Por: Rafael Leiva Vivas
Nació (1835) en el pueblo de Goascorán y murió (1890) en Comayagua. Hijo de Juan Angel Arias, quien había sido Jefe de Estado de Honduras en ausencia del general Francisco Morazán. A la muerte de su padre (fusilado en 1842), su familia quedó en completo desamparo, por lo que se traslado a Tegucigalpa y trabajó con un artesano para ganarse la vida.
Con grandes esfuerzos ingresó a la Universidad de Tegucigalpa y asistió durante dos años a la clase de Gramática Latina y concluyó en Comayagua sus estudios de Latín en el Colegio Tridentino. Emprendió estudios de Derecho Civil y de Derecho Canónico y recibió (1858) su diploma de abogado.
Fue diputado a la Asamblea Constitucional (1865) y miembro de la comisión encargada de elaborar el anteproyecto de la nueva Constitución de 1848. Electo(1865) por la misma Constituyente a Magistrado de la Corte de Justicia, sección de Comayagua. Miembro de la Junta Operativa, instalada con el nombre de Comité Empresario de Honduras (1869) encargado de la administración de los fondos procedentes del empréstito del ferrocarril interoceánico y de los destinados a la explotación de minas y cortes de madera. Nombrado Ministro de Relaciones Exteriores y gobernación en el tercer período del gobierno de José María Medina (2 febrero 1870). Junto con el escritor Teodoro Aguiluz, fue enviado a El Salvador, con el rango de Plenipotenciario, para negociar la delicada situación surgida con El Salvador.
En mayo de 1871, el presidente Medina reorganizó su gabinete y nombró al Doctor Arias como Ministro de Relaciones Exteriores, a quien le cupo concluir los arreglos para obtener el restablecimiento de relaciones pacíficas con El Salvador. También dirigió los trabajos para organizar una conferencia de plenipotenciarios en busca de la unión centroamericana; sin ningún resultado debido a las tensiones manifiestas entre los delegados de Honduras y El Salvador .
Producto de una acción de guerra patrocinada por los ejércitos de El Salvador y Guatemala, contra el presidente Medina, surgió como nuevo gobernante hondureño el doctor Arias (19 junio 1872), después de informar oficialmente a los presidentes centroamericanos y a los gobiernos extranjeros que había desaparecido el gobierno de Medina, acusado de violaciones a la Constitución. A los pocos meses, el presidente Arias tuvo que hacerle frente a una invasión de grupos conservadores hondureños, apoyados desde Guatemala y El Salvador.
Las veleidades de los gobernantes de estos países, que deseaban mantener a Honduras bajo su hegemonía, permitieron la caída del doctor Arias, colocando en su lugar a Ponciano Leiva, según los acuerdos del Convenio de Chingo (noviembre de 1873).
Arias fue extrañado a Guatemala y regresó a Honduras (1876), acompañando a Marco Aurelio Soto, quien inauguraba un nuevo gobierno. Durante esta administración fue diputado a la Asamblea Constituyente que emitió la Constitución de 1880, siendo miembro de la comisión redactora del anteproyecto.
En 1883 presentó su candidatura a la presidencia de la República, pero fue derrotado ampliamente por el General Luis Bográn. En 1887 se presentó nuevamente, siempre en lucha contra la candidatura de Bográn, siendo derrotado no obstante que había definido un programa político avanzado.
Don Céleo Arias fue un hombre de pensamiento y de ideas claras en política. En 1862, junto Alvarado Contreras, dirigió un periódico en Comayagua, encargado de difundir nuevas ideas y la doctrina liberal. Más tarde (1887), a raíz de su proclamación como candidato a la presidencia del país, publicó un folleto titulado “Mis Ideas”, una especie de programa político y doctrinario, que de haber ganado las elecciones había prometido realizar. Ese manifiesto significado el fundamento para que el doctor Policarpo Bonilla fundara en 1891 el Partido Liberal. El folleto “Mis Ideas” fue inspirador también de la Constitución de 1894, y un extracto del mismo se reproduce a continuación:
La paz exterior basada en el respeto y en la estricta observancia del Derecho Internacional.
