TODAVÍA las autoridades educativas y los colegios magisteriales están negociando lo relativo al concurso de los maestros reprobados. Como esas son cuestiones objeto de negociación, ya que no hay nada definitivo sobre los que aplazan en los exámenes, habría que esperar que les repitan el examen, o el concurso. Ahora por el lado de los estudiantes. “Más de 160,000 jóvenes que reprobaron el año lectivo iniciaron la matrícula en el Programa Todos Podemos Avanzar (TPA), en las siete sedes asignadas”. Los padres de familia deberán pagar alrededor de unos 500 lempiras para que sus hijos tengan derecho al proceso de recuperación. ¿A qué se deberá estas graves deficiencias en el sistema educativo? Tanto de los que enseñan como de los que aprenden. Entrevistados varios de los padres de familia en los colegios donde se imparten cursos de recuperación manifestaron que “sus hijos no aprobaron el año escolar por las constantes protestas, tanto de docentes como de alumnos”. Otros no concuerdan con esa justificación. Más bien consideran que “los jóvenes no aprobaron por problemas de seguridad, falta de empleo de los padres”.
Hubo uno que otro que no quiso dar excusa más bien generalizó que “estos cipotes es que son haraganes, que no se preocupan por estudiar”. Pero hay otras consideraciones que los psicólogos dicen que deben tomarse en cuenta: “La saturación de contenidos que a muchos niños les cuesta retener y aprender”. “Jóvenes con problemas de aprendizaje, como la dislexia o trastornos específicos del desarrollo. Este último tiene que ver con dificultades o problemas importantes en la adquisición de competencias en el campo de la lectura, escritura y el razonamiento matemático”. “Los trastornos psicológicos también influyen en el fracaso escolar. Los miedos y las fobias que pueden desarrollar modifican su conducta, haciendo que pierdan todo interés por aprender, mientras sus temores van creciendo”. Una revista especializada apunta que “no hay que descartar una mala aplicación en las estrategias pedagógicas. Hay que recordar que la actitud de los profesores juega un papel importante en el aprendizaje de los niños”. “Los problemas familiares también juegan un papel importante. Si los padres no se encargan de ayudar y motivar a sus hijos en casa, o si existen peleas constantes y hasta abuso, los niños no tendrán ningún interés en aprender”. “Otra razón es el abuso o maltrato de los otros niños. El acoso hace que muchos jóvenes desarrollen miedos y temores, a tal punto que prefieren no ir a la escuela para evitar este tipo de situaciones”. “Las estrategias pedagógicas correctas y el apoyo de los padres los motivará a seguir formándose y así evitarán el fracaso escolar”.
Si bien esas serían algunas de las causas que deben sopesarse, hay grietas más profundas que fracturan el sistema de aprendizaje. Incluso extensivo a la sociedad y la escasa cultura general. ¿No escucha la autoridad educativa –decíamos en editorial anterior– el estridente chirrido de la alarma que les haga reflexionar sobre esos hábitos, más bien resabios, como adicciones no a los libros sino a los aparatos digitales que mantienen a maestros y alumnos como zombis hipnotizados? (No informándose o aprendiendo, sino divirtiéndose y divagándose). ¿Se han puesto a meditar sobre la calidad de la enseñanza –versus el tiempo dedicado a frivolidades en las redes sociales y a insustanciales divagaciones en los “chats” — que se ofrece en los centros de educativos del país? ¿Qué grave trastorno incide en el aprendizaje, la instrucción y la educación de calidad? ¿Han analizado los efectos de la pérdida del hábito de la lectura como trastorno de la sociedad, que en mucho explica la pobreza de bagaje cultural de tanta gente?