RESERVAS HÍDRICAS

ZV
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12 de enero de 2020
/
12:55 am
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RESERVAS HÍDRICAS

A pesar de todos los pesares, en Honduras todavía llueve. Incluso, cada cierto tiempo, llovizna durante los meses de diciembre y enero, según sean los frentes fríos que se desplazan desde las zonas boreales hacia la parte sur-centro tropical. Además de lo anterior tenemos algunas reservas hídricas subterráneas, puestas en peligro por causa de la continua deforestación y los incendios sistemáticos de bosques que se registran todas las primaveras y veranos, mediante actos de autodestrucción criminal, que afectan parejamente a todos los pobladores, sean ricos, pobres extremos o de clase media.

Quizás haga falta una clara política de Estado para la conservación del agua dulce y la repotenciación de todas nuestras reservas hídricas a partir de la experiencia de otros países y regiones. Pero, sobre todo, a partir de nuestras experiencias particulares como país y sociedad que desaprovecha los torrenciales de aguas-lluvia durante la época de los aguaceros que, gracias a Dios y a la naturaleza, todavía experimentamos. El problema mayor es que esas aguas se pierden por la erosión de los suelos, la destrucción de los humedales y por la falta de lagunas artificiales que pudieran retener el precioso líquido. Necesitamos, en consecuencia, construir más represas gigantescas y reservorios para el consumo vital de pequeñas poblaciones.

Repotenciar las riquezas hídricas todavía subsistentes en nuestro país, significa entre otras cosas paralizar el exterminio del bosque de jungla en la margen derecha del río Patuca. Lo mismo que el saqueo constante de maderas preciosas en los alrededores de la “Biosfera del Río Plátano”. Exterminio y saqueo que todavía continúan como si nada estuviera ocurriendo en materia medioambiental. También significa proteger las cabeceras de los ríos Ulúa y Chamelecón. Lo mismo que la montaña de “La Tigra” en el Distrito Central; y luego la montaña de “El Merendón” en la parte occidental de San Pedro Sula, en donde, según se dice, solamente construyen residencias los millonarios.

El panorama opuesto al párrafo anterior es que en Honduras existieron valles exuberantes como el “Valle de Olancho”, conocido también como “Valle de Guayape”, en donde, durante décadas, se exterminaron los bosques de árboles latifoliados sin ningún valor agregado para la economía. Además, los mismos hacendados y campesinos contribuyeron a la semi-desertización del valle por la vía de una actividad agropecuaria excesivamente tradicional, con quemas de bosques incontrolados, ganadería extensiva o improductiva, y agricultura bicultivista, de maíz y frijoles. Ocasionalmente arroz.

La zona de la depresión seca en la parte sur-oriental-occidental del país, conocida también como “corredor seco”, se viene agudizando año con año, por ausencia de una clara política del Estado y del sector privado de Honduras en materia de conservación de bosques subsistentes y de retención de agua dulce. De nada sirve que a veces llueva torrencialmente en la zona sur del país, si casi siempre las cosechas de granos básicos se pierden. Incluyendo en este punto a la camaricultura moderna.

Con inteligencia, perseverancia y razón, se pueden convertir los desiertos en zonas productivas. De hecho los primeros “homínidos” o “humanoides” aparecieron y se desarrollaron muy cerca del atroz desierto del Kalahari y de otros corredores africanos, en donde el agua dulce era extremadamente escasa. Pero la inteligencia primaria de aquellos “homínidos” y de los actuales bosquimanos, ha puesto en evidencia la capacidad de sobrevivencia del ser humano aun en las peores circunstancias.

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