Diez años nuevos frustráneos

ZV
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4 de enero de 2020
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12:06 am
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Diez años nuevos frustráneos

¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?

Por: Óscar Armando Valladares

Convencionalmente, el mundo celebra el advenimiento del año siguiente o de “año nuevo” en la incierta espera de que el ciclo entrante depare a la gente estándares de vida propicios: de relativa mejora con respecto al estado de cosas de los días idos. Reiterados deseos -paz, trabajo, salud, seguridad, justicia- se evocan e invocan con vehemencia, incluso por aquellos que con sus acciones u omisiones fomentan lo contrario desde sus posiciones de dominio y poder.

Así, una vez más, la colectividad hondureña, el gobierno, el circuito mediático, el estamento fáctico: iglesia, empresariado, institución armada…, al concluir 2019 han elevado preces al cielo pidiendo “prosperidad”, término que cada cual le confiere sentido y alcance propios: curso favorable, buena suerte o éxito en lo que se busca, suceda u ocurra. Empero, como suele acontecer, los anhelos de la mayoría necesitada se verán truncados a lo largo de un 2020 más difícil y oneroso en la consecución de bienes primordiales como el agua y la luz, los fármacos y la salud, el empleo y la comida, la tierra y la vivienda, el transporte y el combustible.

En lugar y contraste de esto, repuntarán las desesperantes migraciones, las masacres callejeras, la extorsión organizada, la droga y los traficantes, las calamidades penitenciarias, los siniestros forestales, los forzados desalojos, la conflictividad agraria, la sequía improductiva, el millonario derroche en inútiles campañas, el pillaje de los peajes, los ajustes represivos, el “se vende” o “se alquila” dondequiera que usted vaya, la aglomeración de ventas y frituras al aire libre, en fin, niños y jovenzuelos mendigando en los semáforos, en lo que es la otra Honduras, sin los brillos ni retoques, simplemente en blanco y negro.

Desde luego, no faltan los que prefieren, por doradas circunstancias, ver de soslayo estas tristes realidades y gustan poner en resguardo a quienes -en persona o en gavillas- son agentes concausales. Mediante argucias gastadas, acostumbran sostener que reparar “en esas cosas” deviene en daño al país y al “Estado de derecho”. Cual buenos nacionalistas, entienden que hablar del país es hablar mal del gobierno y que partido y nación corresponden unívocamente a nacionalidad hondureña.

Cuando en Francia Emilio Zola puso en grueso relieve los problemas de orden económico, social y político que se daban en su entorno y que discurren en obras suyas como La ralea, El vientre de París, La taberna y Germinal, la reacción en su contra no se hizo esperar en autores católicos del talante de Auguste M. Barrés, León Bloy y Barbey d´Aurevilly. Convertido luego en defensor del capitán Alfred Dreyfus, acusado de alta traición, desafió al presidente de la república, Félix Faure, mediante un documento que apareció en un diario parisino con el marbete que lo hizo famoso: ¡Yo acuso! Enseguida, el gobierno (con el apoyo de facciones conservadoras, el Ejercito, la cúpula eclesial y la prensa de “gran tirada”) lo procesó y persiguió por injurias, teniendo que refugiarse en varios sitios londinenses hasta que se comprobó la inocencia de Dreyfus y la existencia consiguiente de un complot castrense.

Sobre las lacras que expuso, Zola adujo sus razones e intenciones -similares en todo caso a los que comprensivamente acá se formulan, buscando con ello enmiendas y salidas-. “Era una crudeza encauzada en ciertas direcciones -dice uno de sus biógrafos-, un realismo que sabía a dónde iba, que tenía un objeto; apuntaba hacia horribles heridas sociales para que la sociedad restañara la sangre de ellas… Zola amaba al hombre y quería para él un mundo de justicia y de paz”. En una nota de trabajo el escritor y padre del naturalismo expuso la frase siguiente: “No hay otra esperanza que el pueblo”.

Ahora, si en los últimos diez “años nuevos” -que vienen de 2009-, las frustráneas esperas han hecho de la patria nuestra un lugar de indignados y de inmigrantes multitudinarios, tiempo es ya del relevo y renuevo en la esfera política del Estado hondureño. Concluido el relumbrón de millones de luces columpiadas en parques y parroquias, sigue sin más demora el arduo cometido de aunar y robustecer un frente opositor apto para que pueda despuntar en los comicios de 2021. Los venideros sacudimientos que por lo bajo trascenderán en las actuales instancias de poder, redituarán ventajas en favor de la alianza partidaria si alcanzan a formarla pinuistas, liberales, libres y el gran número de votantes inconformes. Tal vez, entonces, logremos decir con más veras que mentira: ¡Feliz Año Nuevo, 2022!

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