Por Marcio Enrique Sierra Mejía
Estamos llegando al final de 2019 contra viento y marea a salvos. Navegando, siguiendo un rumbo incierto que pareciera no tener un fin claro porque la desconfianza social ha invadido en nuestros corazones y en nuestras mentes. Pues bien, quienes han contribuido a generar desconfianza social lo han logrado. Tanto aquellos que la promueven intencionadamente con fines políticos porque quieren tomar el poder del Estado desde trincheras de oposición política ante el gobierno de bandera nacionalista, usando muy bien vías modernas de comunicación masivas como lo son las redes sociales para crear “irigotes” mentales en la ciudadanía y causar actitudes sociales irreverentes, como también por parte de quienes ostentan el poder político, al ejercer la hegemonía política real en el gobierno, cometiendo errores de manejo gubernamental y realizar procesos corruptivos que dañan la confianza que ellos mismos buscan obtener por parte de la ciudadanía. Y tampoco quedan por fuera actores de sociedad civil y de la empresa privada que, bajo la mesa confabulan en complicidad con narcotraficantes y hasta con miembros de emblemáticas maras, para cometer delitos de extorsión u otros de tal naturaleza. Unos y otros son los responsables de los preocupantes resultados que estudios exploratorios de percepción nos evidencian sobre la confianza en Honduras.
El diagnóstico de confianza que la subsecretaria de Seguridad en asuntos interinstitucionales con apoyo del DCAF y la Cooperación Suiza realizó, aplicando conversatorios y una escala de Likert a grupos vulnerables de Tegucigalpa y Choluteca, demuestra que se percibe poca confianza de la familia con sus vecinos, de la familia con su comunidad, y de la familia con los servicios de salud pública, de la familia con los servicios de educación pública, de la familia con los servicios de justicia, de la familia con los servicios municipales y de la familia con los servicios policiales (CEASCI, UTECI, DECAF, noviembre 2019).
Este acercamiento exploratorio inicial al asunto de la confianza basado en instrumentos de investigación cualitativa aplicada, nos ha permitido constatar que, los niveles de confianza entre instituciones son bajos. Es decir, enfrentamos una confianza social baja. Los miembros de grupos vulnerables confían muy poco en las instituciones estratégicas necesarias para lograr convivencia y seguridad ciudadana. Lo cual podría indicarnos, la existencia de un proceso débil de movilidad social que no contribuye a generar gentes atrevidas, abiertas y buscadores de oportunidades y con elevada ansiedad social, miedo a lo desconocido o daños en el estado de relaciones de convivencia. Aparentemente, existe fobia social porque el contacto social se ve como potencial amenaza. Esto podría deberse a episodios en el pasado que hacen crecer la desconfianza en las instituciones estratégicas. Caen en fobia social para evitar posibles situaciones de peligro producidas o generadas por el contacto con esas instituciones. Como que existe miedo a las relaciones sociales que impide disfrutar de una vida social enriquecedora, lo que nos obliga a prestarle la debida atención, a los procesos que, contribuyan a saber usar la confianza social como punto de apoyo para superar el miedo.
La confianza social es la herramienta adecuada con la que se puede combatir la fobia social. Además, permite establecer relaciones más sanas y disfrutar la vida social. En otras palabras, tenemos que cultivar y reforzar la confianza social. Hay que apuntalar estrategias para aumentar la confianza social. Generar sentimientos de preocupación por saber más sobre nuestras comunidades, amigos y familiares, apoyar a la gente a mostrarse como tales y como son, a desarrollar una personalidad propia bajándoles los niveles de preocupación por lo que los demás puedan pensar. Promover que defiendan sus propias ideas y opiniones. Estimular la música, el arte, el deporte o la moda para romper el silencio en el que se encuentran, generando mayor confianza social. Hay que fomentar actividades de distinta índole, como reuniones de la comunidad de vecinos, fiestas vecinales o eventos entre amigos. Enseñarles a dialogar en una forma tranquila y detallada, especialmente cuando se trata de conversaciones informales entre amigos.
Tenemos que aplicar estrategias para mejorar la confianza social, creando condiciones para que la gente disfrute de una vida social más activa y saludable, en la que puedan mostrar la auténtica personalidad. La desconfianza no es más que lo opuesto a la confianza. Es una emoción humana negativa porque implica inseguridad sobre las acciones que puedan desplegar las instituciones en el futuro. Es una actitud absolutamente consciente y voluntaria que surge de quien la sostiene y que no depende de otros de ningún modo. Por el contrario, la confianza es la seguridad plena o esperanza firme que la gente siente o le tiene a otro individuo, o a alguna cuestión, por ejemplo, un proyecto o plan que se tiene plena certeza que va a funcionar.