Historia penitenciaria es atesorada en las ruinas de antigua PC

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5 de enero de 2020
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05:00 am
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Historia penitenciaria es atesorada en las ruinas de antigua PC

Por: Carolina Fuentes
Fotos: Omar Banegas

El rostro sereno de un Cristo pintado sobre una pared amarilla, parece observar a los visitantes a través de los portones oxidados de una de las celdas de la antigua Penitenciaría Central (PC), ubicada en el barrio La Hoya, en el centro histórico de Tegucigalpa.

En los barrotes, teñidos por el tiempo con moho rojizo, aún cuelgan gruesas cadenas y candados… Y ese Cristo salido de las manos de algún delincuente fue lo único que quedó en el recinto carcelario, cuando el Huracán Mitch derribó la mayor parte de sus paredes de adobe, tormenta tras tormenta, en 1998.

“Dios bendiga nuestro hogar”, se lee en la parte superior del dibujo. ¿Quién lo creó? A la par de la obra quedó escrito el nombre “Pichete 94”, seguramente el alias de uno de los últimos reos que pagó por sus delitos en esa prisión, clausurada hace 21 años.

La cárcel quedó en ruinas, no así su historia ni ese extraño arte nacido de las mismas manos que algún día asesinaron o robaron…

La primera etapa de la Penitenciaría Central (PC) fue construida en 1883, por orden del presidente Marco Aurelio Soto.

SÍMBOLOS DE REHABILITACIÓN

Parte de ese legado son dos estatuas burdas, talladas en piedra por las primeras generaciones de privados de libertad, que aún permanecen “de pie” en una pequeña plaza, en el interior de la penitenciaría.

Se trata de dos figuras de cabezas achatadas: uno desnudo, que evoca al reo cuando ingresa a la prisión; y otro vestido, con herramientas en sus manos, listo para trabajar, símbolo del hombre rehabilitado capaz de reintegrarse en la sociedad.

Ambas esculturas rompen las dimensiones de la anatomía humana, sin embargo, reflejan el esfuerzo de los artistas por lograr dos piezas con cierta armonía visual, pese al grosor anormal de piernas y brazos.

Una capa de musgo verde ha ido recubriendo poco a poco estas estatuas, desconocidas para la mayoría de los tegucigalpenses…

Al recorrer el lugar es imposible no reparar en las formas, los colores, los contrastes… El paso del tiempo montó en la antigua PC una “instalación” que ni el mejor artista contemporáneo habría imaginado.

En cada bartolina, entre el artesonado de madera carcomida por las fauces del tiempo, hoy se contempla el cielo y los edificios de la ciudad. Detrás de balcones de hierro forjado, con figuras de leones, se observan las paredes de adobe, algunas cruzadas por vigas de madera, otras resquebrajadas, dejando visibles sus tonalidades marrón, pero también los materiales de construcción que se utilizaban en el siglo XIX.

Esta figura de Jesucristo se observa en una de las bartolinas de adobe que han quedado en ruinas con el paso del tiempo.

TAMBIÉN ALBERGÓ MUJERES

Una valoración histórica de la PC, realizada por el Instituto Hondureño de Antropología e Historia (IHAH), indica que la cárcel se comenzó a construir en 1883 y “fue parte de una tendencia de la América Latina del siglo XIX, cuyos centros carcelarios tomaron los modelos norteamericanos y europeos en cuanto a tipologías constructivas”.

El documento, elaborado por Nora Leticia Benítez Ardón, de la subgerencia del IHAH, agrega que “durante el primer año de operación de la PC, en 1889; ya se registraban 1,459 individuos procesados, de los cuales 1,338 fueron hombres y 121 mujeres”.

Hoy, la fachada del inmueble es el lienzo en el que desahogan su inspiración grafiteros desconocidos que han plasmado diversas figuras con pinturas multicolores.

Hay quienes consideran que no tiene sentido alguno preservar un montón de adobes inservibles, pasando por alto que en esos materiales quedó escrita la historia del sistema penitenciario hondureño.

En estas gráficas se observan dos rótulos de piedra, uno que indica: “Administración Paz Baraona”, sin la letra “h”, y otro que señala: “Administración Gral. Tiburcio Carías A. 1938”.

La primera etapa de la Penitenciaría Central (PC) fue construida en 1883, por orden del presidente Marco Aurelio Soto, y se concluyó en 1888, durante el mandato de Luis Bográn. El inmueble de adobe, pisos de piedra y techo de madera y tejas, tenía una capacidad para albergar a 300 reos.

Posteriormente, durante la administración del general Tiburcio Carías Andino, que se mantuvo por 18 años, la cárcel fue ampliada y remodelada, agregándosele una capilla, una segunda planta, los torreones y nuevas bartolinas.

¿Qué hacer con los restos de la antigua Penitenciaría Central? Las propuestas han sido muchas, desde una terminal de transporte hasta un mercado de artesanías, sin embargo, hasta la fecha no se ha puesto en marcha ningún proyecto.

La Alcaldía Municipal del Distrito Central cercó el lugar y puso vigilancia para evitar que fuera saqueado, sin embargo, cada día se desploma un poco más, a falta de restauración.

Estas estatuas de piedra se encuentran en una plaza interior de la antigua penitenciaría, una simboliza al reo en prisión y la otra en libertad, listo para trabajar.
Estas figurillas talladas en piedra se ubican en la base de las estatuas, que juntas conforman un monumento simbólico de la rehabilitación.
Durante la administración del general Tiburcio Carías Andino, la cárcel fue ampliada y remodelada.
Los balcones decorados con leones aún se conservan en buen estado, no así el resto de la cárcel, que ha quedado en ruinas.
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