Por José Antonio Pereira Ortega
Coronel ® japo916@yahoo.es
Estamos en adviento, un tiempo de celebración de los cristianos, es un período santo y es a su vez una época de alegría para los mismos, caracterizado por la preparación espiritual del nacimiento de Jesús, se marca en los últimos cuatro domingos antes de la Navidad, marca también el inicio de un nuevo año litúrgico.
He querido referir este tiempo del adviento porque es un período de vivencia espiritual, de convivencia familiar, época de conversión, y es propicio para que los hondureños sin distingos de ninguna clase, podamos solventar diferencias y propiciar felicidad a nuestras familias, vecinos, promover un tiempo de dar y recibir, de perdonar y de enmendar, que tengamos un tiempo de confiar, de compartir valores y principios que hemos procrastinado en perjuicio de nuestro desarrollo e interrelación personal y comunitaria sustituyéndolos fácilmente por desconfianza, egoísmo y hasta odios al prójimo, que nos mantienen enfrentados y con miedos por la incertidumbre.
He mencionado antes en otros artículos el porqué de esa lucha constante entre las personas, porque está en la naturaleza de cada uno la disputa por superarse, la competencia por ser mejor, la lucha por tener y preservar el poder, lo cual nos convierte en rivales, y con ello se crean las barreras, las desconfianzas y damos cabida a los malos sentimientos, a la prevalencia del yo, a cualquier costo, aunque avasallemos a nuestros semejantes, dejando en mito el mandato del Todopoderoso, “amaos los unos a los otros”.
Pero cómo podemos amar al prójimo sin dispensarle respeto y confianza, hemos quedado a deber en este sentido, una relación debe ser fecunda en la confianza mutua, se han invertido millones de recursos desarrollando mecanismos por la desconfianza que prevalece en nuestras relaciones, sean estas familiares, laborales, sociales o comerciales, cada día nos distanciamos más, cada día nos desentendemos del gregarismo, se nos imposibilita convivir y trabajar juntos.
Visto así, debemos entender la necesidad de enmendar en nuestro estilo de convivencia y en nuestras relaciones interpersonales, sociales y hasta en corregir nuestra intrincada manera de ejercer la actividad política partidaria nacional, propia del sistema democrático representativo que proclamamos en nuestro país, un sistema que se presume se basa en todo tipo de valores, con mentalidad abierta, con una ciudadanía educada, al menos instruida, con cortesía, respeto, honestidad, tolerancia y confianza, y que al entrar en competencia esa democracia representativa se complica, tratando de cómo resolver nuestras diferencias saturadas de dificultad, producto de la desconfianza desnaturalizada.
Como tal relación es sustentada en la suspicacia instituida, crece la dificultad para entenderse al no confiar el uno en el otro, simplemente se vuelve difícil, se complican las negociaciones productivas, los compromisos, debates y cualquier otro mecanismo para resolver diferencias en todo nuestro accionar, hechos latentes en nuestro entorno, pongo como ejemplo: en un Congreso Nacional colmado de desconfianza el llegar a acuerdos, legislar y crear leyes, es sumamente difícil, lo cual repercute en el gobierno central, volviéndolo complejo e ineficiente en el esfuerzo para dar cumplimiento al ejercicio de gobernar sanamente para el beneficio de las mayorías.
Por ello y en nuestro caso como país debemos poner atención al problema, los tres poderes del Estado, y todos los hondureños tenemos que conjuntar esfuerzos para desarrollar y promover la confianza, se hace necesario que las organizaciones políticas, los pretendientes independientes del poder, individual o colectivamente se desprendan del proceder egoísta, comportamientos cínicos y demagógicos, el culto a la sospecha infundada, entendidos estos como obstáculos al sistema democrático propuesto, deben organizarse y preparar a sus candidatos a manejar sus campañas comprometidos con trabajar por el bienestar y la seguridad humana del pueblo, entendiendo que el escepticismo saludable entre los adversarios es natural manejarlo apropiadamente, sin triquiñuelas que a futuro degeneren en desconfianza y sean fuentes de conflicto, como vivimos actualmente.
En general la recomendación abarca a todos en posesión de influir y promover el desarrollo en paz y tranquilidad, al ciudadano común, a nuestras autoridades o gobernantes, la iglesia, la empresa privada, a los medios de comunicación y a todos los compatriotas, invitarlos a adoptar un comportamiento en cualquier situación y condición que se encuentren para crear la confianza necesaria y tener el entendimiento imperioso para enrumbar el país en un mejor destino.
Concluyo recomendando los factores propuestos por el doctor Alberto Barbero para construir confianza:
1. Fiabilidad: ser fiable, consistente en lo que se dice con lo que se hace.
2. Autenticidad: consiste en decir lo que se piensa, guste o no a los demás, contundente pero con respeto.
3. Consideración: es aceptar con palabras y hechos a los demás, con sus fortalezas y debilidades.
4. Apertura: estar en posición de comunicarse con comodidad y fluidamente, sin espacio al cinismo o la mentira.
Es imperativo que nos volvamos a ver a los ojos y hablemos con confianza, no sigamos destrozándonos.