desestabilización política de Honduras.