Una sociedad sin líder

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10 de enero de 2020
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12:45 am
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Una sociedad sin líder

Por Antonio Flores Arriaza
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Las sociedades han estado acostumbradas a girar alrededor de un gran líder que las guíe, que les ofrezca ideas a seguir, metas a alcanzar y que, pensando por los demás: originando los mensajes que son aceptados por el grupo porque les promete un nuevo futuro, una sociedad diferente y mejor. Algunos ofrecieron la grandeza nacional, otros hasta conquistar el mundo. El gran líder movió la historia y hasta transformó la forma de vida, las interacciones de la gente y hasta la definición de nuevas fronteras nacionales dominando a otros pueblos.

La psicología social en su estudio del liderazgo considera varias teorías, iniciando por la más común en la mente de la gente: “el gran hombre”. Se fundamenta en inicios religiosos cuando el Antiguo Testamento presentó la vida de grandes hombres que fueron conduciendo el desarrollo de la vida del pueblo israelita. Destacan personajes como Moisés, David, y Nehemías. Y en personajes modernos como Ghandi, Mao, Lenin, Mussolini, Hitler, Franco, Roosevelt, Churchill, Eisenhower y Kennedy. Todos grandes personajes que fueron capaces de conducir a sus pueblos y transformaron el mundo. Este modelo de “el gran hombre” aún sigue persistiendo en la mente de la mayoría de los políticos actuales y de los estudiosos del liderazgo. Esto, aún cuando ya existen teorías más actualizadas sobre el liderazgo como “el líder transaccional”, el “líder socioafectivo”, “el líder de tarea”, “el líder de opinión”, “el modelo de líder de contingencia” hasta el modelo de “líder situacional” que es un enfoque mucho más avanzado y poco conocido aun cuando es un modelo de un sustento muy democrático. Pero, “el gran hombre” sigue siendo el citado por muchos y su sustento para buscar el liderazgo actual.

Pero, últimamente hemos observado que este modelo del gran líder que asume la dirección de los movimientos sociales ha empezado a aflojar y vale la pena revisar los estudios de la psicología social sobre el liderazgo.
Cuando observamos el movimiento de “los chalecos amarillos de Francia” nos damos cuenta que surgió de manera circunstancial a consecuencia de un mensaje de texto, de una mujer anónima, que provocó una reacción que se volvió viral a través de los medios de las redes sociales. La gente concordó con lo dicho por aquella mujer y allí, cada quien, fue aportando lo suyo hasta llegar al acuerdo de una manifestación física real sin un líder reconocido o diferenciado que se pudiera identificar como el conductor de ese movimiento.

Luego, vimos que en Chile sucedió algo similar. El gobierno subió el precio del transporte y la gente explotó en contra de dicha decisión, se expresaron en las redes sociales y, como en Francia, acordaron hacer una manifestación física social “espontánea” que se ha mantenido llegando a niveles de mucha agresividad. Y todo, sin un líder reconocido que se diferencie de la masa para asumir su conducción.

Asimismo, lo hemos observado en Hong Kong en donde la gente se mantiene en lucha contra la poderosa China sustentados en su capacidad de mantenerse unidos por medio de las redes sociales. Tampoco allí se ha diferenciado un líder que haga la conducción de la gran masa.

Estos poderosos movimientos sociales, capaces de transformar las relaciones entre la gente y el gobierno, sin importar si este llegase allí por medios democráticos, hacen que dicho gobierno, de la noche a la mañana, pierda legitimidad y verse tambalear.

En Honduras estamos pasando por una crisis de liderazgo. Pero, es que seguimos apegados al modelo de “el gran hombre”. Aspiramos a encontrar ese ser prodigioso, lleno de capacidades y conocimientos, simpático, rico y con innumerables virtudes que es como si una mujer buscara novio para casarse.

La humanidad, y Honduras es una sociedad muy pequeña, ya vive otro momento en su evolución psicosocial, que le hace buscar más bien su autoconducción. Ya el superhombre no existe en la mente de la gente que ha ido educándose cada vez más y se concibe tan competente como cualquiera, así que, ser un superhombre, resulta cada vez más difícil. Así como la Universidad ya no puede ser el centro de estudio de todo el conocimiento, el líder debe ser mas bien situacional, pero también, líder de opinión, líder de tarea, líder socioafectivo y transaccional: todo en un individuo para un adecuado al momento social que se atraviesa. En eso ahora podríamos diferenciar al líder actual de “el gran hombre” que es el sustento de la tiranía porque la sociedad cree que no puede subsistir sin ese “gran hombre” (es muy interesante estudiar cómo Moisés desaparece en el momento que la historia cambia. Nehemías surge cuando se requiere algo nuevo. Y David surge cuando el hombre ha fallado). La sociedad, hoy día, aspira a ser más democrática y, en ella, el “gran hombre” ya es un espécimen quedado en la evolución psicosocial de la humanidad.

Pero, hay un líder poderoso con capacidad para comunicarse inmediatamente con todos y cada uno de los integrantes de la masa e interactuar con ellos, saber sus aspiraciones personales: ese poderoso líder, lo hemos visto surgir en esos movimientos sociales que no han tenido líder reconocido, es el teléfono celular que cada quien lleva en su mano y, en un instante, permite que todos compartan una idea y tomen una decisión. Es quien pueda y sepa utilizar los servicios del celular y las redes sociales, quien podrá aspirar a ser el líder situacional que hoy necesitamos.

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