Por José Rolando Sarmiento Rosales
La OMS presentó los datos anuales sobre esta enfermedad curable, que acaba cada año con la vida de más de 400,000 personas. Estas son las claves para entender en qué punto está la batalla hacia su eliminación. Algunas especies de mosquitos son las encargadas de transmitir la malaria. Una enfermedad curable, que, sin embargo, cada año cobra miles de vidas. El camino a su erradicación parecía despejado hasta que en 2015 los avances se estancaron. ¿Qué pasó? La Organización Mundial de la Salud (OMS) acaba de publicar su balance anual y el director del programa de la erradicación de la malaria, Pedro Alonso, aporta algunas claves para entender en qué punto estamos.
En 2018, a 405,000 personas. El año anterior se estima que acabó con la vida de 416,000. Un total de 228 millones de personas viven con la enfermedad. “Lo importante es que no aumenta, nos hemos estabilizado, pero la cifra en lo que esto ha ocurrido sigue siendo demasiado alta. Nadie puede estar contento con estos resultados”, explica Pedro Alonso. Sus palabras tienen un toque pesimista porque el descenso es poco si se compara con los espectaculares resultados de principios de siglo. Entre 2000 y 2015 las muertes cayeron un 60%.
Es una larga lucha sanitaria en los países del mundo afectados por la enfermedad, sobre todo en los de clima cálido como nuestra nación Honduras, ubicada en el clima tropical, sobre todo en las zonas costeras y de menor altura, como los departamentos de Cortés, Atlántida, Colón, Gracias a Dios, y aledaños como Olancho, Yoro y Santa Bárbara, y de igual manera los ubicados en la zona del Golfo de Fonseca, Choluteca y Valle, sin embargo, el paludismo se hace sentir en otros lugares de nuestra geografía.
Por ello la Secretaría de Salud, con asesoría de la OMS y la OPS, creó el Servicio Nacional de Erradicación de la Malaria (SNEM), cuyas brigadas de fumigación y aplicación de las pruebas sanguíneas para la comprobación de los casos con la afectación, a causa de la picada del mosquito Anofeles, y la aplicación de las dosis curativas de Aralén y el Sulfato de Primaquina para su curación; se desempeñaron con buen suceso, logrando avances sustanciales en el combate al vector, en los humedales naturales donde se procrea el insecto, lucha a la cual se sumó el personal sanitario de las dos compañías bananeras, para lograr proteger a sus miles de trabajadores y sus familias, ya que en el período de infestación del paludismo, el que lo sufre queda incapacitado por varias semanas, dadas las altas fiebres y el dolor de cuerpo.
Habiendo desaparecido el SNEM, actualmente existe una entidad de Salud Pública conocida como Control de Vectores, que desde la capital y las regiones sanitarias establecidas en el país, asumió las funciones de la lucha contra los insectos voladores que con su picadura inoculan el germen de la enfermedad de la malaria o paludismo en la personas, sumándose las afecciones de la fiebre amarilla, del dengue, zika y chikungunya, sobre todo desde mediados de los años 70s hasta ahora, con miles de infectados en todo Honduras, alcanzando su mayor índice de enfermos y los fallecidos por casos de dengue grave, provocado por la especie identificada como Aedes Aegipti.
La situación a principios de los 2000 era tan crítica, que todo lo que se puso en marcha tuvo un resultado exitoso en un plazo relativamente breve. Pero tras los logros, llega el momento de afinar para reducir esta enfermedad. La falta de inversión, la necesidad de programas más precisos y la urgencia de implicar a los gobiernos de los países más afectados son algunas de las claves en las estadísticas de los últimos tiempos. Este año se ha producido una recaudación récord del Fondo Global de la Lucha contra la malaria, el sida y la tuberculosis, una especie de lucha internacional en la que los países y entidades internacionales aportan dinero para la causa. “Es una buena noticia pero no va a ser un salto cualitativo, el fondo tiene sus límites”.
La región latinoamericana tiene una carga muy baja y en los últimos años ha hecho progresos sobresalientes, pero la OMS ya advirtió de su preocupación por el caso de Venezuela el año pasado. La malaria o paludismo se cura. Si se detecta, es posible poner solución con medicamentos o incluso hay veces que el cuerpo acaba con ella por sus propios mecanismos inmunes.