Por: Mario E. Fumero
No podemos negar que el movimiento LGBT ha marcado de manera importante la segunda mitad del siglo XX y los inicios del siglo XXI, y su poder y crecimiento es actualmente tremendo, implantando su ideología del género en todos los niveles de la sociedad, principalmente en los países capitalistas y en donde los poderes económicos son fuertes e infiltrados por esta corriente.
He visto con asombro como una minoría que no llega en día al 10% de la población, ha podido dominar los medios de comunicación, los sistema legislativo y judiciales y la conciencia de gran parte de la población, para imponer su ideología de forma impositiva, logrado condicionar a un 50% de la población que es normal (que no acepta esta ideología), para que aprueben y defiendan estas conductas sexuales, dejando al otro 40% de personas, que creen y defienden la herencia bíblica e histórica de la familia original, sin fuerza ni poder para contrarrestar tal imposición, que es producto de un comportamiento sexual personal, sin un sustento científico.
¿Cómo el movimiento LGBT ha podido condicionar la mente de un 50% de la población normal, para que apoye su ideología? Ha sido un proceso largo y costoso, en donde muchas personas que confrontan esta conducta sexual han invertido billones de dólares para comprar conciencias, infiltrándose e influenciando principalmente en los medios de comunicación, los cuales han ido condicionando la mente de niños, jóvenes y familia para ver a la ideología del género con una conducta natural, pese a que no cuenta con un respaldo biológico y lógico.
Antiguamente, dentro de la rama de la medicina psiquiátrica, se catalogaban algunos comportamientos sexuales como anormales o trastorno de personalidad, pero hoy tal afirmación ha sido descartada para establecer el criterio de que es una conducta natural, y no se puede tratar como una desviación o enfermedad mental, sino que tiene que ver con la misma naturaleza humana, algo que es contradictorio desde todos los factores biológicos, psicológicos y naturales.
El problema no está en que aceptemos o toleremos a los que viven una vida sexual promiscua, rompiendo con los patrones tradicionales y bíblicos de conducta, sino en que ellos nos impongan sus inclinaciones como normales. Debo aclarar que cada persona tiene el derecho de hacer de su vida sexual lo que le dé la gana, pero lo que no podemos tolerar es que tal conducta sea impuesta y proclamada como algo fundamentalmente jurídico y legal, y que aquellos que no la acepten, tengan que confrontar consecuencias legales cuando no apoyen o respalden dichas inclinaciones, por lo que si algún pastor se negara a casarles o predicara sobre Romanos 1:26-27 sería víctima de consecuencia jurídica y penales baja la acusación de sexofobia.
Existe un 40% de la población que no ha caído en la trampa de la propaganda de la ideología del género, pero tristemente esta minoría es silenciosa, ya que el otro 50% de los que piensan como ellos, han sido programados para aceptar esta ideología, y no luchar contra su imposición. Mientras este 10% de los gay hacen más bulla, ruido y propaganda que todo el 90% de las familias normales y que todas las iglesias cristianas juntas.
Esto me lleva a pensar que innegablemente se va a cumplir la palabra del Señor cuando dijo que en los últimos tiempos, los valores se perderían como en los tiempos de Noé (Mateo 24:37), y que la historia de Sodoma y Gomorra sería la señal profética de la condición moral de los últimos tiempos, y aunque me resisto a aceptarlo, y sea duro, tarde o temprano las fuerzas de esta ideología se impondrán sobre los principios del matrimonio, y la validez de la familia en relación a la proclama de que Dios nos formó varón y hembra para forjar una sociedad y un mundo ideal, quedará desechado. El Señor nos ayude.
mariofumero@hotmail.com
www.contralaapostasia.com