Por Denis Castro Bobadilla
Doctor, abogado y médico forense
II Vicepresidente del Congreso Nacional
Sigue corriendo la sangre en las cárceles de Honduras. Matanzas irracionales aterrorizan a la sociedad, y, por respuestas, lo que tienen los hondureños es una Comisión Interventora, y mil justificaciones que en nada ayudan a prevenir y a evitar tantas muertes.
Está claro que la construcción de nuevas cárceles no resuelve nada. Más bien, parece agudizar la violencia en las penitenciarías que no son más que sitios de almacenamiento de seres humanos en los que la vida no vale nada.
La política penitenciaria ha fracasado, si es que alguna vez se puso en práctica. Los genios que la han dirigido no entendieron nunca que hay un lugar para cada quien, aun en las cárceles. Si hasta en los supermercados las cebollas y los tomates están separados, ¿por qué meter en la misma cárcel a enemigos irreconciliables?
Esta colombianización del sistema penitenciario no solo es un fracaso, es una barrabasada que debe corregirse de inmediato. Los grandes gurús de la seguridad en Honduras importaron métodos colombianos que de poco o nada han servido para garantizar paz y tranquilidad a los hondureños. Lo peor es que no sirven ni en Colombia.
Creo que es hora de replantear toda la política penitenciaria en Honduras, poner al frente a gente capacitada e implementar controles efectivos en los centros penales. Por supuesto, también se debe escoger al personal penitenciario con lupa, aunque, como bien dice el refrán, en arca abierta hasta el justo peca, y nadie es lo suficientemente puro como para no sucumbir a la tentación del dinero del crimen organizado. Pero algo debe hacerse.
No creo que los militares tengan varita mágica para poner orden en las cárceles. En estos lugares, el odio, la ira y las rivalidades son bombas de tiempo que explotan de repente provocando horribles masacres. Pero, si lo que supuestamente han construido son cárceles de máxima seguridad, este concepto debe notarse en la aplicación de medidas reales que mantengan a los internos lejos de las provocaciones o de los motivos que desatan esta violencia sanguinaria.
Por desgracia, la irracional colombianización del sistema dejó sin medidas cautelares muchos delitos, lo que obliga a las autoridades a acumular más y más gente en las cárceles, donde ya no cabe nadie. Todos los días hay capturas, porque la lucha contra el delito no se detiene, pero el hacinamiento de los privados de libertad es inhumano, peor que en los campos de concentración de Adolfo Hitler, y es hora de terminar con esto.
No queremos más matanzas en las cárceles. Humanicen el sistema penitenciario, mejoren los controles de lo que ingresa y no revuelvan las uvas con las ciruelas. Además, cuiden la salud física y mental de los reos, como una forma de prevención de atrocidades, y escojan bien al personal penitenciario. Y, recuerden, los militares no están entrenados para lidiar con presos ni para relacionarse con civilones; están entrenados para destruir al enemigo, para matar en guerras, y con esa Comisión Interventora les puede salir peor la medicina que la enfermedad.