LA EMIGRACIÓN DE LOS HONDUREÑOS HACIA ESTADOS UNIDOS Y EUROPA

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4 de enero de 2020
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01:25 am
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LA EMIGRACIÓN DE LOS HONDUREÑOS HACIA ESTADOS UNIDOS Y EUROPA

Por: Juan Ramón Martínez

El espacio físico que ocupa Centroamérica fue una región de paso y de encuentro de los bloques culturales del norte y el sur del continente. Honduras por su ubicación y, especialmente por estar de espaldas al Caribe, tuvo casi siempre una población muy reducida. Aunque otros autores han dicho lo contrario, el crecimiento de la población nacional, solo empieza a producirse después de la apertura del Caribe y de la consiguiente articulación de la producción nacional, con el mercado mundial. Por ello, las iniciales movilizaciones de hondureños, siguieron la ruta de las embarcaciones que llevaban banano a los mercados de los Estados Unidos. O hacia los países donde se iniciaba el cultivo bananero, como fue el caso de Panamá. Desde finales de los veinte, muchos hondureños emigraron de Puerto Cortés y Tela a Belice y a Chetumal, en México. El primer gobernador de Quintana Roo, fue un hondureño de apellido Martínez que había emigrado joven de Tela, Atlántida. En la década de los cincuenta, más de mil hondureños se mudaron a Chiriquí, Panamá, haciendo de Changuirola, el centro de su presencia. Uno de ellos, llegó a alcalde de la ciudad. Todos tenían fama de honrados y trabajadores. En 1965, en Nueva York una fábrica tenía un cartel que decía: “Tenemos vacantes, se prefieren hondureños”. Para 1967, Nueva Orleáns era la cuarta ciudad de Honduras, en términos de población. Su presencia era evidente en el mundo de los negocios, en las actividades manuales y en la vida cultural de la ciudad en donde la cultura francesa todavía es notoria, en la música y en la comida especialmente. Otro lugar de asentamiento de los hondureños fue Nueva York, donde todavía es relativamente fuerte su presencia. No tanto como en la Florida o las Carolinas, del Norte y el Sur; pero si, significativa.

Hasta principios de los ochenta del siglo pasado, las leyes migratorias de los Estados Unidos fueron restringiendo el ingreso de hondureños. Y aumentando de consiguiente, los emigrantes ilegales. Los coyotes salvadoreños y mejicanos especialmente, establecieron una red de servicios para evitar los obstáculos, comprando autoridades de Guatemala y México; o evitando su presencia. Para al final, introducirse por los agujeros de la extensa frontera con Estados Unidos. Las motivaciones esgrimidas por los centroamericanos, eran la guerra civil de la región iniciada en Nicaragua en 1969, el huracán Mitch (1998) en el caso de Honduras y después la inseguridad creada por las maras y las pandillas.

En enero del 2019, se produjo una modificación en el movimiento de los emigrantes hacia Estados Unidos. Lo que era individual o grupal; pero clandestino, se volvió público y masivo. Desde San Pedro Sula, salió en enero del 2019, la primera de estas movilizaciones masivas. Posteriormente se le agregaron salvadoreños y guatemaltecos, animados todos “por la noticia” que los Estados Unidos les abriría las puertas para que ingresaran. A esa caravana le sucedieron otros muchas más, lo que dio excusas a Estados Unidos para colocarse a la defensiva y endurecer los mecanismos migratorios, para evitar de este modo que extranjeros entraran ilegalmente a su territorio. La cobertura mediática, el entusiasmo de los enemigos del presidente Trump e incluso la alegría de los seguidores del nuevo presidente de México López Obrador que había tomado posesión el 1 de diciembre del año 2018, hizo pensar a los gobernantes de Estados Unidos, enfrentaba una verdadera invasión para socavar sus mecanismos de seguridad. Desde ese momento, los protocolos para detener la movilización de la migración ilegal, se perfeccionaron. E incluso se justificaron, igualmente por aquellos sectores que veían con alguna simpatía inicial, el sufrimiento de los centroamericanos, el miedo de los emigrantes que dejaban todo para marchar a pie hacia la conquista de su ansiado futuro, en el interior de los Estados Unidos. Sin nada entre las manos y solo la esperanza del auxilio de los pueblos por donde pasarían, los que en efecto, en los primeros meses del año, dieron muestras de sincera fraternidad.

