Por Mario E. Fumero
Vivo en un mundo plagado de mentiras1. Tristemente la misma inunda todos los aspectos de la vida diaria, tanto en la política, como en el comercio, los medios de comunicación, el Internet y las redes sociales. No podemos evitar que la mentira se haya convertido en una cultura, un arte que respalda la corrupción, el robo, el engaño, el descrédito y toda clase de males, porque la naturaleza humana, bíblicamente hablando, está viciada (Efesios 4:22). Pero lo que más me duele es ver que la mentira se ha convertido en parte de la cultura eclesiástica, donde no solamente mienten los nuevos convertidos y los cristianos viejos, sino también los líderes religiosos, que envuelven los mensajes con mentiras, mezcladas con medias verdades, que atentan contra la verdad (Santiago 3:14), principalmente de aquellos que usando el nombre de Dios, profetizan mentiras (Isaías 59:13).
La Biblia habla mucho de la mentira. El apóstol Pablo recomienda que no mintamos los unos a los otros (Colosenses 3:9), y coloca a los mentirosos en la misma lista de los fornicarios, sodomitas y secuestradores (1 Timoteo 1:10), y establece que cuando la mentira repetitiva y constante está envuelta de hipocresía y produce una cauterización2 de la conciencia (1 Timoteo 4:2). En el decálogo mosaico se compara el acto de matar, de la cual hay que alejarse (Éxodo 23:7) y la coloca al lado del hurto y el engaño (Levítico 19:11), y se presenta la mentira como falso testimonio (Éxodo 20:16), y en muchas partes de la Biblia señala la mentira como un grave pecado, del cual tenemos que arrepentirnos, porque por la mentira podemos perecer (Proverbios 21:28).
Pero ¿qué encierra en sí la mentira? La mentira le abre la puerta al engaño. Donde hay engaño aparece la desconfianza, y la desconfianza destruye la integridad. El engaño, como la calumnia, son dos conductas muy despreciadas por Dios a lo largo de las historias bíblicas. Recordemos el caso de la conspiración de Coré contra Moisés, cuando al murmurar contra la autoridad, se desencadenó la ira de Dios sobre él y los que le siguieron, y la tierra se abrió, y los tragó los vivos al Hades (Número 16:30-33). Por otro lado, encontramos en la Biblia el caso de Ananías y Safira, los cuales mintieron, pues ofrecieron dar la venta de su heredad, pero se quedaron con una parte, tratando de engañar a Dios, hecho que les ocasionó la muerte (Hechos 5:1-5).
La mentira tiene muchas formas de manifestarse, como por ejemplo: aquel que promete algo que sabe que no puede cumplir, o aquel que dice llegar, sabiendo que no puede llegar, o al distraerse en el camino, y no llegar a tiempo, inventa una mentira (llamada excusa) para justificar su error. También se considera mentira evadir una respuesta correcta, usando una media verdad, la envuelve con otra media mentira. Otra forma de mentir está en la impuntualidad, algo endémico en Latinoamérica, aunque es un acto de irresponsabilidad, muchas veces va acompañada de mentira, con la cual se trata de justificar el hecho de llegar tarde. También es mentira predicar y exigir algo a los demás, que uno mismo no está dispuesto a cumplir. También entra al plano de la mentira las falsas promesas, la calumnia, falsificación, cuento, o el uso de actitudes diplomáticas para no decir la verdad, y quedar bien con todos, a fin de no tener enemigos, algo común en la política de las naciones.
Si hablamos de la mentira, debemos también hablar de la sinceridad, la cual es opuesta a la misma. La sinceridad es evidencia de rectitud e integridad, porque las personas que hablan la verdad, saben que tarde o temprano tendrán problemas, porque al no quedar bien con los hombres por decir la verdad, serán rechazados, pero debemos ser fiel a Dios, ya que tenemos que obedecerlo antes que a los hombres (Hechos 5:29). Cuando hay sinceridad, hay franqueza (2 Corintios 3:12), y ambas están ligadas a la integridad (Tito 2:7), la cual nos da credibilidad y nos hacen aceptos delante de Dios.
La mentira está asociada con la hipocresía. Si hay algo que repudió Jesús en su ministerio fue la hipocresía de los religiosos de su época. En Mateo capítulo 23 tenemos toda una serie de texto en donde presenta este hecho de forma repetitiva, porque es evidente que en el hipócrita siempre hay un alto grado de mentira y engaño.
– Expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se piensa o se siente.
-kausteriazo (kausthriavzw, 2743), quemar con un hierro de cauterizar (cf. el vocablo castellano cáustico). Estado de insensibilidad espiritual. Cauterizar sería perder la sensibilidad -quiero insistir en total o parcialmente-, que es la capacidad de distinguir entre el bien y el mal.
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