Por su contenido en potasio y sodio y la relación entre ellos y el aceite esencial apiol, constituye un buen diurético, y por su capacidad de alcalinizar la sangre estimula la depuración del organismo, eliminando el ácido úrico y otros residuos tóxicos. Esto, unido a la acción de la apigenina, una sustancia con propiedades vasodilatadoras, lo hace adecuado para prevenir la hipertensión arterial y otros trastornos cardiovasculares.
DIGESTIVO Y ANTIFLATULENTO
El apio, rico en fibra, es también un excelente regulador del tránsito intestinal. Previene el estreñimiento, favorece una buena digestión, estimula los jugos gástricos y hace venir la gana y como otras plantas afines, combate los gases, la hinchazón abdominal, los meteorismos y la aerofagia.
HIPERTENSIÓN
Los expertos en dieta terapéutica recomiendan la sal de apio como sustituto de la sal marina para las personas hipertensas. Se obtiene de las semillas molidas, y aporta a la ensalada y otros platos un sabor agradable, que no hace añorar la presencia de sal.
Como remedio de herbolario, aconsejan la tisana con apio (hojas y tallos), espino blanco, valeriana y un corrector de sabor, el anís estrellado, más o menos a partes iguales. Dos cucharadas de la mezcla por medio litro de agua. Se hierve dos minutos, se deja reposar y se cuela. Lo ideal es beberlo a pequeñas dosis durante el día.
UN ALIADO DE LA MUJER
Su contenido en vitamina C y ácido fólico ayuda a normalizar la menstruación, tanto si es excesiva como escasa, ayuda a aliviar los síntomas de la menopausia, limpia la mucosa de los pulmones y remineraliza el organismo.
ALGUNA CONTRAINDICACIÓN
A pesar de sus múltiples virtudes, el apio no siempre es conveniente. No debe consumirse en caso de afecciones renales agudas, durante el embarazo o si se padecen trastornos como cistitis. Algunas personas pueden sufrir también reacciones alérgicas en forma de escozor en el paladar, lengua y labios, rinoconjuntivitis o tos.