Por Marcio Enrique Sierra Mejía
El concepto de ciudadanía es propio del desarrollo capitalista, la consolidación del estado nación y la expansión del liberalismo democrático porque los individuos, se constituyen en portadores de derechos. Es un concepto complejo que suscita debates que hoy por hoy son de actualidad. Estos debates giran en torno a dos aspectos importantes: la ciudadanía como modo de pertenencia a un espacio territorial y la ciudadanía como conjunto de derechos y deberes. La evolución de estos debates da lugar a posturas politicas diferentes, que en la actualidad podemos enmarcar en diferentes corrientes diferenciadas. Una define la ciudadanía bajo una perspectiva liberal (el individuo es portador de derechos, pero no deberes), otra bajo la perspectiva republicana (concede derechos especiales a diferentes tipos de personas), otra la concibe comunitarista (critica el individualismo, enfatiza en el grupo cultural o étnico, la solidaridad para maximizar los beneficios individuales) y, finalmente, otra que se percibe libertaria (abandona cláusulas individualistas y promueve ideas socializantes o aumento de atribuciones del Estado). En Honduras, se puede considerar que los dos conceptos dominantes de ciudadanía son el liberal y el republicano, en tanto que el comunitarista y el libertario son de menor incidencia.
La ciudadanía es una condición manifiesta del desarrollo hondureño que aún está en proceso de construcción y que va más allá de la simple obtención de la tarjeta de identidad que acredita a la persona ser parte del país. Si bien con solo nacer en Honduras se adquiere la nacionalidad hondureña, transcurrido cierto tiempo de vida establecido por la ley, es necesario pasar el proceso de formalización legal de nuestra identidad formal ante el Registro Nacional de las Personas.
Obtener la tarjeta de identidad no solo significa la formalización legal de nuestra existencia como hondureño, también implica que se adquieren derechos y deberes que están establecidos en códigos de normas o en nuestra Constitución. En otras palabras, la ciudadanía es más que la validación legal de nuestra tarjeta de identidad, también es adoptar una forma de comportamiento que respeta normas que regulan nuestro desarrollo como humanos que somos.
Sin embargo, por razones de incultura, ignorancia, deformaciones psicosociales, violencias, atraso socioeconómico y otras causas estructurales como el deterioro de las relaciones de respeto activas, nuestras ciudadanías se “desconstruyen”, y en su lugar, domina el irrespeto generalizado a las normas legales, la deshonestidad, la amoralidad en los asuntos públicos y privados, la injusticia, la impunidad y muchas otras manifestaciones, que hacen del Estado hondureño, un lugar con ciudadanías mal desarrolladas. Tenemos una formación de ciudadanía caracterizada por un bajo nivel de comprensión y respeto para convivir con los demás.
Somos un país en el que la construcción de ciudadanía una vez obtenida la edad necesaria para ejercer plenamente derechos, va debilitándose causando “un vacío democrático” en el que se forma una personalidad individual y social, deficiente en valores que la comunidad considera valiosos y positivos para tener orden, la paz y con una mira puesta en el progreso ético, material, tecnológico y científico.
Pareciera que la mayoría de nuestras familias y las escuelas han caído en la irresponsabilidad y no están conformando en los niños una conciencia solidaria, reflexiva y crítica, para formar hondureños y hondureñas libres, autónomos y responsables. La ciudadanía en general no tiene una conciencia clara de sus derechos y deberes, ni conocen o irrespetan los límites que tienen sus derechos y de que pertenecen a una comunidad que necesita compartir un sentimiento de patria a la que deben respetar y honrar, especialmente en el cuidado del medio ambiente, de las posesiones públicas y privadas, y en compartir la aspiración de desarrollar una participación política, de modo responsable, con la mira en el bien común.
No tenemos un rumbo claro sobre a qué aspiramos en la construcción de ciudadanía. Ni siquiera es tema de la agenda política nacional. No estamos generando en el pueblo actitudes responsables, conscientes, razonables y pacificas que respeten las normas legales que se dictan válidamente.
El buen ciudadano o ciudadana teme involucrarse en los problemas de su comunidad, aunque le afecten de modo directo, se ha perdido la solidaridad, la cooperación, el trabajo y el estudio para desarrollar el bien común y para hacer del Estado de Honduras un lugar merecedor de una convivencia sana.
Necesitamos construir ciudadanía, es decir, conciencia ciudadana en las personas sobre las normas no formales de convivencia, el fortalecimiento de la civilidad, de la sociedad civil. Un ciudadano capaz de vivir en democracia, que entienda cómo lograr la cohesión social, la equidad, la participación, en suma, la moderna ciudadanía.