Por: Juan Ramón Martínez
Desde lejos, algunas veces las cosas se ven mejor. Por supuesto, evitando los prejuicios “ideológicos” que enturbian la realidad. Y hacen falsas las descripciones. Por ello, me sentí más cómodo, comparando las diferencias entre el Partido Nacional, monolítico y subordinado, -casi logia “siciliana”- de Ricardo Zúniga Augustinus, y el que ahora, quiere controlar y mantener unido, Juan Orlando Hernández. En el pasado, había una preconvención privada y otra pública. Esta, era un acto de representación, para consumo de la opinión pública. Y para que los nacionalistas percibieran la fortaleza de su partido, la calidad de su líder y la unidad de todos, alrededor suyo.
En cambio la última convención del Partido Nacional, mostró las fisuras que desde hace tiempo han ido apareciendo; las fracturas del liderazgo completo de JOH; las faltas de respeto a su estilo de conducción y el miedo de los nacionalistas, si se equivocan en la dirección de su partido, de perder las próximas elecciones. Lo que sería una verdadera debacle para ellos, acostumbrados al calor y ejercicio del poder. Y al riesgo del sufrir, solitarios, las venganzas y persecuciones, por parte de sus enemigos.
Es evidente que el Partido Nacional no tiene la unidad granítica de su última convención. Muchas voces, aunque sin mucho peso político individualmente; son evidencias sintomáticas de los daños que tiene para un partido que, lleva tres periodos gobernando al país, y enfrentado a una feroz oposición, nunca antes vivida, ni en tiempos de Villeda Morales en donde los rabiosos y amenazantes, eran los nacionalistas, pero que nunca hicieron lo que sus adversarios de ahora exhiben.
Mostró que hay, como dijera JOH en un lapsus linguae feliz, dos Honduras. La de aquí, la de la capital; y la de allá, que empieza en San Pedro Sula y hunde sus miedos y disgustos en el mundo rural, feudo tradicional de los nacionalistas.
Incluso, la presencia de JOH en la convención; el entusiasmo juvenil que quiso trasmitir, proyectó una imagen contraria a sus propósitos. Le dio combustible a sus enemigos sobre sus intenciones continuistas e hizo fruncir el ceño de las facciones anti JOH que operan en el Partido Nacional, cansadas de la generación que llegó al poder demasiado joven. Esa convención, en vez de pasarela para JOH, debió ser utilizada exclusivamente, para fortalecer las fuerzas de relevo inevitables, porque su vida política activa está terminando. Incluso, los más sensibles pudieron percibir, cosa inconveniente por lo demás, que tiene intenciones de imponer al candidato para seguir gobernando tras bambalinas, al país. En este momento, JOH,-que tiene una fuerte oposición al frente, con el riesgo que pueda unirse, porque en política nada se puede excluir- debe empezar a alejarse de las facciones que, en su largo periplo ha creado, para perfilar un liderazgo fuerte que desde fuera del poder ayude, como lo ha hecho Carlos Flores, en la unidad de los hondureños. Todo esto sin garantía alguna; pero como sabemos, tenemos misiones que cumplir. Y nos debemos someter humildemente, a su cumplimiento.
Fue evidente que el Partido Nacional, no tiene discurso. En las intervenciones, fuera de algunas insinuaciones de Mauricio Oliva, que nos parece el mejor para evitar una derrota apocalíptica del Partido Nacional en el 2020, los nacionalistas siguen con el mismo relato con que se presentó JOH en su primer mandato. Las nuevas generaciones quieren que se les garantice el futuro. Y para lograr convencerlas, hay que dar evidencia de disposición para escucharles; capacidad para darles lo que piden, y seguridad que se tiene la competencia de cumplir la palabra empeñada. Lo que el pueblo quiere es empleo y para que haya empleo, es necesario una propuesta económica que nadie presentó en la convención nacionalista. Fue el mismo parloteo, vacío y repetitivo, incapaz para animar a la juventud; ni tampoco, movilizar a los “caudillos rurales” del Partido Nacional que, se sienten menospreciados por unos jóvenes, que dan la impresión de saberlo todo.
Por supuesto, el Partido Nacional, cuenta con el “apoyo” de Zelaya Rosales. El gran “elector”. En la medida que impida el crecimiento del Partido Liberal, neutralice a Nasralla y convierta en fantasma a Orlando Zelaya, el Partido Nacional ganará las próximas elecciones. Menos probable si llevan como candidato a Asfura. Y si el año que viene, el verano es igualmente ingrato, como el de 2019.