La amistad estrecha y de familia con las repúblicas hermanas, procurando la identidad o la mayor asimilación de los principios políticos adoptados por sus Gobiernos, bajo las condiciones imprescindibles de la democracia y de la República; El respecto a la Constitución y las leyes; la efectiva responsabilidad de los empleados en todos los ramos de administración; el nombramiento de diputados al Congreso Legislativo, de Presidente de la República y de magistrados para la Suprema Corte de Justicia, por elección popular, de magistrados para las cortes de Apelaciones y de jueces de 1era. Instancia, por la Corte Suprema, y de jueces de Paz, por las Cortes de Apelaciones, propuestas en ternas por los jueces de 1era. Instancia; la votación directa y por cédulas secretas en las elecciones populares en un solo día en todos los municipios de la República, mediante división de cantones o mesas electorales, y el escrutinio de votos por ministerios de fe, ante selecto Comité de ciudadanos; la prohibición de paradas o ejercicios militares de los milicianos ciudadanos, en el día señalado para elecciones populares; la destitución y castigo como prevaricadores a los que, ejerciendo autoridad en el orden civil, en el político y en el militar, impongan, amenacen o influyan directa o indirectamente para inclinar la votación en las elecciones populares.
La decidida protección de la instrucción pública, mediante universidades centrales para estudios profesionales de ambos sexos, y colegios de enseñanza secundaria, igualmente para los dos sexos, en las capitales de departamentos, escuelas superiores departamentales, escuelas primarias en todos los municipios, subvencionadas por el gobierno, cuando no basten sus fondos; escuelas de artes y oficios, y lecciones nocturnas a los artesanos, agricultores e industriales adultos; el celo, la pureza, la economía y la equidad en el manejo e inversión del Tesoro Nacional; el afianzamiento del crédito nacional en el interior y su restablecimiento en el exterior; la subordinación del Presupuesto General de Gastos a los ingresos del erario; la formación de una caja de ahorros y de reserva para acometer empresas de manifiesta utilidad general, y para hacer frente a los gastos en circunstancia anormales o extraordinarias; la exclusiva administración de los caudales públicos y por empleados subalternos de Hacienda, bajo reglas o preceptos fijos e inalterables a voluntad del gobierno, y si otra dependencia que de la ley; la negociación de contratas ruinosas para el Erario Nacional; la persecución y el castigo de los agiotistas; la supresión absoluta de contribuciones directas sobre el capital y de las prestaciones personales, sustituyéndolas con impuestos indirectos y con rentas determinadas y cedidas a beneficio de los municipios; la conclusión del camino de hierro interoceánico y la construcción de ramales a los departamentos; la apertura de vías fluviales, carreteras y de herradura; la protección y fomento de la inmigración; el establecimiento de colonias en nuestros desiertos, al favor de contratas y de concesiones liberales; la reforma de las leyes militares sustantivas y adjetivas, en sentido liberal; la supresión del Estado Mayor General, en tiempo de paz, y la reducción de las guarniciones al número de plazas que basten para guardar el orden; la estricta observancia de las exenciones de aquellos que por su edad están fuera de la organización de las milicias; la administración obligatoria de las renuncias que hiciesen de sus despachos los oficiales y Jefes del Ejército, que por su edad, o por otras excusas o impedimentos legales, están fuera de la organización militar; y el establecimiento de un diario costeado por el gobierno, órgano de la oposición legal, que ilustre, discuta y objete las providencias, los actos y las extralimitaciones de los poderes públicos.
Tal es, en compendio, mi ideal político y administrativo. He allí mi rojismo, el rojismo de todos los de mi escuela, cuya bandera triunfa en Centroamérica. Verlo implantado bajo un sistema seguro que inspire fe y confianza a todos los hondureños, es mi ardiente aspiración. Para empresa tan colosal y tal difícil en un país donde hay que romper con preocupaciones, con precedentes contrarios, con hábitos arraigados de inercia e indolencia, necesarios es que el gobierno lleve a los puestos públicos, personalidades conspicuas y homogéneas, y que se rodee de ciudadanos de antecedentes honrosos, de hombre de luces y de voluntad firme en la senda del bien.
Comprendo que no sería yo quien pudiera tanto, si el sufragio de mis conciudadanos me llamara al ejercicio del poder; pero en todo caso presidirían mis actos la buena fe y la honradez y daría pruebas de perseverancia, de firmeza, de desprendimiento y de patriotismo, como las daré, en todo tiempo, de consecuencia personal y política e mis compatriotas, que me honran con su proclamación, cualquiera que sea el resultado de la elección popular”.
“Entre estas verdades consecuenciales quisiera primordialmente: la paz interior, o sea la armonía entre el pueblo y Gobierno, que sólo engendra una política sensata, exenta de extralimitaciones, de violencias y amenazas; política de justicia, de equidad y de garantías para todos los habitantes de la República.