Por Nery Alexis Gaitán
El mal que aqueja a los hondureños desde tiempos inmemoriales es la corrupción. Aquí debemos ver las cosas de frente y no evadirlas defendiendo intereses oscuros que dañan a los más necesitados. La tragedia que vive el país se debe a los malos hondureños que, robándose los dineros del pueblo, lo han condenado a una vida de miseria y sufrimiento.
Aquí casi todos roban y han robado. La corrupción se ha instaurado en todos los estratos de la sociedad y en todas las esferas gubernamentales. La norma, lo usual es que roba desde el empleado de ínfima categoría hasta los funcionarios de más alto nivel. Todos son parte de la cadena de corrupción que tanto daño le ocasiona a los desposeídos.
Si hablamos de los partidos tradicionales, el Liberal y el Nacional, vemos que todas sus administraciones se han manchado de corrupción. Se han perpetrado grandes robos a diestra y siniestra y todo ha terminado sin responsabilidad alguna; los delincuentes de cuello blanco han seguido gozando la gran vida a costa de los pobres.
Hemos dejado por aparte mencionar a los liberales que, siendo infieles a su instituto político, lo abandonaron y crearon el partido de izquierda, Libertad y Refundación, Libre, que gobernaron el período 2006-2009, hasta que Manuel Zelaya fue defenestrado del poder por sus constantes violaciones a la ley.
Durante este período se incrementó la corrupción de una forma alarmante. El crimen organizado, el narcotráfico y las maras empezaron a instaurar su reino de terror sin ninguna política gubernamental para reprimir el crimen. Los saqueos constantes del erario público se volvieron normales; se desfalcaron las instituciones autónomas y semiautónomas, etc.
Este período que gobernó Libre, y lo decimos así porque la mayoría de sus dirigentes actuales fueron parte del gobierno de Manuel Zelaya, dejó la economía del país prácticamente en bancarrota; y dejaron la Tesorería General sin un lempira en sus arcas.
Este largo preámbulo es para recordarnos que la corrupción campea por todos lados sin importar partidos políticos o banderas. Producto de las manifestaciones del pueblo, a raíz del desfalco del IHSS, el gobierno presentó una alternativa para combatir la corrupción y se instauró la MACCIH, y luego la Unidad Fiscal Especial Contra la Impunidad de la Corrupción (UFECIC) con el mismo propósito de combatir la corrupción.
Ahora, que se debe renovar el Convenio suscrito para que la MACCIH continúe, hay unos que desean que se cancele. Lo cierto es que, aunque no ha actuado como se esperaba, debe de seguir porque es un mecanismo que de una u otra manera ha puesto el dedo en la llaga en la lucha contra la corrupción.
Lo que nos ha parecido desacertado, sobre todo por parte de la UFECIC, es su marcada tendencia a solo investigar a funcionarios y empleados de los partidos tradicionales. Y tal como lo analizábamos en la entrega anterior, si han delinquido deben ser enjuiciados y encarcelados porque nadie debe estar por encima de la ley.
El favoritismo de la UFECIC y el deseo de proteger a los funcionarios del período 2006-2009 ha sido evidente. Sus simpatías políticas concuerdan con la ideología del Partido Libre, haciendo que se haga de la vista gorda para investigarlos y levantar requerimientos fiscales en contra de ellos, cuyos delitos están frescos en la memoria nacional.
Creemos que este Convenio que le ha dado vida a la MACCIH, de continuar, debe estar enmarcado dentro de las leyes hondureñas porque en ningún momento se deben demeritar las institucionales nacionales que dan soporte y vida a nuestro sistema democrático. Esto debe quedar muy claro.
Lo que se espera es que la MACCIH y su unidad fiscal hagan un trabajo equilibrado en contra de la corrupción y sin demostrar favoritismos de ninguna naturaleza. De lo contrario, si va a seguir defendiendo corruptos, no tiene ninguna razón de ser.