EL embajador de Honduras en México, informa que “en este momento unos 30,000 compatriotas, que se encuentran en el país azteca, están pidiendo asilo ante el gobierno de los Estados Unidos”. El internamiento de los hondureños en territorio mexicano responde al acuerdo suscrito entre el gobierno de López Obrador y POTUS de “tercer país seguro”. El arreglo se ejecuta mediante una modalidad de “esperar en México”. Mientras se realiza el trámite de asilo de migrantes que cruzaron la frontera norteamericana, los peregrinos son devueltos a México donde deben esperar lo que tarden las cortes norteamericanas en resolverles su solicitud. El tiempo de paciente espera puede variar de varios meses y hasta un año. El embajador hondureño se regocija que de esos miles que esperan ya hay 3 mil que “han aceptado las propuestas de gestionar un retorno voluntario al país”.
Así que, además de los deportados, tanto provenientes de los Estados Unidos como los migrantes que detienen en México para devolverlos, habría que buscar qué trabajos ofrece el país a todos estos miles de retornados. En eso consiste el mayor desafío del próximo año. Generar –solo Dios sabrá cómo– fuentes de trabajo en forma masiva. Para que la bienvenida del hijo pródigo sea placentera y para absorber al creciente batallón de desocupados que, resignados se quedaron esperando que, en cualquier lado, se abran oportunidades de trabajo.
El embajador explicó “que a lo largo de toda la frontera mexicano-estadounidense pernoctan los compatriotas en condiciones deplorables; soportando un clima inclemente con temperaturas a bajo cero”. Qué calamidad, precisamente al amparo de un gobierno como el actual, cuya narrativa –a ello se comprometió AMLO en varias oportunidades– sería de solidaridad con los viajeros y de total respeto a los derechos humanos. Mientras esto sucede, el jefe de Estado guatemalteco, ya de salida –por el traslado de su embajada a Jerusalén y como primero en línea en firmar el convenio de “cooperación de asilo”– recoge su premio. Una visita al salón Oval de la Casa Blanca. Jimmy se despide del cargo el próximo 14 de enero, cuando debe entregar al político conservador que, en segunda vuelta, ganó las recientes elecciones. Antes de ello, Jimmy tomó pasos agigantados para asegurar su tranquilidad, una vez desprovisto de la inmunidad de su alto cargo. Mandó a echar pulgas a otro lado al temible fiscal colombiano y se deshizo de la entrometida CICIG. Durante el encuentro bilateral en el salón oval, POTUS explicó la naturaleza del encuentro: “Hemos firmado acuerdos con Guatemala que han sido tremendos realmente para ambos países; Guatemala ha sido increíble”, y, del mismo modo, Honduras y El Salvador “han sido excelentes”. “Una de las cosas más importantes que sucedió con Guatemala, Honduras, El Salvador, y algunos otros, es que, en las administraciones pasadas, ellos y otros no llevaban a la gente de vuelta”.
“Pero ahora tienen que llevárselos de vuelta” –señaló– al considerar que con ello Estados Unidos se está “deshaciendo de las personas más peligrosas”. También aprovechó la ocasión para congratular al gobierno mexicano de López Obrador “por la presencia de 27,000 soldados mexicanos protegiendo la frontera con Estados Unidos”. Desde el pasado 21 de noviembre está en vigor el envío a Guatemala de solicitantes de asilo, principalmente hondureños y salvadoreños. Iguales tratados están en vigor en Honduras y El Salvador para atajar y albergar migrantes de otros países. Jimmy se despidió con rostro satisfecho, agradeciendo el gesto con emocionadas palabras: “Estamos muy honrados y muy contentos de estar acá en la Casa Blanca para seguir estrechando nuestras relaciones”. Aunque el guatemalteco, que se prepara a recibir el poder allí por el Día de Reyes, en su momento dijo desaprobar el convenio migratorio suscrito por Jimmy, dudamos que vaya a revocarlo. Sin duda alguna ya cambió de opinión –tragando gordo– y habrá de alabarlo como uno de los grandes logros que le deja su antecesor.