Al final, el gobierno de este país, estableció un muro vertical, haciendo que los gobiernos de México, Guatemala, El Salvador y Honduras, formaran parte de un muro humano, para frenar los flujos de la migración irregular. Se inventó el modelo del tercer país seguro, lo que en efecto, frenó el ingreso de los ilegales hacia los Estados Unidos y aumentó, ahora, desde México la expulsión de los emigrantes hondureños. Y, como ha ocurrido en otras oportunidades, los emigrantes perdieron la jugada. La caravana demostró que era un modelo contrario a los intereses de los pobres, porque estimuló los costos que cobran los coyotes; dio justificaciones a los defensores de las políticas antiimigratorias y cambió la actitud misericordiosa de los países de tránsito que pasaron de la solidad al enfado. Por ello volvió a tornarse clandestina y silenciosa. Y como dicen algunos, bajó a los límites anteriores a 2019. Aunque no hay cifras oficiales, en los Estados Unidos residen un millón dos cientos mil hondureños, la mayoría ilegales.

Hay que agregar un detalle adicional: la emigración de hondureños, en las últimas dos décadas ha aumentado hacia Europa, especialmente a España, Portugal e Italia. En el primero de los países se calcula que residen mas de 200,000 compatriotas, especialmente en Madrid y Cataluña. En el resto de Europa, se estima que residen y trabajan cerca de 50,000 personas.

El BID, acaba de efectuar una investigación para verificar la motivación para emigrar. Las motivaciones en el caso de los hondureños son en su orden: 1) Las invitaciones de los migrantes establecidos que reclaman a sus familiares; 2) la falta de empleo y 3) la inseguridad. Esta investigación demuestra entonces que, la lucha en contra de la inseguridad, no frenará la emigración ilegal; ni privará a Honduras de su principal fuente de ingresos: las remesas, que se han convertido en el primer ítem del presupuesto nacional. Lo anterior confirma que mientras los parientes quieran reunirse con sus familiares que han dejado atrás, el flujo de compatriotas que vía la ilegalidad quieran reunirse con sus familiares que han dejado atrás, seguirá en aumento. Y que el fenómeno de la movilización humana hacia los Estados Unidos continuará cambiando la imagen de las ciudades y mostrando elevaciones del nivel de vida en los parientes que se han quedado atrás, por razones de edad. Porque si hay un elemento humano a considerar es que, la gran mayoría de los emigrantes, siempre anidan la esperanza de venir a Honduras, de regreso, a pasar tranquilamente su retiro, en una casa que han construido con los familiares que no han dejado la comunidad original, queriendo pasar página a los días dolorosos que les ha tocado vivir, haciendo los peores trabajos y además, huyendo de la persecución de las autoridades migratorias.

En conclusión, la emigración es un fenómeno humano al que, por tal razón, no escapan los hondureños. Mientras hayan empleos en los países desarrollados que no quieran o no puedan desempeñar los nacionales de los países recipientes, y familiares suyos deseosos de llevárselos con ellos, una parte cada vez mayor de los hondureños emigrará, legal o ilegalmente. Y que, cuando se establezcan en algún mínimo de seguridad, buscarán la forma para llevarse a los parientes que dejaron atrás. Con lo cual, posiblemente sin darse cuenta, no solo resolverán los problemas de su futuro personal y familiar, sino que sostendrán a un país que por defectos estructurales, sigue – como en el pasado con el Caribe – de espaldas al desarrollo económico, dejando de utilizar recursos tan valiosos como los que tiene Honduras, porque además de sostener el sistema de vida de las minorías dominantes y la operación gubernamental, los emigrantes financian y apoyan el desarrollo de los países donde se establecen, porque estos, son los más calificados de entre los hondureños que nuestro país ha preparado para su desarrollo; pero que terminan sirviendo a los intereses de las naciones que con algún talento y sentido común, los reciben, los consiente e incluso, en algunos momentos los aprovechan, en la medida que,– como ocurre con España–, en que su población envejece y se reduce como acaba de ocurrir en este año del 2019, en que han nacido menos niños que nunca antes en el reino español.

Tegucigalpa, diciembre 31 del 2019

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