LAS fechas finales suelen crear una atmósfera de expectación en el alma de los seres humanos sensitivos. Pero también de repaso, calibraje y esperanza.
Durante todo un año hemos abordado todos los temas posibles que permite la lectura dominical, dentro de un ambiente de flexibilidad, amenidad y seriedad, con el objetivo de llegar a la mente y al corazón de los hondureños de buena voluntad. Debemos, sin embargo, convenir que el presente año se ha significado como una jornada muy difícil para el ciudadano de la calle, incluso para los empresarios, con toda clase de problemas, confusiones y desconciertos, en donde la demagogia ha campeado con el fin ulterior de enervar los estados de ánimo de un pueblo sencillo, humilde y trabajador como el de Honduras.
Desde el punto de vista económico el ejercicio ha sido más complicado de lo que tal vez esperábamos, para lo cual debemos sopesar todas las variables internas y externas que se alinean como planetas convergentes y a veces divergentes. El tema de los migrantes masivos y de la caída en el precio internacional del café, han sido parte sustantiva del sombrío y violento panorama que nos ha perseguido. De tal suerte que en cualquier análisis se deben considerar todos los factores concomitantes. Y nunca sólo aquellos que convienen para fines inmediatistas.
A lo anterior debemos sumar que deambulan “compatriotas” siempre interesados en atizar las hogueras –lugareñas y extranjeras–, que al final les hacen daño, abierto o subyacente, a todos los hondureños. A lo mejor se trata de la misma complejidad mestiza que nunca terminamos de asumir con entereza y dignidad, tal como lo han hecho otras sociedades latinoamericanas un poco más maduras, tanto desde el punto de vista psicológico como histórico. Pues cualquier pretexto ha servido, y sigue sirviendo, para escandalizar sobre asuntos graves o banales, sin elaborar propuestas realistas que vengan a coadyuvar al mejoramiento de todo el conglomerado nacional. Es como si los censores, frente a cada coyuntura fea o bonita, se encontraran atrapados en una laguna de indigencia verbal; o dentro de un morbo de inferioridad insalvable.
Sin embargo, y a pesar de los pesares, hay varios hondureños que saben leer las cosas correctamente; o cuando menos en forma entrelineada. Estos editoriales de las mañanas y tardes dominicales han pretendido contribuir a señalar caminos apropiados para recorrer los bosques umbríos de la duda, del desencanto y de la incertidumbre, pues según nuestro juicio nadie debe permitirse el lujo barato de perder la esperanza acerca del futuro de nuestra nación. Ni de ninguna otra nación que sea digna en el mundo.
Cada día debemos poner nuestro empeño en mejorar como individuos y como sociedad, hasta alejarnos del círculo vicioso de la pobreza material y espiritual en el cual todavía estamos atrapados. No se trata de vacías abstracciones patrioteras. Sino de adquirir una conciencia gradual pero sostenida acerca de todo aquello que podemos hacer, en el corto y en el lejano plazo, para limpiar la imagen de Honduras y convertir a nuestro país en uno de los mejores del planeta.
El reto pareciera imposible. Pero en verdad es posible al crear una cultura encaminada a lograr grandes avances en los espacios centrales de la vida nacional. Esperamos que este próximo año sea mejor, al margen de los malos augurios, proferidos por los “Nostradamus” de cada semana.