Por: Carolina Alduvín
Aparentemente estamos cerrando la segunda década de este siglo XXI; en los últimos doce meses, variados sucesos nacionales y mundiales han captado nuestra atención para formular angustia, pesar o esperanza; que tal vez no cambiaron al mundo, pero sí nos llaman a la reflexión por su significado o, que en alguna medida lo han hecho, pero aún no es tan evidente. Muy temprano en este 2019, Juan Guaidó, se autoproclamó presidente de Venezuela, luego de haberse recibido por parte de la oposición, que Nicolás Maduro se impuso fraudulentamente en unos cuestionados comicios. Guaidó fue reconocido por más de 50 países, sin lograr siquiera una cuota de poder con la que negociar, mientras miles de venezolanos siguen huyendo de las críticas condiciones que se viven bajo un régimen que se empeña en rechazar hasta la ayuda humanitaria y desafiar a quienes la envían.
2019 se ha caracterizado por una serie de voraces incendios, desde el que destruyó gran parte de la emblemática catedral de Notre Dame en la capital de Francia, hasta los que arrasaron con miles de hectáreas de bosque en la Amazonía, la Chiquitanía boliviana y más recientemente alrededor de Australia. Las reacciones de pesar en redes sociales, se presentaron como avalancha en el caso del monumento siniestrado, contrastando con poca preocupación por la destrucción masiva de lo que se considera uno de los grandes pulmones del planeta, hábitat de miles de especies de vida silvestre y del daño directo a innumerables ejemplares muertos o con grave daño permanente. Lo que llama poderosamente la atención sobre el sistema de valores imperante en nuestras sociedades e individuos.
También ha sido año de convulsiones sociales, manifestadas en las calles de distintas capitales, sobre todo en América Latina, los detonantes son lo de menos, cuando se pone en evidencia el descontento popular en contra del sistema, de uno u otro signo político, dando lugar a consecuencias aparentemente desproporcionadas, como la destrucción masiva de bienes de beneficio colectivo como el sistema de transporte y público, despertando medidas fuertes, tal vez exageradas, para devolver el orden público. Ecuador, Perú, Colombia y Chile, los más sonados; Nicaragua, con menos publicidad y en México, a manera de medir fuerzas entre partidarios y opositores del actual régimen populista; unos acarreados y otros espontáneos ante la serie de absurdas decisiones que, más que a una línea partidaria, responden a caprichos personales.
Las elecciones en países del cono sur nos dejan, por un lado, con la vuelta de la izquierda al poder en Argentina, con previsibles resultados, pero como reacción a la exclusión que nunca disimula la tendencia opuesta. En Bolivia, las prácticas para permanecer en el poder más allá de lo acordado, son denunciadas y la denuncia aceptada por los llamados a supervisar los comicios; antes de que medien amenazas o la real violencia, el abusivo, renuncia. El oligofrénico presidente mexicano sale a su “rescate”, mientras el país queda sumido en el caos callejero, sucede un interinato no muy claro ni en su fundamento ni en las intenciones, clamando la restitución de la legalidad en el año que llega. Llama la atención el poco tiempo que duró tan conveniente exilo, la clase política mexicana le estaba dando en bandeja de plata una vida a cuerpo de rey, a costa del sin número de recortes a programas de beneficio social del régimen anterior. Evo se fue, pero los problemas entre los 2 países apenas comienzan.
Unos días antes, en esta ciudad se produjeron los más recientes disturbios callejeros pidiendo la salida del presidente, luego de declararse culpable a su hermano, de cuatro cargos por una corte de la ciudad de Nueva York; luego de una tarde de caos, todo parece olvidado por los revoltosos de oficio. Ahora el debate se centra en la renovación o no de la MACCIH, los diputados del partido en el poder han votado en contra de forma mayoritaria, los demás alegan que gracias a esa instancia se ha logrado enjuiciar y encarcelar a unos cuantos corruptos, no todos, no los más grandes, al parecer solo los que han mostrado alguna disidencia con la cúpula al mando.
Al acercarse el año electoral en los Estados Unidos, lo que ocupa más planas en los medios es el juicio político al presidente, promovido por líderes del partido de oposición; nada parece impedirlo, pero se duda que surta el efecto esperado sobre su proyecto de reelegirse.