Por Boris Zelaya Rubí
La expresión “caballo de Troya” se ha vuelto popular, vista como una paremia que identifica la utilización de estratagema o engaño en contra de su adversario, a través de la entrada disimulada en un medio para obtener un beneficio o cumplir un objetivo.
Políticos, cuyo único propósito es hacerle daño al actual gobernante y otros que, por satisfacer sus insaciables ambiciones de poder, se han dado a la tarea de crear mini movimientos con un número de seguidores, que no llegan ni siquiera a llenar el cupo obligatorio en la representación de las mesas electorales. Es un modus vivendi para ellos y sus generaciones, hacer honor a la famosa frase “en política no hay muertos”, hasta estar seguros que reciben la última paleada de tierra que cubre sus féretros.
No es justo para la institución política que los sacó del anonimato y los elevó a posiciones que jamás soñaron, incumpliendo, por supuesto, todas sus promesas de campaña (menos con ellos y su parentela), que hoy traten de llevarla al fracaso, solamente por la sed de venganza o a saber si se trata de negociaciones oscuras con los opositores, a cambio de algún bienestar personal. En política es muy conocido el refrán de que: no hay amigos ni enemigos permanentes solamente intereses.
Mientras llegamos al río de las verdades y obtenemos el resultado de las elecciones primarias, los seguidores de cualquier aspirante tendrán durante las concentraciones, comida gratis y posiblemente también obtengan unos cuantos lempiras por gritar y aplaudir por las mentiras de siempre, aunque no faltará algún candidato que hasta derrame unas cuantas lágrimas (con la latita de mentol escondida).
Quien al final se quedará solo y apagando fuegos será el Presidente Hernández, pues la mayoría de los pretendientes a sustituirlo son parte de su equipo de gobierno. Ojalá que no cometan errores y que el financiamiento de las actividades proselitistas, sea con fondos cuyos orígenes provengan de contribuciones limpias, para no darle material al “tal Mel” de llamar a sus huestes insurrectas, ante una inminente derrota e interrumpir el proceso en forma violenta.
La carrera por la candidatura del Partido Nacional, ha destapado las ambiciones de muchos personajes, cuyas fortunas han surgido al amparo de influencias, otros que desde sus cargos han demostrado un buen desempeño y una tolerancia digna de un trofeo, al dirigirse a los correligionarios lo hacen copiando las estrategias de un viejo líder, que en su trayectoria dejó manchas en la institución, acciones que solo recuerdan los del voto duro, pero que los nuevos votantes o sea la juventud ni saben de su existencia. Tiene que cambiar sus tácticas y exigirles a sus asesores de imagen, un cambio inmediato.
Los caballos de Troya, que usen el partido como objeto de venganza o de chantaje, deben ser castigados en las elecciones primarias. El triunfo debe ser contundente con el apoyo de las mayorías, para evitar que se cuelen como diputados algunos “cuatro gatos”, que en el futuro puedan ser los peores enemigos del Presidente, que sin duda será del partido que actualmente ostenta el poder de la nación.
Feliz Año Nuevo a los hombres de buena voluntad y a los incitadores a la rebelión, que se los lleve como a las ratas el flautista de Hamelín, con destino al río Chiquito.
De rodillas solo para orar a Dios.