Por Mario E. Fumero
El gobierno de la República de Honduras decidió establecer cárceles de máxima seguridad para poder erradicar la violencia que existe en los centros penales comunes. La idea fue buena y bien acogida por toda la población, ya que la realidad es que los reos peligrosos deben de estar separados de los reos comunes, cuyos delitos no son violentos. Estas cárceles de máxima seguridad serían diseñadas para aquellos que han cometido delitos criminales graves y hayan pertenecido a grupos de narcotraficantes, pandillas o grupos terroristas.
Al hablar de una cárcel de máxima seguridad, uno se imagina un lugar con controles absolutos, donde es imposible la circulación de drogas, armas y cualquier tipo de violencia entre los reos, ya que supuestamente están bien separados en módulos de seguridad, con un cuerpo policíal penitenciario equipado con toda clase de recursos, para poder reprimir cualquier brote de violencia, esto es lo lógico pero, ¿qué ha ocurrido recientemente?
Hemos visto un video, en donde un reo de nombre Magdaleno es brutalmente asesinado con arma de fuego y puñaladas, delante de los agentes penitenciarios, y a sus asesinos los deja salir, aparentemente un soldado. Se tiene entendido que la víctima era un supuesto confidente de casos relacionados con el narcotráfico. Las imágenes sádicas de cómo lo matan, descargándole dos cargadores de pistolas, y apuñalándolo en varias partes del cuerpo, reflejan que en realidad no existe en estas cárceles llamadas de “máxima seguridad” una real seguridad, y que los agentes no están bien armados, ya que los que prestan sus servicios de seguridad están desarmados. Este hecho revela que tales cárceles lo único que tienen de seguridad es el nombre.
Pero hay algo que no cabe en mi cabeza, y es que cómo es posible que en estos lugares puedan entrar todo tipo de armas, cuchillos, cargadores, si supuestamente para entrar a las mismas hay que pasar por detectores de metales, además de que hay controles de visitas y una vigilancia por cámaras.
En el Proyecto Victoria, que es de régimen abierto, está prohibido incluso entrar celular, y cuando ocurre una infiltración, lo detectamos en menos de 72 horas, y no tenemos máquina, ni equipo de seguridad extrema. Es bueno entender que los agentes que prestan su servicio en estos centros penales de máxima seguridad no deberían ser conocidos, ni relacionados con los reos, por lo cual deberían tener sus rostros tapados, para evitar que dentro de estos lugares sean chantajeados y amenazados por los reclusos para obligarles a hacer cosas contrarias a sus labores. Es evidente a todas luces la incapacidad del personal y del sistema para frenar la infiltración de armas en estos centros penales, por lo tanto, no se les puede llamar de “máxima seguridad”.
Mi consejo es que aprendan de las cárceles de máxima seguridad de los Estados Unidos, Israel y otros países en donde no ocurren hechos tan vergonzosos, que dejan mal parado al país, y refleja una corrupción que se extiende a todo el sistema penitenciario y judicial.
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