Por: Carolina Fuentes
Fotos: Omar Banegas
En una casa de adobe cuyas paredes se caen a pedazos vive una mujer muy importante. ¿Acaso es una diputada, una doctora o una ministra? No. Su nombre es Juana Nolasco, una hondureña relevante por una sencilla razón: su vida refleja la pobreza en la que vive más del 60 por ciento de la población, en especial, los adultos mayores.
Su vivienda se ubica en el barrio Morazán de Tegucigalpa, donde reside con su única hija, Lucita, quien da pasos lentos con sus pies malformados y se tambalea sin caer, como si Dios la sostuviera.
¿Quién es doña Juana? Ella olvidó la mayor parte de su vida… ¿Cuántos años tiene?, se le pregunta, a lo que ella responde: “No me acuerdo”, sentada en un sucio sillón de tela desgarrada por el uso.
¿Tendrá unos 80 años?, se le consulta a la anciana, quien esta vez suelta una carcajada, dejando ver los escasos dientes que aún conserva. Luego, con inocencia asegura: “¡Nooo!, tengo menos… si tuviera 80 años, ya estuviera viejita, como mi hermana que ya no puede caminar”. En la vivienda no hay espejos y eso quizá explica por qué la entrevistada no ha reparado en la piel de su rostro fruncida por el tiempo.

UNA VIDA SIN MEMORIA
Sobre su hermana cuenta que se llama Isabel, pero “no sé dónde está, yo la he buscado por arriba, con la hija… ¿A dónde es, Lucita?”, le pregunta a su hija y esta le contesta “aiiia”, intentando decir “arriba”.
Doña Juana relata que la casa la heredó de su madre, mas no sabe cuándo murió. Las paredes verdes están curtidas por el polvo y la grasa, y la carcoma “llueve” a ratos por los agujeros del techo de madera.
Tampoco recuerda el nombre del papá de su hija, pero dice que falleció joven. A quien menciona con frecuencia es a su hermano “Miguelito”, que, según advierte, es muy enojado y le ha dicho que “cuidadito dejás entrar hombres a la casa”.
¿Quién es Lucita? La joven intenta conversar, pero apenas balbucea. Si hubiese gozado del tesoro de la salud mental, ella actualmente estaría trabajando para ayudar a su madre, pero no fue así… La vida las despojó a ambas de la memoria y la lucidez.
Madre e hija conviven con seis gatos cuyas pupilas verdes es lo único que brilla al anochecer, entre las penumbras de la antigua casa, ya que al haber dejado de pagar el servicio público, carecen de energía eléctrica. Las heces fecales de las mascotas se ocultan bajo la única cama y sobre las montañas de ropa sucia amontonada en los rincones.
Las paredes que dan al patio, a la distancia, se ven salpicadas por incontables manchas negras, que al acercarse se percibe que se trata de huevos de cucarachas.

PELIGRO DE INCENDIO
Las manos enmugrecidas de la anciana y su pelo enmarañado delatan que el inmueble también carece de agua potable y no se pueden bañar. En el patio hay dos barriles azules, grandes, casi vacíos, con restos de agua que las mujeres no logran alcanzar con una paila.
Una vela blanca junto a la cama y el olor a gas alrededor de una estufa advierten del peligro de un incendio. Cáscaras de huevos, bolsas de sal, envoltorios de alimentos, cajas y botes vacíos han ido invadiendo la pequeña mesa de la cocina, cubierta por una negra capa de grasa y tile.
¿Cómo hace para comer? La anciana calla por un par de segundos y luego afirma que “tengo amigas que me traen sopa, carne, de todo me traen aquí…”. Sus palabras no coinciden con la realidad…
En el patio hay una canasta plástica con mandarinas; sobre la estufa, en una olla con agua, hay cinco huevos duros; varias libras de manteca han sido colocadas junto a las almohadas, y bolsas llenas de pan dulce endurecido cuelgan de una soga, para que los gatos no las puedan alcanzar.

Mientras conversa con LA TRIBUNA, la anciana enfatiza que “¿pedir?, ¡Jamás!, mi madre me dijo: jamás vayás a andar pidiendo, como mendigo”, por lo que al preguntarle si necesita algún tipo de ayuda contesta: “no, no, no, no, no”.
¿Acaso doña Juanita y su hija Lucita pasarán una triste Navidad? La respuesta a esta interrogante la tienen los miles de hondureños y extranjeros de buen corazón que pueden aportar su granito de arena para cambiar la vida de esta familia.

¿A QUÉ SE DEDICABA?
Su último sueldo fue de 60 lempiras
En el Distrito Central hay más de 60,000 mujeres mayores de 65 años, como Juana Nolasco, según refleja la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples 2017 del Instituto Nacional de Estadística (INE).
De un total de más de dos millones de hogares que hay en Honduras, 864,776 son sostenidos por un jefe de familia mayor de 50 años, sin embargo, doña Juana ya no trabaja, solo recuerda que en su último empleo “trabajé con el abogado Marco Tulio Trejo y el abogado Marco Aurelio Castro, mi sueldo era de 60 lempiras”. ¿En qué consistía su trabajo? La anciana responde “no me acuerdo”.
En Honduras, según la encuesta del INE, más de 251,000 adultos mayores están ocupados; Juana Nolasco forma parte de los 3,017 que están desocupados.
Según la Ley Integral de Protección al Adulto Mayor y Jubilados, el “adulto mayor indigente” es aquel que “carece de recursos económicos y/o financieros, o que recibe ingresos insuficientes para su subsistencia, que no está protegido por instituciones de seguridad social y cuyos parientes no están en capacidad de velar por su adecuado sostenimiento, conforme a las disposiciones vigentes”. Ese concepto define la condición en que se encuentra Juana Nolasco, por lo que urge que alguna noble institución le brinde auxilio.

DATOS
“Los dones tenemos que ponerlos al servicio del Señor”, afirma José, un profesional universitario que ha decidido practicar el amor al prójimo, tendiéndole su mano solidaria a Juana Nolasco. Si alguna persona de buen corazón desea brindarle cualquier tipo de ayuda a la anciana, puede comunicarse con José al número 9995-9521, para conocer cómo contactar a esta hondureña desamparada.
