Por Juan Ramón Martínez
Vargas Llosa dijo recientemente que el oficio más hermoso y que da más felicidad, “es escribir novelas”. Y lo confirma, con la satisfacción que exhuma cada vez que se le ve. Y conversa con él. Y además, lo comparto por experiencia personal. En forma parcial, en vista que no he escrito una novela. Cuyo propósito –una vez que lo dije en público– incomodó a Ramón Oquelí que, me dijo airado: “deje eso para Julio Escoto que lo hace bien; dedíquese a lo suyo, a hacer análisis político”, no le he podido cumplir. Aunque ganas no me faltan. Sin embargo, posiblemente la tercera satisfacción mayor que he experimentado, después de ser hondureño y miembro de la familia en la que me cobijo en un círculo de apretados afectos, es escribir para los periódicos. Especialmente, aquí en LA TRIBUNA donde me he formado; me dieron los primeros consejos y me hicieron creer que al final, lograría someterme a la disciplina del oficio periodístico. Por manera que si volviera a empezar mi ruta vital, no me gustaría ser otra cosa que, escritor. Ni renunciar nunca a la fraterna relación que he mantenido en estos últimos 43 años con LA TRIBUNA.
En 1962, algún amigo liberal –en Olanchito los nacionalistas eran minoría– me contó que Villeda Morales, al concluir su mandato, fundaría un periódico. Como Armando Echenique, primo hermano de Edilberto y de Fredy; y Wilfredo Mayorga, a quien había conocido en Olanchito, eran entonces redactores de Diario El Pueblo, seguir sus pasos era una tentación recurrente. En 1963, derribado el gobierno de Villeda Morales, el proyecto si acaso existió, –porque no tengo prueba alguna–, me consagré a mis estudios en la “Escuela Superior del Profesorado”. Solo una vez escribí una breve nota, un año después, para El Diario La Prensa, a petición de Segisfredo Pineda, que era su corresponsal en Tegucigalpa. En 1966, mientras dirigí el colegio secundario de Langue, Valle, con Carlos Laínez y los alumnos más dispuestos, entre ellos, Ernesto Gálvez y Germán Tovar, fundé “Futuro” –en homenaje a uno similar que había dirigido Murillo Soto en Olanchito– que mimeografiado, lo hacíamos circular cada sábado. Creo que esa experiencia, nadie más la ha continuado en Langue, hasta donde he sabido.
En 1977, de regreso a Tegucigalpa, casado, con hijos y estudiando Derecho en la UNAH, Adán Elvir me invitó a escribir en LA TRIBUNA, que Óscar Flores había puesto en circulación el 9 de diciembre de ese año. Me honró la invitación de Adán. La discutimos con Nora y estuvimos de acuerdo que me permitiría realizar un magisterio que siempre había soñado. “Y hacer lo que te gusta, dijo ella”. Desde el 9 de febrero del 78, empecé a escribir –un poco indisciplinado al principio– hasta los últimos treinta en que disciplinadamente, visito dos veces semanalmente a mis lectores, convirtiéndome así, en el más antiguo de los columnistas de LA TRIBUNA, una vez que nos dejó para siempre Orlando Henríquez. Óscar Flores me invitó a escribir editoriales, cosa que hice un par de veces, pero como no sentí placer en la tarea, la dejé discretamente y él, que conocía los secretos del oficio y tenía olfato para evitar que los que creía que teníamos futuro, nos fatigáramos, no insistió. Cuando Carlos Flores, fue presidente del Congreso y titular del Ejecutivo, Adán Elvir me pidió que editorializara. Cosa que hice con enorme gusto, durante más de ocho años. Después, como corresponde, Carlos asumió la tarea, la que hace con soltura, imaginación y fuerte compromiso con Honduras.
En LA TRIBUNA, sabemos que no tenemos toda la verdad. Por ello, damos opiniones sobre la realidad, sin negarle el derecho a los demás a que, hagan lo mismo. De allí que, en las páginas editoriales, han escrito todos los que han querido. Incluso algunos que, insinuándolo, amenazan la existencia de la nación. Confirmando que aquí, nadie sobra. Todos somos útiles y necesarios. Defendiendo, eso sí, el clima necesario de tolerancia para escucharnos, sin faltar al respeto y sin imaginarnos en anormales “propietarios” de la verdad. O, en los “dueños” exclusivos de Honduras.
En este 43 aniversario de LA TRIBUNA, celebro lo logrado, abrigando la esperanza que mientras prive la libertad y la tolerancia, el país tendrá en algún momento, su merecido tiempo de esplendor.